La llegada de la pandemia trastocó en todos los niveles la vida y la cotidaneidad conocida hasta ese minuto. Nadie quedó ajeno. Desde marzo en adelante, todos los chilenos debieron aislarse, cambiar hábitos y rutinas, y aprender a batirse en una nueva realidad cruzada por permanentes temores: a contagiarse, a perder a un familiar, a quedar sin trabajo e, incluso, a fracasar en el intento de sobrellevar, desde el hogar y sin redes de apoyo, las exigencias simultáneas, especialmente las familias con hijos.

Las mediciones que se han hecho desde ahí en adelante han puesto cifras a lo que ya advertían los especialistas y que se tradujo en un serio deterioro de la salud mental. De hecho, según el estudio de la ACHS y la Universidad Católica, en abril pasado el 46,7 % de los chilenos presentaba síntomas depresión.

Pero, levantado ahora el confinamiento y con la red de salud restablecida -en su mayor parte-, quienes quieran tratar una patología mental o busquen ayuda para atender, por ejemplo, un cuadro ansioso, tendrán serias dificultades. Encontrar disponible a alguno de estos especialistas, que antes de la pandemia ya eran escasos, se ha vuelto más difícil aún.

De hecho, en la agenda abierta de los siquiatras que atienden en clínicas y centros médicos privados de la Región Metropolitana, las horas presenciales están copadas hasta fin de año, lo de deja solo la limitada posibilidad de que se libere algún cupo, cosa que ocurre esporádicamente.

Juan Pablo Undurraga, jefe de la Unidad de Psiquiatría de Clínica Alemana, afirma que los servicios que atienden patologías mentales “tuvieron un aumento importante en el número de consultas y requerimientos comparado con un año normal”. En el caso de este centro, solo en diciembre se puede encontrar algunas horas en modalidad presencial.

En Clínica Indisa la agenda de noviembre, que recién inicia, ya está cerrada y hay solo nueve cupos disponibles para el mes siguiente. Al repecto, Maritza Bocic, psiquiatra del recinto, confirma que no tiene disponibilidad hasta el próximo año y que en su consulta particular solo hay agenda en 45 días más.

En el caso de Clínica Santa María no hay consultas disponibles hasta enero. Mientras, en la Clínica Dávila no se puede reservar, porque la agenda de los profesionales está completa.

Al respecto, Bocic explica que “no solo en Chile, sino que en todo el mundo, las patologías de salud mental aumentaron y en nuestro país ya veníamos con índices muy altos de depresión. El grado de estrés al cual hemos estado sometido, algo que empeora la salud mental, ha sido muy alto, con el estallido social, la pandemia, las cuarentenas y los problemas económicos; todo eso lleva que aumenten las patologías mentales y haya más demanda” .

En Fonasa, los pacientes pueden ser atendidos de manera institucional por los expertos de la red hospitalaria, tras la derivación desde un centro de la atención primaria. Pero el proceso no es rápido. Según datos de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, al 13 de septiembre habían 7.640 personas en lista de espera para una consulta siquiátrica.

En el sistema público hay 714 psiquiatras adultos disponibles y solo 53 atienden de manera privada con bono Fonasa, donde está asegurado el 80% de los chilenos. Eso, pese a que en el Registro Nacional de Prestadores Individuales de Salud hay en 2.240 especialistas registrados, con 484 de ellos dedicados a la atención de niños y adolescentes.

Son cifras deficitarias. Según el informe de Ocde publicado el año pasado, con cifras de 2016, en Chile hay siete siquiatras por cada 100 mil habitantes, casi 10 puntos por debajo el promedio de la entidad, que alcanza a 16,9.

Juan Maass, director de medios de La Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile (Sonepsyn), señala que “en Chile hay un déficit de psiquiatras, en cuanto a números hay un poco más de 1750, pero lo más llamativo es que están mal distribuidos, se concentran en los sectores más pudientes. Efectivamente esto puede hacer variar la necesidad de la población por ausencia de profesionales en algunos sectores”.

En los precios por la atención también hay una diferencia: “El valor de la consulta, al igual que los fármacos, va a variar de acuerdo al sistema previsional, que puede ir desde cero peso en el sistema público, hasta valores más altos en otros sistemas, como los prestadores privados en este caso, donde el promedio va desde los $ 50 mil hasta los $ 60 mil”, añade Maass.

¿Otros médicos supliendo la carencia?

En contexto de la pandemia, las licencias médicas mentales crecieron significativamente.

Así lo revelan las cifras de Fonasa, que muestran que durante 2019 se otorgaron 19.050.943 días de permiso, los que crecieron un 31% y alcanzaron 24.996.188 en 2020.

Y en el sistema de aseguramiento privado la diferencia es más marcada. De acuerdo a los datos de la Asociación de Isapres, en el período de enero a agosto de 2029 se tramitaron 3.434.446 días de permiso médico, los que se incrementaron un 78% este año, en los mismos meses, llegando a 6.120.032.

