El tema estaba dando vueltas, pero ahora es un problema serio: la semana pasada, en una reunión de ministros de Defensa de la OTAN, el secretario general del bloque, Jens Stoltenberg, apuntó al problema de la escasez de munición en la guerra ucraniana. “La tasa con la cual Ucrania está gastando municiones es muchas veces mayor a nuestra actual tasa de producción. Esto pone a nuestras industrias defensivas bajo tensión”, comentó, asegurando que la alianza necesitaba “aumentar la producción”.
Ahora bien, el problema de las balas es más complejo que simplemente hacerlas: actualmente, las municiones de alto calibre están tardando 28 meses para fabricarse y entregarse. “Las órdenes hechas hoy solo serán entregadas en 2 años y medio”, dijo Stoltenberg en esa reunión.
La escasez de municiones fue el tema central de la cumbre en Bruselas, y en general todos los ministros de Defensa se mostraron de acuerdo. Pero también revela un problema más grande: la OTAN no estaba preparada para una guerra con tantos misiles. El ministro de Defensa británico, Ben Wallace, comentó a la televisión: “Ucrania usa grandes cantidades de munición para protegerse porque la forma ‘rusa’ o soviética de pelear implica mucha munición”.
“La forma rusa o soviética de pelear es con municiones pesadas, bombardeos masivos de artillería, y esa no es la forma en que nos hemos organizado para pelear en la OTAN”, indicó el británico.
El tema afecta fuertemente al bloque trasatlántico: con el final de la Guerra Fría, todos los países redujeron su capacidad industrial de defensa. Las empresas del rubro defensa en Estados Unidos se redujeron en una proporción de 51 a 5, y muchas líneas de producción fueron cerradas.
En estos últimos años, la mayoría de esas empresas pasaron de hacer municiones a desarrollar tecnologías “más sofisticadas”, hechas para combatir el terrorismo, y sin embargo insuficientes para un conflicto prolongado y terrestre contra otra potencia militar.
A diferencia de las guerras que se han peleado en el siglo XXI, como la de Irak o la de Afganistán, la guerra en Ucrania supone la vuelta a lo que el instituto británico Royal United Services Institute llama “guerra a escala industrial”, lo que supone un “consumo masivo de personas, equipos, combustible y municiones”.
Un informe de la institución señalaba al respecto: “El reabastecimiento de municiones es una empresa de gran envergadura como no se veía desde la Segunda Guerra Mundial. Ambos bandos han desplegado grandes fuerzas tanto de artillería de tubo como de cohetes. El uso de la munición de estas armas ha sido prodigioso, especialmente durante las fases clave de la campaña de Donbás en mayo y junio”.
En uno de sus ensayos, el general retirado del ejército australiano Mick Ryan escribió al respecto: “Será necesario un importante programa de expansión industrial para que las naciones occidentales reconstruyan la capacidad de diseñar, producir y almacenar las grandes cantidades de municiones (y plataformas) que se necesitarán para las misiones de disuasión y respuesta en el siglo XXI”.
Jack Watling, investigador del Royal United Services Institute, escribió en la misma dirección una columna para The Telegraph, bajo el título “Vladimir Putin está a punto de ganar la guerra de las municiones contra Occidente”. Según Watling, “Ucrania no está usando cantidades excesivas de municiones de artillería, comparada con conflictos históricos. Estas escaseces son, en cambio, una clara demostración del vaciamiento de la OTAN desde el fin de la Guerra Fría”.
El experto señala que ese vaciamiento viene con problemas de infraestructura: la producción de municiones no puede aumentarse rápidamente “como quien enciende una luz”. En ese sentido, Rusia tendría hoy la ventaja. “Moscú también requiere de enormes cantidades de munición. Sin embargo, Putin puso toda su economía en pie de guerra. No está sujeta a las mismas limitaciones comerciales que la industria de defensa de la OTAN, y los productores rusos no están limitados por preocupaciones sobre la seguridad industrial”, argumentó Watling en su columna.
Más que los polémicos tanques Leopard o los sistemas de defensa aéreo, el experto en seguridad de la Universidad de Bundeswehr en Munich, Frank Sauer, cree que la munición es el problema central. “Desde mi punto de vista, esta escasez es más importante que cualquier otra discusión simbólica”.
Citado por DW, Sauer asegura que esto se explica por la estrategia militar rusa: “Los ataques frontales en la línea de frente, y en muchas secciones a la vez, eso, solo pueden ser exitosos si a Ucrania se le acaba la munición”.
El corresponsal de DW, Nick Connolly, comentó que esta falta de balas y proyectiles le ha valido a los comandantes ucranianos “decisiones muy duras”: “He hablado con comandantes a cargo de obuses, de piezas de artillería, que me han contado que no saben durante cuanto tiempo podrán continuar haciendo su trabajo, o si se verán forzados a retroceder y salirse de sus posiciones, para esperar por más artillería. Es un problema muy real”.
Y el problema inmediato es que ni siquiera Estados Unidos tiene una cantidad importante de municiones que entregar, por el momento. Un informe de Seth Jones, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, acusa que la asistencia a Ucrania ha “vaciado las bodegas norteamericanas de algunos tipos de armas y municiones, como los misiles Stingers, los obuses de 155mm y sus municiones, y los misiles antitanques Javelin”.
El mismo experto había contado en CNN que durante una simulación hecha por su instituto, viendo cómo sería un conflicto en el Pacífico, a Estados Unidos se le acabarían “en menos de una semana” municiones de largo rango, como los misiles anti buques.
En ese sentido, Estados Unidos se ha visto obligado a buscar y solicitar municiones a Israel y Corea del Sur para poder cumplir las promesas de armas hechas a Ucrania. Connolly, de DW, comentó al respecto: “Tenemos informaciones de que municiones pakistaníes tipo soviético están camino a Ucrania, y que se les ha solicitado a las tropas norteamericanas enviar las municiones que tienen en bodega en Corea del Sur, hacia Europa”.
Tanto Estados Unidos como sus aliados ya han gastado cerca de 50 billones de dólares en ayuda y equipamiento para el ejército ucraniano, solo el año pasado. Para mantener eso y reabastecer sus propias bodegas, el Pentágono se está apurando para “rearmarse”, embarcándose en uno de los mayores aumentos de producción de defensa en décadas.
El ejército estadounidense está planeando un incremento del 500% en producción de proyectiles de artillería, de 15 mil por mes a 70 mil, de acuerdo al jefe de adquisición Doug Bush. En ese sentido, la industria de defensa norteamericana se tendrá que poner “en pie de guerra”, aún cuando oficialmente Estados Unidos no lo esté.