Carmen Lagos (40) viajó en 2008 a Haití. Como médico psiquiatra infantil decidió alistarse en un voluntariado de la Fundación América Solidaria para prestar atención pediátrica en un centro de salud en la ciudad de Puerto Príncipe. Durante siete meses atendió a madres que llegaban buscando respuestas a los llantos desconsolados de sus hijos, pues pensaban que los doctores podrían calmar las dolencias físicas de sus pequeños. Sin embargo, la pediatra se dio cuenta de un factor que la impactó y que se repetía en cada paciente que atendía: los niños no lloraban por dolores físicos, lloraban por hambre.
Haití es uno de los países con la mayor crisis alimentaria de América. Producto de la inestabilidad política, económica y social de los últimos años, agravada por el asesinato del Presidente Jovenel Moïse en julio de 2021 y el terremoto de magnitud 7,2 que sacudió el sur del país un mes después, cerca del 40% de su población se enfrenta al hambre, mientras que un 22% de los menores padece desnutrición crónica, según la última actualización de la Clasificación Integrada de la Fase de Seguridad Alimentaria (CIF).
“Carmen se dio cuenta de que los niños necesitan alimentarse con leche desde el primer día, pero en Haití a los bebés se les da agua con azúcar y comida sólida a los dos o tres meses de vida, porque no existe una cultura de lactancia materna. Fue así que ya de regreso en Chile, ella quiso seguir ayudando a combatir esa realidad; con un grupo de amigos formaron un compromiso con nuevos voluntarios que se iban a Haití para mandar leche. Así comenzó la fundación oficialmente en 2010”, sostiene Monserrat Martínez (35), directora ejecutiva de la Fundación Leche Para Haití.
Carmen y Monserrat pertenecen a la organización chilena que lleva 12 años entregando tratamientos nutricionales a niños en Haití, desde los 6 meses hasta los 5 años de edad. En un comienzo la ayuda consistía en el envío de latas con leche en polvo que se preparaba en el momento, pero cinco años después, los médicos se dieron cuenta de que este alimento no era suficiente.
“Al estudiar entendimos que para tratar la desnutrición severa en países donde no existe información y ni siquiera acceso al agua potable, como Haití, la mejor opción era tratar con RUTF, que es la abreviación para Ready-to-Use Therapeutic Food (alimento terapéutico listo para usar)”, explica Martínez.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este alimento consiste en una barra hecha a base de mantequilla de maní de 500 calorías con hierro y vitaminas clave para la rehabilitación nutricional. Además, a diferencia de otros alimentos, no requiere agua para su consumo, es estable en temperatura tropical durante 24 meses, no requiere ninguna preparación y puede ser administrado en casa por un padre o cuidador.
La lactancia como un tabú
Si bien Unicef sostiene que durante 2022 se pretende distribuir este alimento a 7,2 millones de niños con desnutrición, la organización recalca que el RUTF es solo un complemento y no un sustituto para combatir este problema, puesto que la leche materna es la medida principal que proporciona protección para los menores contra infecciones como la diarrea, al tiempo que crecen saludables.
Sin embargo, dentro de la cultura haitiana existe un mito y poca información sobre la lactancia materna que convierte a este método natural en un perjuicio más que un beneficio.
“Las mujeres haitianas creen que es mejor dar sucedáneos de leche en vez de amamantar, porque debido a su mala salud piensan que esta no tendrá nutrientes y que, al contrario, les generará parásitos y otras enfermedades a sus hijos. Además, dentro de la comunidad hay una creencia popular de que al dar pecho, la mujer traspasa la pena u otros sentimientos a los bebés y por eso no los amamantan”, relata Monserrat.
Debido a esa bagaje, en 2018 la organización postuló a un Fondo Chile para instalar 3 clínicas de lactancia materna en la comuna de La Croix-des-Bouquets -ubicada a 12,9 kilómetros de la capital- para atender a madres, tutores y familias que llegaban buscando asistencia para los niños.
Antes del arribo del Covid-19, delegaciones chilenas de la fundación viajaban dos veces al año al país caribeño a realizar capacitaciones al personal local o evaluar nuevos centros para implementar el programa de apoyo nutricional. No obstante, con la llegada de la pandemia, los viajes se suspendieron y la ayuda pasó a modalidad online.
Con el fin de no postergar más atenciones, en junio de 2021 la fundación ganó otro proyecto financiado por Fondo Chile, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID), en conjunto con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD Chile) para poner en marcha el programa Comunidad de la Leche y formar a monitoras de lactancia materna en sectores rurales de la localidad de Balán.
Madame Lysette Syncion, coordinadora local del proyecto en Haití, cuenta el agradecimiento que siente la comunidad haitiana por el trabajo del equipo chileno en el país, sobre todo por la “importancia de los conocimientos adquiridos para apoyar a las madres y combatir la desnutrición. Ya estamos difundiendo estos conocimientos, y vamos a seguir motivando a las mujeres y familias sobre la importancia de la lactancia materna, y que tiene que ser exclusiva hasta los seis meses”, comenta.
Hasta la fecha, la fundación ha capacitado a 50 profesionales de la salud y más de 500 mujeres haitianas en la región. Mientras que el programa“Juntas por nuestra niñez: Construyendo comunidad de la Leche en Haiti” está compuesto por 19 monitores, entre ellos cuatro menores de 18 años que tomaron el curso.
Pablo Escobar (34) es médico general y forma parte de la Compañía de Jesús. Cuenta que arribó hace un año a Haití para colaborar en la evaluación y seguimiento de los casos incluidos en el programa de la fundación implementado en el Centro de Salud Integral Ana du Rousier, en Balán.
“El enfoque de este programa es la educación, por sobre llegar y repartir cosas. La idea es fomentar que la misma gente pueda sacar a sus niños adelante. Es mostrarles que lo que ellos pueden hacer es crucial. Es como hoy, que yo le reforzaba a una mamá que su leche, que lo suyo, lo que ella mismo ha generado, es mejor que cualquier suplemento artificial hecho en el mundo”, relata Escobar.
Leche Para Haití atiende mensualmente a 90 niños y niñas que se atienden en el centro de Balán y La Croix-des-Bouquets. Actualmente los menores tienen acceso a un tratamiento integral que consiste en la entrega de RUTF, acompañamiento médico y tratamiento farmacológico que se va necesitando para evaluar el estado nutricional de los menores.