También hay otro fenómeno. De acuerdo a cifras de La Asociación de Isapres, el grueso de los permisos por patologías mentales de este año fueron otorgados por doctores que no son psiquiatras. Se trata de un grupo de profesionales que en 2019 emitó 1,2 millones de días de licencias y que en 2021 indicaron un total de 3,2 millones (ver infografía).

Así, mientras entre enero y agosto los siquiatras tuvieron un aumento leve en la emisión de días de permisos médicos al pasar de 2,1 millón a 2,8 millones -en total, poco más de 600 mil jornadas adicionales- los otros emisores crecieron de 1,2 millón de días 3,2 millones es decir, un incremento de dos millones.

¿Qué implica esto? Que el 89% del crecimiento de estos subsidios se originó en otros doctores no especializados.

Gonzalo Simon, presidente de la Asociación de Isapres, señala que una de sus inquietudes frente a este incremento es: “Que se empiece a usar la licencia médica con un propósito distinto al que fue creado, que es la solución del problema de salud de las personas y que esto termine convirtiéndose en un hábito o normalidad, eso es lo que nosotros queremos es prevenir y que las autoridades estén pendientes de tal manera que fiscalicen”.

Francisca Crispi, presidenta del Colegio Médico de Santiago, comenta que “la salud mental se vio muy tensionada por las cuarentenas y la incertidumbre y esa demanda aumentada hace que el sistema de atención primaria y los médicos generales tengan que suplir esa demanda. Hay que considerar que nuestro sistema contempla que la depresión leve que es patología Ges se trate en atención primaria”.

Eso sí, los profesionales del área advierten que si bien sus pares están preparados para la atención inicial, el paciente debe ser derivado a un especialista para que reciba un correcto tratamiento y pueda superar el cuadro que lo afecta. “El papel del médico general es la pesquisa de algún trastorno mental, su tratamiento inicial y después de eso derivar a un especialista”, agrega el director de medios de SONEPSYN.

Según explica Héctor Sánchez, director del Instituto de Salud Pública de la U. Andrés Bello, “históricamente, en ambos sistemas de salud, público y privado, se produce un incremento en el uso de licencia médica cuando hay una situación laboral inestable”.

El académico añade que el alza ha ocurrido y ocurre ”como un remedo de seguridad social frente a situaciones de inestabilidad, por lo general anomalías sistémicas que duran tres o seis meses y luego vuelven a regularizarse. Por eso, no cabe duda de que una parte del incremento se debe al uso de la licencia como recurso para genar ingresos”.

Con todo, Sánchez aclara que no se debe perder de vista que, probablemente, la mayor parte de estos permisos corresponde a personas que legítimamente recurrieron a médicos de medicina general o de otras especialidades -distintas a la siquiatría- frente a un problema real.

“Durante todo 2020 y lo que va de este año, con la pandemia y los encierros, la situación de salud mental no ha sido normal en la población, que seguramente recurrió a profesionales de medicina general porque fueron los primeros que estuvieron disponibles. Mucha gente también optó por teleconsultas para atender problemas reales: trastornos del ánimo, depresiones, crisis de angustia, considerando también las diferencias de precio que hay entre el valor de una consulta general y una de especialidad”.

El ex superintendente de Salud, Manuel Inostroza, también repara en el porcentaje de los permisos que podría ser irregular. “Así como me preocuparía de la salud mental de los pacientes que se ha visto afectada, también me preocuparía de controlar muy bien, para sancionar con la máxima rigurosidad a quienes emitan licencias médicas fraudulentas”.

Según datos de la Superintendencia de Seguridad Social, organismo encargado de fiscalizar este delito, en 2020 hubo 137 investigaciones que terminaron con algún tipo de sanción para aquellos que emitieron licencias irregulares. Mientras, en lo que va del 2021 se suman otras 38.

Manuel José Irarrázaval, presidente del Instituto de Políticas Públicas en Salud de la Universidad San Sebastián plantea que la licencia médica, como herramienta terapéutica, es muy relevante: “Saca al paciente del ambiente laboral o a veces familiar que le está incrementando su patología psiquiátrica. A una persona el ir a su trabajo le genera una enorme angustia, yal salir de ahí unos 15 días, le estás dando la oportunidad de reconstruir su estabilidad psíquica mucho mejor a que si lo obligas a seguir ahí”.

En junio de 2020, el Gobierno lanzó el programa Saludablemente con el objetivo de ayudar y acompañar a la población, mediante la atención de psicólogos y la disposición de información.

Desde la implementación de este servicio se han recibido 33.9271 consultas, de las cuales 29.0840 han sido concretadas. El principal motivo de los usuarios al momento de solicitar una atención son los síntomas ansiosos, de hecho, el 48,6% de los llamados son por esta razón.