Menos de la mitad de la población mundial vivió en democracia en 2021 y solo 21 países de 167 Estados independientes y territorios gozan de una “democracia plena”, un estatus que tanto España como Chile perdieron, según un estudio del grupo británico The Economist publicado ayer, que destaca, a su vez, que estos resultados reflejan el continuo impacto negativo de la pandemia de Covid-19 en la democracia y la libertad en todo el mundo por segundo año consecutivo.
Según este estudio de la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU), el Índice de Democracia en 2021 pasó de 5,37 en 2020 a 5,28; es decir, la mayor caída anual desde 2010, consigna France Presse. Así, menos de la mitad (45,7 %) de la población mundial ahora vive en algún tipo de democracia, una disminución significativa desde 2020 (49,4 %). Aun menos (6,4%) residen en una “democracia plena”; este nivel es inferior al 8,4 % de 2020, después de que dos países (Chile y España) fueran degradados a “democracias defectuosas”. Sustancialmente, más de un tercio de la población mundial (37,1%) vive bajo un régimen autoritario, con una gran proporción en China.
Hubo 13 cambios de categoría de régimen, nueve negativos y cuatro positivos. Dos países, Chile y España, fueron degradados de “democracias plenas” a “democracias defectuosas”. Tres países mejoraron su estatus de “regímenes híbridos” a “democracias defectuosas”, los tres en Europa del Este: Moldavia, Montenegro y Macedonia del Norte. Ecuador, México, Paraguay y Túnez fueron relegados de “democracias defectuosas” a “regímenes híbridos”. Mauritania fue promovida desde la clasificación de “autoritario” a la de “régimen híbrido”. Mientras tanto, Kirguistán descendió ocho lugares y pasó de la categoría de “régimen híbrido” a la clasificación de “autoritario”. Haití siguió el mismo camino, al igual que Líbano, destaca el informe de The Economist.
El ranking nuevamente es liderado por Noruega, con un promedio total de 9,75 puntos, seguido por Nueva Zelandia (9,37), Finlandia (9,27), Suecia (9,26), Islandia (9,18) y Dinamarca (9,09). Todos ellos integran el grupo de las “democracias plenas”, al igual que países como Irlanda, Australia, Suiza, Alemania, Corea del Sur, Japón, Reino Unido, Uruguay (8,85) y Costa Rica (8,07), estos dos últimos, los únicos latinoamericanos en este apartado.
En el caso de Chile, el informe lo ubica en el puesto 25 del ranking, con un puntaje promedio de 7,92. Esto significa un retroceso de ocho puestos respecto del ranking de 2020, donde marcó 8,28 puntos y se situó en la posición 17. De esta forma, nuestro país dejó ser una “democracia plena” luego de dos años en ese grupo, volviendo al listado de las “democracias defectuosas”. Entre las variables medidas, estos fueron los resultados: proceso electoral y pluralismo (9,58), funcionamiento del gobierno (7,86), participación política (5,56), cultura política (7,50) y libertades civiles (9,12).
“La degradación de Chile de una ‘democracia plena’ a una ‘democracia imperfecta’ fue consecuencia de los bajos niveles de confianza en el gobierno, la baja participación electoral en las elecciones recientes y la profundización de la polarización política. El colapso de los partidos de centro y los disturbios sociales que siguieron a las protestas a gran escala en octubre de 2019 ilustraron la creciente polarización política”, apunta el reporte, que agrega: “Esto también fue evidente en la primera vuelta de la elección presidencial, celebrada en noviembre de 2021, en la que colapsaron coaliciones centristas tradicionalmente poderosas, dejando al ultraderechista José Antonio Kast y al izquierdista Gabriel Boric para competir en una segunda vuelta electoral en diciembre. La elección estuvo muy polarizada, ya que Kast y Boric tenían puntos de vista diametralmente opuestos sobre la economía y la política social”.
The Economist destaca que “Chile también está viendo un aumento de la violencia en el sur del país por parte de miembros radicales de la comunidad indígena mapuche, por lo que se declaró el estado de emergencia en las regiones más afectadas”. “Como nota positiva, Chile inició un proceso de reescritura constitucional en julio de 2021, con una asamblea constituyente que logró la paridad de género y garantizó la representación indígena; sin embargo, la asamblea está dominada por representantes de centroizquierda y esto podría alentar una mayor polarización de la política chilena en 2022″, añade.
En el caso de España, un deterioro de 0,18 puntos en su puntuación fue suficiente para relegar al país de la clasificación de “democracia plena” a la de “democracia defectuosa”. Su puntaje total fue de 7,94, que lo ubica en el ranking número 24. En 2020, su puntuación era de 8,12, lo que le permitió situarse en el lugar 22. En las variables medidas, estos fueron sus resultados: proceso electoral y pluralismo (9,58), funcionamiento del gobierno (7,14), participación política (7,22), cultura política (7,50) y libertades civiles (8,24).
El informe señala que España estuvo a punto de ser reclasificada como una “democracia defectuosa” después de que su puntuación cayera en 2017 a raíz de la crisis catalana, que llevó al gobierno central de Madrid a tomar medidas legales contra los políticos independentistas catalanes por actuar de forma inconstitucional.
“El descenso de España en 2021 se debe principalmente a una rebaja en su puntuación de independencia judicial, relacionada con las divisiones políticas sobre el nombramiento de nuevos magistrados al Consejo General del Poder Judicial, órgano que supervisa el sistema judicial y tiene por objeto garantizar su independencia”, detalla el reporte.
“En la actualidad, el consejo funciona de manera interina, ya que su mandato expiró en 2018, y no ha habido acuerdo sobre el nombramiento de nuevos jueces (que necesitan una mayoría de tres quintos en el Parlamento). En términos más generales, España sufre una mayor fragmentación parlamentaria, una letanía de escándalos de corrupción y un creciente nacionalismo regional en Cataluña que plantea desafíos para la gobernabilidad”, advierte The Economist.
La publicación también pone de relieve que América Latina registra la mayor caída interanual experimentada por cualquier región desde el inicio del Índice de Democracia en 2006. Estuvo acompañada por cinco rebajas de calificación de países en términos de tipos de régimen (uno de “pleno” a “defectuoso”, tres de “defectuoso” a “híbrido” y uno de “híbrido” a “autoritario”). La región también estableció un récord poco envidiable en 2021, al tener la mayor cantidad de países que registraron rebajas de dos dígitos, con siete países cayendo en la clasificación entre 10 y 20 lugares, y varios otros cayendo ocho lugares.
El puntaje de la región en todas las categorías del índice empeoró en 2021, debido a una fuerte disminución en la variable de cultura política. Esto refleja el descontento público con el manejo de la pandemia de coronavirus por parte de los gobiernos, lo que amplificó una tendencia preexistente de creciente escepticismo sobre la capacidad de los gobiernos democráticos para abordar los problemas de la región y de creciente tolerancia hacia gobiernos autoritarios, señala The Economist.
El compromiso cada vez más débil de América Latina con una cultura política democrática, apunta la publicación, ha dado lugar al crecimiento de populistas antiliberales, como Jair Bolsonaro en Brasil, Andrés Manuel López Obrador en México y Nayib Bukele en El Salvador, así como al fomento de regímenes autoritarios en Nicaragua y Venezuela. Un país, Guyana, fue una excepción a la regla regional, mejorando su puntuación en 0,24 puntos y ascendiendo 10 puestos en la clasificación, hasta el puesto 65 (de 167).