El Papa emérito Benedicto XVI cumplió 95 años el fin de semana pasado, un hito significativo en sí mismo, pero más aún ahora que ha sido Pontífice jubilado por más tiempo que reinante.
Para destacar el hecho, un nuevo libro se propone estudiar la situación actual en el Vaticano, no tanto a través del lente de los nueve años de pontificado del Papa Francisco como de los nueve años de retiro de Benedicto.
A diferencia de la mayoría de los libros sobre la Santa Sede, “Il Monastero” (el monasterio), del veterano comentarista italiano Massimo Franco, publicado en Italia el jueves, utiliza la casa de retiro de Benedicto en un monasterio en los jardines del Vaticano como prisma para enfocar la anomalía sin precedentes de dos Papas, uno reinante y el otro jubilado, residiendo juntos en el Vaticano.
En escenas de la vida real dignas del drama de Netflix Los dos Papas, el libro pinta un cuadro de dos cortes pontificias que al principio mantenían relaciones excelentes: Francisco calificaba a Benedicto de “abuelo sabio”, a quien acudía en busca de consejo, y Benedicto trataba a Francisco con el respeto debido a un Papa.
Pero Franco, que para su relato tuvo acceso sin precedentes al equipo de Benedicto y sus aliados, observa que las guerras por el poder en el Vaticano y el vuelco progresista de la Iglesia en la Alemania natal de Benedicto y otros lugares han trasformado al “Monasterio” en el cuartel general simbólico de la oposición a Francisco. Y Benedicto, escribe, se ha convertido en el punto de referencia involuntario de los católicos tradicionalistas de derecha que detestan a Francisco.
“El Monasterio es el sitio donde va la gente lastimada por Francisco a curarse”, dijo a Franco el cardenal Gerhard Mueller, exjefe de doctrina del Vaticano y uno de los primeros despedidos por Francisco.
El libro toma como punto de partida la decisión revolucionaria de Benedicto en 2013 de retirarse, el primer Papa que lo hace en 600 años. Benedicto dijo que renunciaba porque ya no tenía fuerzas para seguir adelante. Pero “Il Monastero” rastrea el origen de muchos problemas que sufre la Iglesia en la actualidad al “trauma” sin curar provocado por su partida y por su retiro inesperadamente largo.
Los problemas “no son culpa de Francisco ni culpa de Benedicto”, dijo Franco en una entrevista. “Es el subproducto de lo inevitable, producto inevitable de la renuncia”.
Por tratarse de una Iglesia que atesora la unidad y ve en el Papa al vicario de Cristo sobre la Tierra, la confusión acerca de quién es el Papa verdadero o el fantasma de un pontificado paralelo no es un problema menor. Y la mayoría de los observadores del Vaticano coinciden en que el experimento de Benedicto con la renuncia deberá ser corregido y regulado con una serie de normas antes de que un futuro Papa decida seguir sus pasos.
Franco, columnista del influyente diario Corriere della Sera, recuerda algunos de los tropiezos clave que han caracterizado estos nueve años, empezando por la negativa de Benedicto de respaldar los 11 tomos sobre la teología de Francisco, porque incluía autores que habían criticado su pontificado. El entonces jefe de comunicaciones de Francisco, monseñor Dario Viganò, había solicitado el respaldo de Benedicto precisamente para demostrar la continuidad pontificia y acallar a los críticos tradicionalistas que consideraban deficiente la teología del Papa reinante.
Estalló un escándalo, porque Viganò manipuló una fotografía de la carta de Benedicto XVI en la que se negaba a respaldar el proyecto para que pareciera que estaba de acuerdo con él. Francisco aceptó a regañadientes la renuncia de Viganò después.
La otra tensión principal en las relaciones se produjo dos años después, cuando Benedicto XVI escribió un libro con un crítico de Francisco afirmando la necesidad de que los sacerdotes permanecieran célibes, precisamente en el momento en que Francisco estaba considerando permitir que hombres casados fueran ordenados para aliviar la escasez de sacerdotes en el Amazonas.
Un Papa-teólogo anterior opinando sobre un tema que estaba siendo estudiado por el Papa actual fue el escenario de pesadilla de un “magisterio paralelo” predicho por los abogados canónicos y teólogos en 2013. Culparon la decisión de Benedicto XVI de retirarse en ese momento y especialmente su elección de mantener la sotana blanca del papado y llamarse a sí mismo “Papa emérito” en lugar de volver a su nombre de nacimiento.
El episodio del libro, escribe Franco, fue algo así como la gota que colmó el vaso y un epílogo de la debacle de Viganò, en la que el arzobispo Georg Gaenswein, secretario de Benedicto XVI durante mucho tiempo, fue un actor clave tras bambalinas. Gaenswein había servido como puente entre los dos Papas al actuar también como jefe de la casa papal de Francisco. Pero después del desastre del libro de 2020, Francisco lo destituyó como prefecto de la casa papal, aunque conserva el título y permanece a cargo del Monasterio y el equipo de Benedicto.
“Francisco, comprensiblemente irritado, fue empujado por sus aliados a cortar el ambiguo cordón umbilical con ese monseñor (Gaenswein) que se movía con tanta facilidad en los salones del Vaticano como en los salones de la aristocracia”, escribe Franco.
Benedicto había dicho que se retiraría a una vida de oración, porque ya no tenía la fuerza física o mental para continuar con los rigores y los viajes del papado del siglo XXI. Gaenswein le dijo a Vatican News en su cumpleaños el 16 de abril que Benedicto “está de buen humor, naturalmente está físicamente débil y frágil, pero bastante lúcido”.
Su cumpleaños número 95 cae cuando Francisco, quien en diciembre cumplió 85, también está disminuyendo la velocidad: la rodilla mala de Francisco ha hecho que caminar, subir escaleras y levantarse de la silla sea doloroso, y ya no puede estar de pie por largos períodos. Sin embargo, tiene planeado un agotador calendario de viajes para los próximos meses y no ha mostrado indicios de que planee retirarse pronto.