Según una investigación internacional realizada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en conjunto con Gallup, alrededor de uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años afirmó sentirse a menudo deprimido o con poco interés en hacer planes. El estudio se realizó en el primer semestre de este año, en medio de la pandemia de Covid-19, y la totalidad de sus hallazgos será publicada próximamente.
El estudio fue mencionado en el “Estado Mundial de la Infancia 2021, En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”, documento emitido por la Unicef y que este año se concentró en la salud mental de los niños y adolescentes alrededor del planeta. Considerado el análisis más completo hecho por la institución sobre esta materia, revela que antes del Covid-19 la infancia y la juventud ya sufrían estos problemas “sin que se hicieran las inversiones necesarias para solucionarlos”.
A medida que gran parte de los niños alrededor del mundo se han visto afectados por cuarentenas, cierres de escuelas e interrupciones en sus rutinas, el informe apuntó a que muchos jóvenes sienten miedo, rabia e incertidumbre hacia el futuro. Así, por ejemplo, casi un tercio de los niños de Camerún dijo sentirse deprimido frecuentemente o tener poco interés en hacer cosas, mientras que en Reino Unido este índice se redujo al 20%, y en Etiopía y Japón, al 10%.
A medida que el Covid-19 avanza, las consecuencias para la salud mental y el bienestar de los niños y los jóvenes siguen siendo enormes. Según los últimos datos disponibles de Unicef, al menos uno de cada siete niños se ha visto directamente afectado por los confinamientos en todo el mundo, mientras que más de 1.600 millones de niños han sufrido alguna pérdida en su educación.
El Estado Mundial de la Infancia 2021 reveló que más de uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental diagnosticado, siguiendo las definiciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los que más prevalecen son los relativos a la ansiedad y la depresión, con un 42,9%, y por sobre los trastornos del comportamiento (20,1%), los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (19,5%) y la discapacidad intelectual idiopática (14,9%).
En la misma línea, el informe muestra que casi 16 millones de adolescentes de América Latina y el Caribe viven con algún trastorno mental diagnosticado. Entre los 10 y 14 años, un 14,8% de los niños y un 12,8% de las niñas padece alguno de estos trastornos, pero entre los 15 y los 19 años los porcentajes aumentan y se invierten: hay prevalencia en el 16,6% de las adolescentes mujeres y el 15,7% de los varones.
En una colaboración con la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins, la Unicef hizo distintos grupos focales en 13 países, entre ellos Chile y Jamaica, para levantar opiniones desde los jóvenes sobre la salud mental. Entre esos testimonios se vio que había una brecha generacional que tendía a invalidar las experiencias de los menores. “Sucede mucho, por ejemplo, que una persona les cuenta a sus padres sobre sus problemas y pueden decir: ‘No tienes deudas ni nada para estar triste’, y cosas así”, comentaba un participante del estudio.
Uno de los números más preocupantes del estudio tiene relación con el suicidio en el rango etario infantil y juvenil. A nivel global, es la cuarta razón de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años, llegando a ser la primera en Europa del Este y Asia Central. Por este motivo, cada año mueren 45.800 adolescentes.
En tanto, en Latinoamérica y el Caribe, el suicidio es la tercera causa de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años, solo por debajo de la violencia interpersonal y los accidentes de tráfico. Esto se expresa en que cada día se suicidan 10 adolescentes en la región.
El gasto de los Estados en salud mental, en relación con el resto de la salud, solo llega al 2,1%. En algunos de los países más pobres del mundo, los gobiernos gastan menos de US$ 1 por persona en el tratamiento de enfermedades mentales, destaca el reporte.
En ese sentido, las diferencias entre Estados pobres y ricos se vuelven más evidentes: en el promedio de los países, el número de psiquiatras especializados en tratar niños y adolescentes es menor a uno por cada millón de personas, mientras que en los países más ricos llegan a tener 55.
“La inversión en la promoción y protección de la salud mental, distinta al cuidado de los niños con problemas más serios en este ámbito, sigue siendo extremadamente baja”, señala el informe de la Unicef.
Cuando se les consultó a los jóvenes de entre 15 y 24 años respecto a cómo abordar los problemas de salud mental, el 83% dijo que es mejor compartiendo experiencias con otras personas y buscando apoyo, más que hacerlo solo.
Aunque el impacto en la vida de los niños es incalculable, un nuevo análisis realizado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, que también se incluye en el informe, revela que las pérdidas económicas debidas a los trastornos mentales que provocan discapacidad o muerte entre los jóvenes se estiman en casi 335.000 millones de euros.
En el informe, la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta H. Fore, asegura: “Todos debemos trabajar para romper el silencio alrededor de la salud mental. Hay que desafiar los estigmas, mejorar la educación relativa a la salud mental y asegurarnos de que las voces de los jóvenes sean escuchadas, especialmente las de aquellos que han experimentado desafíos de salud mental”.