El verano pasado, Rusia fue la primera nación en anunciar su aprobación de una vacuna contra el Covid-19. Desde entonces, decenas de países, desde México hasta Irán, han ordenado millones de dosis de la inyección, conocida como Sputnik V.
Pero en casa, la campaña de vacunación de Rusia ha fracasado en medio de uno de los niveles más altos de vacilación por las vacunas en el mundo. Si bien la vacuna es gratuita y está ampliamente disponible, solo el 3,5% de los rusos han recibido al menos una dosis, en comparación con el 17,1% en EE.UU. y el 32,1% en Reino Unido, según Our World in Data, un proyecto con sede en la Universidad de Oxford que rastrea el lanzamiento mundial de vacunas. Encuestas recientes muestran que menos de un tercio de los rusos están dispuestos a recibir la vacuna Sputnik V.
Detrás del escepticismo hay dudas persistentes sobre el rápido desarrollo de la Sputnik V y una desconfianza arraigada en las autoridades derivada del pasado soviético del país. Las encuestas, por ejemplo, muestran que muchos rusos creen que el coronavirus es un arma biológica creada por el hombre. Al mismo tiempo, los sondeos indican una fuerte corriente de incredulidad frente al Covid-19 en Rusia.
Si bien los contagios por coronavirus en Rusia han ido disminuyendo, la lenta aceptación de la vacuna deja al país vulnerable a un nuevo brote. Rusia ha tenido más de cuatro millones de infecciones, la cuarta más alta del mundo. La vacilación frente a las vacunas corre el riesgo de socavar el objetivo del gobierno de inocular a alrededor del 60% de la población para el verano.
“Estábamos a la par con todos los demás en el desarrollo de la vacuna, pero ahora estamos atrasados en su administración”, dijo Anton Gopka, decano de la facultad de gestión tecnológica e innovaciones en la Universidad ITMO de San Petersburgo y socio general de la firma de inversión en atención médica ATEM Capital. “Al final, el gran riesgo es que se prolongue la pandemia aquí”.
Eso no es una preocupación para Vadim Ivanov, un conductor de 55 años del departamento de mantenimiento de la ciudad de San Petersburgo. No confía en el gobierno ni en el sistema de salud y cree que la amenaza del Covid-19 es exagerada.
“No voy a recibir una vacuna porque no creo en el coronavirus; todo se trata de engaños”, dijo Ivanov, quien no suele usar mascarilla y rara vez practica el distanciamiento social. “La gente dice que todo es una tontería, que todo es inverosímil, que todo es inventado”.
Para acelerar el lanzamiento, las autoridades rusas eliminaron los grupos de vacunación prioritarios y abrieron la campaña de inoculación a todos en enero. Se han establecido centros de vacunación en patios de comidas, teatros de ópera y centros comerciales, y algunos puntos de venta ofrecen helado gratis por cada inyección.
“No hay escasez de vacunas”, dijo recientemente a los periodistas Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin. “Pero no se puede decir que hay prisa” por conseguir una inyección, señaló. Los funcionarios esperan que la demanda por la Sputnik V aumente a medida que más rusos conozcan las ventajas de la vacuna. Además de la Sputnik V, Rusia ha aprobado otras dos vacunas contra el Covid-19.
El Presidente ruso, Vladimir Putin, quien elogia regularmente la vacuna en la televisión nacional y la ensalza en sus conversaciones con líderes extranjeros, aún no se ha vacunado. El Kremlin ha dicho que Putin planea vacunarse a fines del verano o principios del otoño después de consultar con los médicos.
“El gobierno debe hacer un mejor trabajo al comunicar los beneficios de la vacuna”, dijo Gopka. “Y, por supuesto, la gente se sentiría más cómoda si el jefe de Estado la tomara”.
Los desafíos de lanzar la vacuna a través de la vasta masa terrestre de Rusia en medio de las duras condiciones invernales también han obstaculizado la campaña. El jueves, Putin dijo que nueve de las 85 regiones de Rusia no habían comenzado a vacunar.
La Sputnik V ha enfrentado desafíos desde el principio. Fue aprobada en agosto, solo unos meses después de que comenzara el desarrollo y antes de que se realizaran ensayos clínicos a gran escala. Luego, cuando Rusia comenzó a implementarla en diciembre, los problemas de producción hicieron que el país pudiera entregar solo una fracción de las dosis que los funcionarios habían prometido inicialmente.
