Rafael Rosell, rector U. del Alba, ex UPV: “Hay una incapacidad de demostrarles a los jóvenes que no es necesario manifestarse violentamente”
A dos años del voraz incendio que quemó la casa central de la Universidad Pedro de Valdivia, nuevos aires soplan sobre ella. Un cambio de nombre y un profundo repensar al modelo educacional son parte de la transición obligada que debió asumir la institución, ahora administrada por un grupo de académicos, que lidera el abogado y cientista político.
El incendio del 8 de noviembre de 2019 hizo replantear todo en la Universidad Pedro de Valdivia. Ese viernes de protesta en Plaza Baquedano vivió actos vandálicos que terminaron con la quema de su casa central. Fue el último remezón para la institución, que soportaba un duro año tras el fracaso en el proceso de acreditación.
Se evaluaron muchas opciones, incluso un posible cierre. Pero un grupo de siete académicos decidió asumir el control de la corporación y replantear su modelo educacional en las cuatro sedes a lo largo de Chile. Dicen soñar con una educación menos desigual, por lo que han llevado a cabo en su universidad políticas como la eliminación de la PTU para ingresar a sus carreras, viviendo la primera experiencia este año con la carrera de Medicina.
¿Cómo surge este proyecto?
Se basó en lo que hizo la Universidad Austral y desde esa mirada entendimos que era posible que académicos administraran una universidad sin necesidad de tener a un grupo o empresa controladora. Comenzamos a conversarlo una semana después del incendio de la universidad, para encontrar la forma de continuar con este proyecto.
¿Y no encontraron reparos en la antigua administración?
Es que estábamos en medio del estallido social y ellos también estaban teniendo problemas con sus preuniversitarios. Además, una semana después del incendio vino la no acreditación de la universidad. Entonces, desde la mirada de no querer cerrar la universidad, ellos entendieron que la mejor forma era que esto continuara, pero con otra administración, conformada en ese instante por siete académicos. Ahora ya somos 14.
Y hasta les dieron facilidades.
Ellos nos apoyaron bastante, dejaron algunos recursos para continuar con el proyecto, como dos propiedades en las que nosotros estamos y ellos no nos cobran arriendo.
Y vino el cambio de nombre. ¿Por qué Universidad del Alba?
Desde el 9 de noviembre de 2019 solo se veían nubes negras sobre la universidad. Necesitábamos un cambio de nombre porque Chile está viviendo una situación (social) diferente y creímos que un nombre propio ya no era adecuado para una universidad como la nuestra. Ahora somos una corporación educacional sin fines de lucro llamada Universidad del Alba.
¿No creen en una prueba de selección nacional?
La PSU o PTU no nos interesa, porque entendemos que las notas no son todo lo importante en la admisión, sino que hay que ver la vocación, las ganas de ser más o la capacidad de liderazgo. Nuestro lema es ‘Líderes del Mañana’, por eso es que necesitamos encontrar a líderes.
Y comenzaron en Medicina.
Realizamos una admisión inclusiva, pero selectiva. Y nos ha ido bien, tuvimos la posibilidad de probar este sistema este año con la carrera de Medicina. Tuvimos 1.400 postulantes, 800 fueron seleccionados en primera instancia y 200 fueron finalmente matriculados. Consistió en entrevistas personales a cada uno de los estudiantes, más dos test. Demoramos varias semanas, pero nuestros profesores estuvieron comprometidos con el proceso. Además, estamos generando una investigación con nuestra forma de admisión y con esta experiencia esperamos abrirnos a las otras carreras de la universidad, para que todas tengan el mismo proceso.
Y este cambio comenzó hace dos años, tras el incendio en la casa central, ¿qué sienten?
Sentimos tristeza, frustración. Recuerdo un cartel de un alumno que decía: “¿Por qué a nosotros si nadie nos dio una oportunidad y esta universidad sí?”. ¿Por qué nos quemaron? Hay una interrogante no resuelta.
¿Por qué cree que hubo tanta violencia contra ustedes?
El 18 de octubre fue un día en que se quiebra el consenso democrático en el país y en que el sistema político demuestra que no logra procesar las demandas ciudadanas. Ese quiebre quedó claramente demostrado por la violencia que hubo. Este quiebre ya venía, se vio en 2006 y en 2011, pero no logramos anticiparnos a mostrar a nuestros jóvenes que la violencia es un error, porque no va a generar nada bueno.
¿Cree, como plantean algunos, que sólo a través de la violencia se consiguen cambios?
Hoy se dice que del 18 de octubre surgió la Convención Constituyente, pero no es así. Ese día quedó demostrado el quiebre del sistema político y el consenso democrático y pudo haber quedado ahí, o disparado a en cualquier otra dirección, hasta en una guerra civil. Pero hubo un nuevo acuerdo democrático que hace reencauzar desde la violencia hacia la Convención Constituyente. Entonces, al final los hechos de violencia son solo antecedentes.
La PSU también fue blanco de actos de protesta...
En 2013 se realizó el Informe Pearson de evaluación a la PSU, solicitado por el propio Consejo de Rectores, en el que se estableció una serie de debilidades y falencias que tenía la prueba. Sin embargo, se hicieron correcciones mínimas hasta que, en 2020, cuando secundarios protestaron e incluso impidieron rendir la PSU con normalidad, recién ahí se iniciaron los cambios. Entonces, claramente hay una incapacidad de demostrarles a los jóvenes, y a toda la sociedad, que no es necesario manifestarse violentamente.
¿Está de acuerdo con que estos actos son los que aceleran los procesos de cambio?
Eso pareciera, pero no es tan así. El 18 de octubre de 2019 la violencia podría haber seguido solo en más violencia. Las grandes crisis de violencia que se producen a nivel global se desatan porque no existe diálogo ni conversación, sino solo puntos de vista distantes. Tiene que haber algo más que la violencia para que podamos ponernos de acuerdo.
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