Un día después de que el Ejército de Myanmar (ex Birmania) tomara el poder del país el lunes y detuviera los principales líderes del país del sudeste asiático, incluyendo a la líder del gobierno “de facto” Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz en 1991, y a miembros de su partido Liga Nacional para la Democracia (LND), los ojos estaban puestos en China y en el posible rol que pueda jugar en la crisis.
El conflicto se desató luego de las elecciones de noviembre en las que la LND obtuvo el 83% de los 476 escaños en el Parlamento, pero el Ejército afirma haber descubierto 10 millones de casos de fraude electoral y ha pedido a la comisión electoral que publique las listas electorales para verificarlas. Se trataba de los segundos comicios desde el fin de la dictadura militar en 2011. El golpe de Estado ocurrió el mismo día en que el Parlamento iba a comenzar sesiones y tras varios días de rumores de que una insurrección militar era inminente.
Según lo que se informó el lunes, las Fuerzas Armadas gobernarán al país por un año. Myint Swe, quien dirigía el poderoso comando militar de Rangún y es el actual vicepresidente del país, se convierte así en presidente interino por un año, un cargo principalmente honorífico. Mientras que el control “legislativo, administrativo y judicial” recae en el jefe del Ejército, el general Min Aung Hlaing, que ahora concentra casi todos los poderes.
China pidió este martes a la comunidad internacional que no “complique aún más la situación” en Myanmar, previo a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se preveía la discusión de sanciones contra el país tras el golpe de Estado. Beijing tiene importantes intereses estratégicos y económicos en su país vecino del sur y es tradicionalmente hostil a la “injerencia” en los asuntos internos de los Estados y a las sanciones internacionales.
Tras pedir el lunes que las partes “solucionen sus diferendos” dentro de un marco legal y constitucional, el ministerio de Asuntos Exteriores chino pidió este martes a la comunidad internacional que “contribuya a la estabilidad política y social” en Myanmar.
Según Foreign Policy, el jugador más importante en esta crisis es justamente China. De hecho, la influyente publicación y recuerda una reunión que se produjo el mes pasado entre el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y el general Min Aung Hlaing que, señala la revista, “puede haber sido el punto fundamental para determinar el golpe”. La forma en que Beijing y Washington manejen la crisis puede ser un marcador crítico para su propia relación, apunta el medio.
Las Tatmadaw (nombre que reciben las Fuerzas Armadas en Myanmar), dice Foreign Policy, han estado impulsando la idea del fraude electoral desde noviembre, pero los líderes habrían dudado en tomar medidas a menos que tuvieran confianza en que podrían confiar en Beijing para protegerlos de las consecuencias inevitables en Naciones Unidas y posiblemente también compensar las eventuales sanciones mediante la ampliación de los lazos económicos entre los dos vecinos. “Algo en esa reunión parece haber llevado al líder militar a creer que China estaría dispuesta a dar un paso al frente por su vecino”, indicó la revista.
En todo caso la publicación advierte que Beijing se había estado acercando mucho más al gobierno civil de Aung San Suu Kyi que al régimen militar de Myanmar en el pasado.
China, recuerda Reuters, tiene profundos vínculos con el Ejército que gobernó el país vecino durante décadas. “La tumultuosa transición de Myanmar a la democracia en la última década ha tenido un gran impacto en los intereses económicos de China en el país”, dijo a la agencia Li Mingjiang, profesor asociado de la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur. “Más que nada, China hubiera querido estabilidad en Myanmar, no un golpe”, añadió.
Beijing tiene buenas conexiones con Myanmar luego de años de respaldar al antiguo gobierno militar, cuando fue objeto de amplias sanciones. Luego, China trabajó duro para establecer lazos con Suu Kyi cuando el cambio político se extendió por el país. La Nobel de la Paz de 1991 visitó China varias veces y apoyó la extensa iniciativa de proyectos de energía e infraestructura del Presidente Xi Jinping.
A estos lazos se suman vínculos comerciales. China importó 10,8 millones de toneladas de petróleo crudo a través del oleoducto y gasoducto China-Myanmar en 2019, lo que corresponde a 37.700 millones de yuanes (unos US$ 5.500 millones), y significa un aumento anual del 3,9%, según consignó Xinhua.
Mientras tanto, las importaciones de gas natural desde Myanmar ascendieron a 3,4 millones de metros cúbicos, un 54% más que en 2018, y con un valor total de 12.100 millones de yuanes, que representan un aumento del 74,1% con respecto al año anterior.
“Como vecino en la frontera sur de China, una Myanmar dividida en confusión obviamente no es lo que China quiere ver”, dijo el Diario del Pueblo, el medio oficial del Partido Comunista de China, en la cuenta de WeChat de su edición en el extranjero.
El papel de Biden
Por otro lado, Washington observa detenidamente lo que ocurre en Myanmar. El gobierno del Presidente Joe Biden catalogó como un golpe de Estado la toma del poder por parte de los militares, una consideración que, al margen de lo simbólico, implicará una reducción de la ayuda destinada en la actualidad al país asiático, señalan los analistas.
“Después de una cuidadosa revisión de los hechos y circunstancias, hemos determinado que Aung San Suu Kyi, la líder del partido gobernante de Myanmar, y Win Mynt, el jefe de gobierno electo, fueron depuestos en un golpe militar”, anunció este martes una responsable del Departamento de Estado, en declaraciones a los periodistas, según la cadena CBS.
Al respecto, la portavoz ha apuntado que gobierno de Biden sigue con “gran preocupación” lo ocurrido, lo que se traducirá ya en algunas medidas.
La respuesta de la Casa Blanca, dice Reuters, será una prueba para Biden sobre si volver a centrar la política exterior de Estados Unidos en los derechos humanos y trabajar más estrechamente con los aliados. El propio mandatario ya condenó el lunes lo ocurrido en Myanmar -sin utilizar el término “golpe”-, en un comunicado en el que recordó que Washington había retirado las sanciones “basándose en el progreso hacia la democracia” en el país asiático. “El retroceso en ese progreso exigirá una revisión inmediata de nuestras leyes y autoridades sancionadoras, seguida de las medidas adecuadas”, advirtió.
El gobierno de Donald Trump sancionó a cuatro comandantes militares, incluido el principal general Min Aung Hlaing, después de una brutal purga de 2017 que expulsó a más de 700.000 miembros de la minoría musulmana rohingya de sus hogares, obligando a su éxodo al vecino Bangladesh.
Biden podría establecer un nuevo programa de sanciones contra Myanmar con una orden ejecutiva que declararía una emergencia nacional con respecto a los desarrollos en el país, dijo Peter Kucik, un exasesor senior de sanciones del Tesoro de Estados Unidos.