Dos años después del anuncio, el Presidente de Francia, Emmanuel Macron, cumplió la promesa que realizó en medio de la crisis desatada por las protestas del movimiento denominado ”chalecos amarillos” y anunció el cierre de la Escuela Nacional de Administración (ENA), considerada la cuna de formación de la élite francesa, que tuvo entre sus aulas a cuatro de los últimos seis exmandatarios del país.
Considerada una de las universidades más prestigiosas y tradicionales de Europa, la ENA, ubicada en Estrasburgo, se transformó en un símbolo del elitismo en el continente y el ejemplo de la escasa movilidad social que el Palacio del Elíseo busca erradicar.
La casa de estudios admite a menos de 100 alumnos anualmente tras pasar por estrictos exámenes de admisión y procesos que en su mayoría benefician a familias millonarias. La institución de educación superior después de un programa de estudios de dos años clasifica a los alumnos por sus resultados en una escala de 1 a 100.
Posteriormente, los mejor evaluados pueden elegir los cargos que les gustaría ocupar, que son divididos en “grandes cuerpos”, como el Consejo de Estado, la Inspección Financiera y la Corte de Cuentas, mientras los que están más abajo en el ranking quedan en trabajos menos deseados de administración pública. La reforma presentada por Macron incluye una nueva casa de estudios y finalizar este sistema.
Según la BBC, un título de la ENA ha sido el pasaporte para las altas esferas de la política francesa y las personas se preparan por años para dar las pruebas de ingreso, que evalúan desde temas de economía a las relaciones internacionales. La mayor dificultad está en el “gran oral”, en el que un riguroso panel de expertos interroga sobre un tema en específico a los postulantes.
La casa de estudios surgió en octubre de 1945 por orden del mandatario provisional, el general Charles de Gaulle (1944-1946), y que inicialmente tenía como objetivo “reconstruir un Estado moderno” a través de potenciar la meritocracia, “democratizar la administración pública”, forjar una “institución de tecnócratas” y dar fin al “nepotismo” tras las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Los estudiantes graduados son parte de un listado exclusivo y son llamados énarques (enarcas). Este es el caso de los exmandatarios François Hollande, Jacques Chirac, Valéry Giscard d’Estaing y el propio Macron. También pasaron por las aulas de la ENA el actual primer ministro Jean Castex y sus antecesores, Édouard Philippe, Dominique de Villepin, Lionel Jospin, Alain Juppé, Édouard Balladur, Michel Rocard y Laurent Fabius.
Pero la ENA no solo recibió a ciudadanos franceses, sino también a extranjeros. El actual mandatario de Camerún, Paul Biya; el expresidente de Egipto Adli Mansur y el exjefe de Estado de Benín Nicépjore Soglo son parte de sus exalumnos.
De acuerdo al diario The Guardian, al interior del ENA el número de estudiantes de familias privilegiadas era del 45% en las décadas de 1950 y 1960, pero aumentó a aproximadamente el 70% entre 2005 y 2014, mientras que los de familias de clase trabajadora se redujeron a aproximadamente el 6%.
Un estudio elaborado por el Centro Europeo de Sociología y Ciencias Políticas publicado en 2015 apuntó que en el 70º aniversario de la ENA, “independientemente de cómo se calcule, la admisión no se ha democratizado durante los últimos 70 años”, pero destacó que el número de alumnas creció al 45%.
La prensa francesa asegura que el cierre del ENA es una “respuesta tardía a la crisis de los ‘chalecos amarillos”. En noviembre de 2018, un molesto grupo de franceses salió a las calles por primera vez con sus prendas reflectantes para rechazar el alza del precio de los combustibles, pero que a la larga se transformó en multitudinarias manifestaciones que buscaron desafiar a las autoridades por “desconexión” con la ciudadanía.
“Si queremos construir una sociedad con igualdad de oportunidades y excelencia nacional, debemos restablecer las reglas de contratación, carreras y el acceso a los niveles superiores de la administración pública. Es por eso que cambiaremos el sistema de capacitación, selección y desarrollo profesional al suprimir la ENA y otras instituciones”, señalaba el discurso preparado por Macron para el 15 de abril de 2018, que fue postergado por 10 días debido al incendio en la Catedral de Notre Dame, y que finalmente fue filtrado por la prensa en 2019.
Pese a sobrevivir a las movilizaciones, Macron sigue estando en el ojo del huracán debido a que enfrenta una serie de críticas por su gestión en la pandemia y en la campaña de vacunación. Por esto, la orden del Ejecutivo sobre el ENA parecería ser clave a 12 meses de las próximas elecciones francesas.
El jefe de Estado francés propone reemplazar la ENA con un nuevo establecimiento educacional, el Instituto de Servicio Público (ISP), que seguirá con la obligatoriedad de “exámenes de ingresos y un programa de estudios específicos”, pero que buscará atraer a una “gama de estudiantes socialmente más diversos”.
El diario francés Le Monde recordó que en febrero Macron anunció la creación de un quinto concurso para recibir a mil nuevos alumnos de “bajos ingresos o de zonas desfavorecidas”, para lo cual habrá dos centros educativos por región y de los 80 cupos anuales para la promoción de la ENA, seis serán para estos jóvenes.
La iniciativa de Macron causó diversas reacciones en el país. Por una parte, la derecha francesa, a través del partido Los Republicanos, acusó que se trata de “una política muy macronista del chivo expiatorio: suprimen la ENA por no haber reformado el Estado”. En la otra esquina, el Movimiento Democrático (Modem) defendió que la medida evidencia la “voluntad de cambiar las cosas”.
“La discusión ahora es si se trata de un cambio de nombre y algunos ajustes organizativos, o si la transformación va mucho allá”, se preguntó el diario español El País.