“Desde hace un tiempo se acabó la leyenda del Francisco progresista”, tituló ayer el diario italiano Domani y el teólogo y filósofo Vito Mancuso tuiteó que “la Iglesia del Papa Francisco es siempre más idéntica a la Iglesia Católica que se quedó atrás 200 años”, de la que hablaba el fallecido cardenal Carlo Maria Martini. Detrás de la polémica se encuentra la reacción del Vaticano contra el llamado proyecto de ley Zan, una iniciativa presentada por el diputado del Partido Democrático Alessandro Zan que define como delito la violencia y discriminación por razones sexuales y decreta, “como parte de la necesaria sensibilización sobre el tema”, la creación del día nacional contra la homofobia, la lesbofobia, la bifobia y la transfobia. La iniciativa fue aprobada el año pasado en la Cámara de Diputados y está actualmente bloqueada en la Comisión de Justicia del Senado.
El martes pasado el diario Corriere della Sera reveló que el arzobispo Paul Gallagher, encargado del Vaticano para las relaciones con los Estados -virtual ministro de Relaciones Exteriores- envió una nota verbal al embajador de Italia ante la Santa Sede solicitando modificar el proyecto de ley. Según la nota de la Secretaría de Estado, la norma de ser aprobada limitaría la “libertad garantizada a la Iglesia Católica por el Artículo 2, párrafos 1 y 3 del acuerdo de revisión del Concordato”. Este último fue aprobado por el Estado italiano y el Vaticano en 1929 -cuando se selló la reconciliación entre ambos- y revisado en 1984 y en él se regulan las relaciones entre ambos Estados. El artículo en cuestión, por ejemplo, señala que “la república italiana reconoce la plena libertad (…) pastoral, educativa y caritativa” de la Iglesia Católica.
Es la primera vez en la historia que el Vaticano interviene públicamente en la tramitación de una ley en Italia, argumentando la violación del Concordato. Si bien durante la discusión de las leyes de aborto y divorcio la Iglesia Católica fijo posición, nunca había intervenido a través de una nota diplomática para modificar una norma. Por ello, la reacción del primer ministro Mario Draghi no tardó en llegar. “El nuestro es un Estado laico, no confesional, por lo tanto, el Parlamento tiene todo el derecho de discutir y legislar”, señaló ayer durante una intervención en el Senado. Además, agregó que están dadas todas las garantías para respetar los principios constitucionales y los acuerdos internacionales y que la secularidad “no es indiferencia del Estado frente al fenómeno religioso”, sino respeto del pluralismo y la diversidad.
Según el vaticanista estadounidense John Allen, editor del sitio CruxNow, los críticos al proyecto advierten que “este podría obligar a las escuelas católicas privadas a modificar sus currículos para adoptar cursos obligatorios establecidos por el Estado italiano sobre tolerancia y género y podría criminalizar expresiones públicas de las enseñanzas católicas sobre el matrimonio y la sexualidad”. Un punto que señaló también el jurista, expresidente de la Corte Constitucional italiana y consejero de la comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, Cesare Mirabelli, en una entrevista al sitio oficial de la Santa Sede, Vatican News. “El margen interpretativo (del proyecto de ley) es demasiado amplio”, aseguró. “Una universidad católica podría ser denunciada penalmente por la adopción de textos de bioética”, aseguró.
La revelación de la nota vaticana alimentó las especulaciones sobre el conocimiento que tenía el Papa de la medida adoptada por la Secretaría de Estado. No es la primera vez que el Pontífice está en el centro de la polémica por una medida vinculada al debate sobre la homosexualidad. En febrero pasado, por ejemplo, la difusión de un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe prohibiendo la bendición a parejas homosexuales generó fuertes críticas de sectores progresistas y el propio Papa se distanció de la medida. Incluso, en una entrevista con La Tercera, Juan Carlos Cruz reveló que Francisco le dijo estar “muy dolido” por lo sucedido con el documento sobre las parejas homosexuales. En Alemania, a su vez, varios sacerdotes desafiaron la medida y organizaron una bendición masiva de parejas gay.
Según la periodista italiana del diario Il Messaggero Franca Giansoldati, detrás de la nota diplomática estaría la mano directa del Papa. Según ella, Bergoglio aprobó la medida luego de que “los tiempos parlamentarios se estrecharan” y las gestiones del secretario de Estado Pietro Parolin no dieran resultados. “La intervención apunta a abrir un diálogo (porque) si las cosas quedan como están, incluso para un párroco podría bastar una prédica con una cita sacada del catecismo para terminar en problemas”. El hecho, según el vaticanista Domenico Agasso, es que de ser así el Papa contradijo su decisión declarada hace algunos años de “no involucrarse en asuntos nacionales”. Pero de paso recibió críticas de figuras progresistas y felicitaciones de los conservadores. El diario La Veritá, por ejemplo, tituló “Habemus Papam”.