Fabiola Campillai, la figura del estallido que llega al Senado
La dirigenta social de San Bernardo perdió sus ojos en noviembre de 2019. Dos años después, de forma independiente y sin una lista que la apoyara, se convirtió en la candidata más votada en la Región Metropolitana, al obtener el 15,8% de los votos, con el 32,9% de las mesas escrutadas.
Este domingo, Fabiola Campillai (38) se levantó a las siete de la mañana pensando que tenía posibilidades de ganar. Tomó desayuno con Marco Cornejo (46), con quien está casada desde el 20 de febrero de 2014, y luego recibió a los voluntarios que la ayudaron a levantar una candidatura que, en un principio, parecía tener todo en contra. No solo porque iba como independiente, sino que, además, lo hacía fuera de pacto. Sin una lista que la ayudara a sumar votos, Campillai tendría que enfrentar por su cuenta a las listas de Apruebo Dignidad y Nuevo Pacto Social que buscaban convocar a los votantes de izquierda en Santiago.
“He estado toda la mañana tranquila. Todavía no siento nerviosismo, pero en la tarde nos va a dar”, dijo a La Tercera antes de almuerzo. Poco después de haber regresado a su hogar en San Bernardo, luego de votar en la Escuela República de EE.UU. de la misma comuna. De ese recorrido, algo le llamó la atención.
“Desde los autos me gritaban ‘Arriba Fabiola’. Eso me emocionó”. La de Campillai era una candidatura cargada de simbolismos. Mal que mal, era uno de los rostros más conocidos de las víctimas del estallido social. Esto porque el martes 26 de diciembre de 2019, a las 20.54, mientras iba caminando con su hermana Ana María a un paradero de micro en San Bernardo, para tomar un bus que la llevara a su trabajo en la empresa Carozzi, fue herida por un proyectil policial que la dejó ciega y que, más tarde, también la hizo perder el olfato y el gusto. El carabinero formalizado por ese delito, Patricio Maturana, se encuentra actualmente en arresto domiciliario.
Campillai no tomó bien que se decretara esa medida cautelar. Por eso, el 30 de julio de este año, en un punto de prensa en el centro de Santiago dijo: “Manifestémonos desde donde estemos, salgamos a las calles y destruyamos todo y quememos todo”. La vocería fue cuatro días después de que comenzara a buscar los patrocinios que necesitaba para presentarse para competir por el Senado.
“Fue el momento más importante de mi campaña. Necesitaba 13.650 y tuve mas de 16 mil. Ahí me di cuenta de que podía ganar”, recuerda hoy. El 23 de agosto su nombre quedó estampado en la papeleta. Y lo hizo sin la ayuda de sus primeros socios de la Lista del Pueblo.
“Me abocaré a los temas principales planteados por la revuelta: pensiones dignas, fin a las AFP, fin al endeudamiento educativo, salud y educación gratuitas y de calidad, la recuperación de los recursos naturales y por supuesto la justicia y reparación de las víctimas de la represión y la libertad de los presos políticos”, dijo ese día.
Para sus contendores, Campillai seguía siendo una incógnita. Varios la situaban con una votación que rondaba entre el 10% y 12%, una cifra que la dejaba cerca del Senado, pero sin un escaño asegurado. Tampoco hizo grandes apariciones públicas, ni mucha prensa. De hecho, en las semanas previas, no fueron pocos los contrincantes que especulaban sobre la salud de Campillai. El gran vuelco de todas formas llegó de la mano de la publicación de Ciper, donde informaban sobre las millonarias rendiciones de Karina Oliva en su campaña para ser gobernadora metropolitana: 137 millones pagados a siete colaboradores cercanos. Eso bastó para hundir la narrativa fundamental de la campaña de la candidata de Comunes.
“Creo que hoy salgo senadora. Con respecto a lo que sucedió con Karina Oliva, es obvio que se van a venir votos de ella hacia mí”, dijo hoy Campillai a La Tercera.
El recuento de sus votos los esperó en su casa, acompañada de su marido y su familia.
Ahí se percató de que fue la candidata con más preferencias y que sus electores representaban el 15.3% de los votos. En esa intimidad, y ya con los nervios de la victoria que pronosticaba en la mañana, Fabiola Campillai sabía que sólo había un lugar donde podía estar: “Vamos a ir a celebrar a Dignidad, con toda mi gente.”
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