Benjamin Netanyahu regresó este jueves al poder como primer ministro de Israel y lo hizo con un gobierno de extrema derecha que pretende ampliar los asentamientos judíos en Cisjordania y aplicar otras políticas que ya ha recibido críticas dentro y fuera del país.
El líder de 73 años prestó juramento al cargo momentos después de que el Parlamento de Israel, o Knesset, aprobó un voto de confianza en su nuevo gobierno, el más derechista y religioso en la historia de Israel. De los 120 miembros del Legislativo, 63 votaron a favor del nuevo gobierno, con 54 votos en contra. Su regreso marca su sexto mandato en el cargo, continuando con su dominio de más de una década sobre la política israelí.
Netanyahu, que ha sido enjuiciado por cargos de corrupción que él niega, ha tratado de calmar las preocupaciones sobre los derechos civiles y la diplomacia desde que su bloque de partidos nacionalistas y religiosos se aseguró una mayoría parlamentaria en las elecciones del 1 de noviembre.
Entre sus aliados se encuentran los partidos Sionismo Religioso y Poder Judío, que se oponen a la creación de un Estado palestino y cuyos líderes -ambos colonos de Cisjordania- se han manifestado en el pasado en contra del sistema judicial de Israel, su minoría árabe y los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales, explicó la agencia Reuters.
Este nuevo gobierno puso de manifiesto el destino de la izquierda israelí, cuyos partidos son cada vez más irrelevantes en un país fundado por socialistas que ahora luchan por mantener algún remanente de influencia, indicó el diario O Globo. “No hay izquierda en Israel”, dijo al mismo medio Guy Hirschfeld, de 54 años, votante de la Lista Conjunta -que alberga a los partidos árabes de izquierda- y activista desde los 14. “La forma en que podemos influir es despertar a la izquierda que, en Israel, trata de ser cortés con el otro lado, pero la gente aquí los ve como el enemigo”, comentó.
La ocupación militar se ha convertido en uno de los principales temas que dividen a los israelíes, dice O Globo. Mientras que la izquierda está más abierta a discutir una solución de dos Estados, uno para los judíos y otro para los palestinos, la derecha se enfoca en la seguridad y asocia el activismo palestino con el terrorismo.
Desde la fundación del Estado en 1948 hasta finales de la década de 1970, la izquierda y principalmente el Partido Laborista dominaron la política en Israel. Los kibbutz o granjas colectivas, dice O Globo, difundieron y ayudaron a dar forma a la imagen del nuevo país fundado por judíos seculares progresistas y socialdemócratas para albergar a la comunidad judía mundial y ser un refugio seguro para los sobrevivientes del Holocausto.
En 1977, Menachem Begin, fundador del partido Herut (más tarde Likud), fue elegido y derrocó el monopolio de tres décadas de la izquierda. Desde entonces, el sector aún logró volver al poder en algunas ocasiones, pero prevaleció la tendencia de fortalecimiento de la derecha, que culminó con los 12 años de gobierno de Netanyahu, su representante más famoso en la actualidad.
Gobierno de coalición
El político, conocido popularmente como Bibi y la persona que más tiempo ha estado en el cargo en la historia de Israel -tras dos mandatos entre 1996-1999 y 2009-2021- ha materializado su retorno a la primera fila de la política israelí un año, seis meses y 16 días después de abandonar el cargo, tras volver a asumir el liderazgo de un gobierno después de la sesión de confirmación en la Knesset.
Netanyahu tuvo que abandonar el poder en 2021 a raíz del ensamblaje de una coalición diversa que integró a partidos de todo el espectro político, unidos por su oposición a que el líder del Likud continuara como primer ministro. Dicha alianza contó con la participación de partidos ultraderechistas, izquierdistas e incluso de la Lista Árabe Conjunta, por primera vez parte de un gobierno en Israel.
Esta coalición logró así una escueta mayoría de 61 de los 120 escaños de la Knesset, lo que derivó en una situación de extrema fragilidad que, sumada a las creciente tensiones entre los distintos partidos, acabó por desembocar en el colapso del Ejecutivo -en el que Naftali Bennett y Yair Lapid se rotaron como primer ministro- y en la convocatoria de nuevas elecciones.
La convocatoria, formulada en junio, llevó a Israel a unas quintas elecciones en tres años, tras el colapso de varios gobiernos inestables o la ausencia de mayorías claras en el seno de la Knesset, un bloqueo que emanó de las elecciones de abril de 2019, que se celebraron de forma anticipada a causa de las disputas en torno a un proyecto de ley sobre el servicio militar entre la comunidad ultraortodoxa.
Sin embargo, en esta ocasión ha salido de las urnas una mayoría clara para el bloque encabezado por el Likud, que incluye a varios partidos ultraortodoxos y ultraderechistas y que controla 64 escaños en el Parlamento tras una serie de acuerdos que han derivado en importantes concesiones por parte de Netanyahu para poder volver al cargo.
Bibi ha prometido en repetidas ocasiones promover la tolerancia y buscar la paz, en un intento de defenderse de las críticas a su coalición. En un discurso ante el Parlamento, afirmó que “poner fin al conflicto árabe-israelí” es su principal prioridad, junto con frustrar el programa nuclear iraní y reforzar la capacidad militar de Israel.
Para los palestinos, el nuevo gobierno de Netanyahu ha oscurecido aún más un panorama ya de por sí sombrío. Tras un año en el que la violencia se ha disparado en Cisjordania, los asentamientos judíos están a punto de expandirse por tierras en las que los palestinos esperaban construir un futuro Estado.
Se espera que el nuevo gobierno dé pasos hacia la anexión de Cisjordania. Según explica el portal Axios, la anexión es poco probable mientras Estados Unidos esté dirigido por la administración Biden, pero la coalición de Netanyahu ha señalado que la implementará si un republicano gana las elecciones presidenciales en 2024.
“El primer ministro promoverá una política de aplicación de la soberanía sobre Judea y Samaria (Cisjordania) teniendo en cuenta el momento y los intereses internacionales de Israel”, se lee en los acuerdos de la coalición.
Los acuerdos de coalición establecen planes detallados para apoderarse de más partes de Cisjordania, incluida la priorización de la construcción de asentamientos, medidas que harían imposible establecer un Estado palestino.
La parte de política exterior de los acuerdos solo dice que el gobierno profundizará la cooperación con los países de los Acuerdos de Abraham, que condujeron a pactos de normalización entre Israel y varias naciones árabes, e “intentará y promoverá nuevos acuerdos de paz para poner fin al conflicto árabe-israelí”.
Los acuerdos de coalición también incluyen cambios que el nuevo gobierno quiere hacer en el sistema judicial, movimientos que son especialmente importantes para Netanyahu, quien está siendo procesado por soborno, fraude y abuso de confianza, y busca formas de detener su juicio.
Netanyahu nombró a su confidente, Yariv Levin, como ministro de Justicia. Según los acuerdos, todos los miembros de la coalición deben apoyar todas las medidas presentadas por Levin relacionadas con el sistema judicial, la Corte Suprema y el nombramiento de jueces.
Los acuerdos dicen que tales pasos son necesarios para “restaurar el equilibrio entre las ramas del gobierno”. Se espera que esto incluya una medida que permitiría a la Knesset anular los fallos de la Corte Suprema, lo que en la práctica dejaría sin poder al Tribunal Supremo de Israel.
El fiscal general, el presidente del Tribunal Supremo y la mayoría de los expertos legales del país se oponen a tales esfuerzos, diciendo que podrían destruir el Poder Judicial fuerte e independiente de Israel y cambiar el sistema democrático de gobierno del país.