Vestido siempre con un turbante negro, Ebrahim Raisi, el favorito para las elecciones presidenciales de este viernes en Irán, es un hombre religioso austero que se presenta como el defensor de los más pobres y un paladín anticorrupción. El hoyatoleslam -rango inferior al de ayatola en el clero chiita- de 60 años es un ultraconservador y firme defensor del orden.

Raisi se postuló contra el actual mandatario Hassan Rouhani en 2017, obteniendo el 38% de los votos. Es conocido en su país por su participación en un panel de 1988 que condenó a muerte a miles de disidentes, militantes y otros después de la guerra Irán-Irak. Aunque no es miembro del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), tiene estrechos vínculos con el poderoso grupo paramilitar iraní.

El principal rival de Raisi, Abdolnaser Hemmati, exgobernador del Banco Central de Irán, apeló a advertencias sobre el aislamiento internacional del país y la posibilidad de un golpe de Estado en sus últimos días de campaña. Además, dice que su mayor enemigo no es ninguno de los otros candidatos, sino la apatía y la desilusión entre la población iraní, más de una década después de las protestas masivas que surgieron tras las cuestionadas elecciones de 2009.

Hemmati, que está en el segundo lugar en las encuestas después de Raisi, debe evitar que su contrincante obtenga el 50% de los votos en la primera vuelta para asegurarse un lugar en el balotaje.

En Irán es común que se haga un filtro antes de las elecciones, descalificando a candidatos sin razones para hacerlo. “Esto ya no es una elección, es una cita, y han preparado el escenario de tal manera que sólo el Sr. Raisi tenga una oportunidad”, dijo la activista y periodista Faezeh Hashemi.

Este año, el Consejo de Guardianes impuso nuevas restricciones, como que los candidatos deben tener entre 40 y 75 años, lo que descalificó inmediatamente a muchos de los que estaban inscritos. Además, la lista ya estaba limitada por la exigencia de que el Presidente sea un musulmán chiita, excluyendo a musulmanes sunitas, cristianos, judíos o bahá'ís.

El Consejo de Guardianes descalificó a todos los principales candidatos reformistas y centristas, mientras que los conservadores más importantes se retiraron para darle más posibilidades de ganar a Raisi.

Este proceso incluso fue criticado por el ayatola Alí Jamenei, que dijo que las descalificaciones habían sido “injustas”. Sin embargo, las declaraciones fueron tomadas por muchos como un intento del líder supremo de Irán de hacer el papel de “policía bueno” en la manipulación de la carrera presidencial.

Los sondeos realizados por la Agencia de Encuestas de Estudiantes Iraníes (Ispa), alineada con el gobierno, muestran una caída de siete puntos porcentuales en la participación estimada, a sólo el 36%, desde que se anunció la lista de candidatos el 25 de mayo, mientras que el hashtag #NoWayIVote se hizo tendencia en las redes sociales a nivel local.

La cifra esperada está muy por debajo del 73% registrado en 2017 y, en elecciones previas, la baja participación ha favorecido a conservadores y la línea dura. Aun así, el régimen está nervioso, porque en años anteriores han ocurrido cambios de opinión de última hora entre los votantes.

Las elecciones parlamentarias del año pasado tuvieron la participación más baja en la historia de Irán, alcanzando un 42%. Esta vez, muchos votantes y políticos desilusionados planean boicotear los comicios debido a las limitadas opciones de candidatos, la frustración por el manejo de la economía y la pandemia por parte del gobierno, y la insatisfacción con el estado represivo del país, entre otras cosas.

Debido a su precaria situación económica, Irán se encuentra en una de sus fases más críticas desde la revolución de 1979. El impacto de las sanciones de otros países, agravado por la pandemia, ha provocado una de las peores crisis económicas de la historia del país, con una inflación que alcanza el 50%.

Algunos expertos aseguran que el Consejo de Guardianes, un organismo facultado para vetar legislaciones y supervisar las elecciones, está manipulando los comicios a favor de Raisi, ya que los otros candidatos aprobados tienen mucho menos apoyo y reconocimiento público. El Consejo de Guardianes validó únicamente siete candidaturas de cara a las elecciones, si bien tres de los políticos se han retirado de la carrera durante las últimas horas.

Irán tiene múltiples centros de poder, pero el líder supremo -actualmente Alí Jamenei- es quien tiene la mayor influencia, mientras que el presidente, como jefe de gobierno, tiene poderes constitucionales limitados. Entre sus funciones está nominar a los miembros del gabinete y proponer un presupuesto, que debe ser aprobado posteriormente por los legisladores.

La estrategia del gobierno la determina el Consejo Supremo de Seguridad Nacional, que el mandatario iraní preside, pero no controla. Dos de sus 12 miembros permanentes representan al líder supremo, que es quien tiene la última palabra a la hora de tomar decisiones.

Se espera que las elecciones no tengan un impacto en las negociaciones con la administración del Presidente estadounidense Joe Biden y otras potencias mundiales sobre la reactivación del acuerdo nuclear, ni tampoco en el diálogo con Arabia Saudita, ya que las decisiones estratégicas dependen en gran medida del líder supremo, y no del presidente. Sin embargo, los expertos creen que es poco probable que Teherán se comprometa con Occidente más allá de ese punto, quedando satisfechos con reforzar las relaciones con Rusia y China.

La mayoría de los presidentes de Irán tienen dos mandatos de cuatro años, y es posible que el eventual gobierno de Raisi no sobreviva a Jamenei, de 82 años. Si el ayatola muere o queda incapacitado para seguir ejerciendo su cargo, los expertos piensan que Raisi, que es su hombre de confianza desde hace mucho tiempo, debería prepararse para asumir su rol como líder supremo de Irán.