Gisella Castiglione (62 ) es médica y experta en patología mamaria de la Universidad Sapienza de Roma. Desde 2017 dirige el Hospital Barros Luco Trudeau, uno de los más grandes del país, con 1,3 millones de usuarios, distribuidos en 11 comunas de la Región Metropolitana.
Es la tercera mujer en el cargo en un recinto con 110 años de historia. Y los dos últimos años emprendió, quizás, la mayor transformación del recinto, en el contexto de la emergencia sanitaria: en mayo pasado, las 31 camas UCI se ampliaron a 111 para dar abasto a los pacientes más críticos.
En ese contexto, la especialista recalca que la participación de las mujeres en cargos claves -incluso en salud, donde históricamente el género ha tenido mayor presencia- es compleja, aunque destaca los cambios culturales en curso. Para eso, el personal del hospital está siendo capacitado en materia de género, con miras a erradicar la discriminación. “Nuestro desafío como mujeres es seguir avanzando en la reivindicación del rol protagónico y propio de la mujer en la sociedad”, sostiene.
¿Cómo cambiaron sus labores con la llegada de la pandemia?
Los directores tenemos que gestionar un hospital, con diferentes metas e índices. Ahora hay que estar abocados a esta pandemia, que nos hizo cambiar todo nuestro trabajo. Era estar desde la mañana hasta la noche viendo cómo enfrentábamos de mejor manera la crisis sanitaria, y cómo pedíamos los insumos, para que nunca llegara un paciente y le faltara un equipo. Y eso nunca pasó. Nunca atendimos un paciente sin calidad; si abríamos una cama UCI se le tenía que dar todo lo que correspondía. Había que estar 24/7, porque teníamos que darles respuesta a nuestra población y a nuestros funcionarios.
Hace unos días se cumplieron dos años de la llegada del primer caso de Covid-19, ¿cómo vivió este período?
Fue muy complicado y muy desgastante; también en la parte espiritual, porque soy una mujer creyente. Era terrible saber lo que estaba pasando y tener que dar respuesta a todos los pacientes que llegaban. Eso nos llevó a formar una sala para los pacientes que iban a tener un fin de vida, para que sus familias se pudieran despedir. Todo fue desgastante, recuerdo llegar a la casa, de noche, y decir ´no quiero que siga el día´ o temer por lo que pudiera pasar la mañana siguiente.
¿Qué le significó dirigir uno de los centros asistenciales más grandes del país en el marco de la pandemia?
Es una gran responsabilidad y deja una enseñanza importante. En lo personal, estuve muy acompañada de mi familia, no me pedían muchas cosas, me acompañaban y apoyaban, porque sabían que yo estaba abocada 100% al hospital. Pero tiene costos, porque me he dedicado 24 horas a este trabajo, y aunque me voy, sigo conectada. Hubo un momento en que no tenía fines de semana ni festivos, han sido dos años muy difíciles. Sin pandemia este hospital ya es demandante, pero en pandemia es aún más, entonces es desgastante. Había veces donde lo único que quería era estar un día desconectada, pero sabía que no se podía.
¿Cuáles fueron las dificultades de trabajar en pandemia en uno de los hospitales más grandes de Chile?
En un comienzo la principal dificultad fue adaptar todo a un nuevo tipo de atención para dar la cobertura a todos los pacientes que llegaran. Nunca dejamos de atender a los pacientes sin Covid-19. Nosotros hicimos una mesa con jefes de servicios, enfermeras, médicos de UCI y de urgencia, donde tomábamos decisiones, porque no había una sola forma de hacer las cosas, y tampoco opiniones mejores que otras.
¿Cuál fue el momento más crítico?
Todo lo fue. Uno de los grandes impactos fue cuando los fallecidos aumentaron de forma muy importante. Eso fue terrible, porque había personas de todas las edades que tenían una familia, una historia, y yo decía: ´Dios mío, cómo puede estar pasando esto´. Eso fue lo que más me impactó en lo emocional, y yo creo que a todos los funcionarios. Ver el agotamiento en ellos también fue fuerte. Uno veía en las noticias las fiestas, la gente que no hacía caso de las medidas de autocuidado, y pensaba: ´Toda esta gente va seguir llegando acá´.
El sector de salud, particularmente, tiene gran presencia femenina. ¿Cómo ve a las mujeres en el área?
Yo me recibí en 1985, y éramos pocas mujeres. Entonces se pensaba que todas las que se graduaban debían ser pediatras. Hoy uno ve que todo es diferente en el área de la salud, porque es un reflejo de lo que pasa en la sociedad, hay más conciencia del rol de la mujer, se ve menos desigualdad. Las mujeres en todas las áreas, no solo en salud, tiene un doble rol, hasta triple, porque tiene una presencia laboral, pero además están pendientes de sus hijos, su familia y de la casa. Muchas de las mujeres que trabajan acá son jefas de hogar, y podrían trabajar más turnos para tener un mejor sueldo, pero el problema ahí es con quién dejan a sus hijos; el costo psicológico y emocional para la mujer es bastante alto.
¿Qué desafíos quedan?
Nuestro desafío como mujeres es seguir avanzando en la reivindicación del rol protagónico y propio de la mujer en la sociedad, más aún con el contexto que hay, porque estamos en un cambio social y cultural. Para esto es clave exigir que las y los trabajadores de salud, al igual que otras aéreas, apliquemos un enfoque de género, porque así podemos terminar con las inequidades que hay.
¿Qué hacen en el hospital para trabajar con perspectiva de género y terminar con las desigualdades?
Nuestro hospital tiene una realidad distinta. De nueve directivos, seis somos mujeres y el 70% de los funcionarios también lo son. Tenemos alrededor de 3.200 funcionarios, aunque ahora tenemos 1.000 más por la contingencia, y de este total el 70% son mujeres. Además, uno de los grandes desafíos es abordar el sexismo, el micromachismo y la discriminación. Aquí nuestra labor es hacer capacitaciones en materia de género para modificar ciertas conductas aprendidas. Tenemos un departamento de capacitación y el 30% de los cursos abordan de alguna manera esta mirada de género. De todos los funcionarios, el 25% está capacitado y vamos a seguir capacitando.
¿Qué queda por hacer para incluir más a la mujer?
Otro desafío que queda como Estado es crear políticas públicas con enfoque de género. Una mujer debe poder decir que se va a desarrollar en una activad, la que quiera, y el Estado debiera tener políticas para acompañarla, en todos sus roles. Que la mujer esté segura que va a haber garantías para cuidar a sus hijos o sus familiares, si son adultos mayores, para que no sean ellas las que estén en la casa. Las mujeres tenemos tantas responsabilidades en el ámbito familiar y eso a veces impide seguir escalando en el desarrollo profesional, en cualquier área.
¿Se considera feminista?
De todas maneras. Además, esto se agradece de las nuevas generaciones, porque han demostrado una gran capacidad de aportar con su experiencia y de decir ´aquí estoy y me tienen que respetar´. Tanto el hombre como la mujer tiene la misma capacidad de trabajo, no hay diferencia.