Un estudio revisado por pares, publicado el mes pasado en The Lancet, una revista médica británica, mostró que la vacuna tenía una efectividad del 91,6% en la prevención del Covid-19 sintomático y no tenía efectos secundarios graves. Mientras tanto, los fabricantes de medicamentos rusos han aumentado recientemente la producción. De hecho, algunos analistas esperan un exceso de vacunas si la demanda no aumenta.
En el extranjero, Rusia ha llevado a cabo una campaña de relaciones públicas, incluida la publicación de actualizaciones de video en inglés y el mantenimiento de una cuenta de Twitter para la Sputnik V. Según funcionarios estadounidenses, las agencias de inteligencia rusas han montado una campaña para socavar la confianza en Pfizer Inc. y en otras vacunas de países occidentales, utilizando publicaciones en línea que en los últimos meses han cuestionado el desarrollo y la seguridad de las vacunas. El Kremlin niega estas acusaciones.
Otros más de 40 países han autorizado la Sputnik V para uso de emergencia. Eslovaquia y Hungría, miembros de la Unión Europea, aprobaron la Sputnik V y el jueves el regulador de medicamentos del bloque inició una evaluación formal que podría conducir a la autorización de la inyección.
Pero muchos rusos siguen sin estar convencidos.
Una encuesta publicada por la encuestadora independiente Levada Center esta semana mostró que solo el 30% de los rusos está dispuesto a recibir una inyección de Sputnik V, frente al 38% en diciembre, y muchos citaron la preocupación por los posibles efectos secundarios y dudas sobre los ensayos clínicos.
“La vacuna aún no se ha probado completamente y (la campaña de vacunación masiva) es de hecho un ensayo que se está llevando a cabo en masa en los residentes de Rusia sin su conocimiento”, dijo Tatyana Andreyeva, directora de recursos humanos, de 39 años, de Kaliningrado. Ella dijo que no se vacunará.
El hijo de 10 años de Andreyeva se enfermó de Covid-19 en octubre pasado, pero se recuperó rápidamente sin infectar al resto de la familia. “No considero que el Covid sea una enfermedad grave y altamente contagiosa”, dijo.
A nivel mundial, los rusos se encuentran entre los mayores escépticos de las vacunas. Una encuesta de Ipsos publicada en febrero mostró que el 42% de los rusos recibiría una vacuna, en comparación con el 71% en EE.UU. y el 57% en Francia.
Además de las dudas sobre la propia Sputnik V, los analistas citan una falta generalizada de confianza en las autoridades y el sistema de salud.
Solo el 37% de los rusos está satisfecho con la calidad de su sistema de atención médica, en comparación con un promedio mundial del 65%, según una encuesta de Gallup de 2019.
Después del fin de la Unión Soviética, el financiamiento del sistema de salud colapsó, muchos profesionales médicos altamente calificados emigraron y la investigación médica se desaceleró. En 2010, el gobierno lanzó un ambicioso plan para mejorar la calidad de la atención médica en Rusia y actualizar las instalaciones médicas. Pero para 2019, la cantidad de hospitales y camas disponibles disminuyó, y los funcionarios dijeron que la calidad de los servicios se había deteriorado drásticamente.
“Nadie ha tocado la infraestructura del sistema desde finales de los años 50”, dijo Veronika Skvortsova, entonces ministra de Salud, en 2019.
La desconfianza en el gobierno es un legado del pasado comunista de Rusia, cuando la sospecha de los rusos hacia las autoridades llevó a muchos a confiar en el boca a boca y otras fuentes informales de información, según Margarita Zavadskaya, investigadora en ciencias políticas en la Universidad Europea en San Petersburgo.
La encuesta de Levada encontró que dos tercios de los encuestados creían que el coronavirus es un arma biológica creada por el hombre. Entre los rusos que tienden a depender de familiares y amigos para obtener información, casi las tres cuartas partes creen que es un arma biológica.
“Existe un patrón de confianza extremadamente baja en todo tipo de autoridades oficiales, otras instituciones políticas y el sistema de salud”, dijo Zavadskaya.
Andreyeva en Kaliningrado dijo que intenta evitar depender de la atención médica rusa en general.
“No hay ayuda allí, con raras excepciones”, dijo. “El principio es: ayúdate a ti mismo”.