Antonia Johnssön (33) egresó de enfermería en 2013 y un año después empezó a trabajar en el Hospital Regional de Temuco, pero en 2019 su camino tomó otra dirección. Decidió dedicarse a la dermoestética, belleza y prevención del envejecimiento, realizando tratamientos como dermopigmentación y microblading. Aunque le gusta su trabajo, afirma que le faltaba esa parte de apoyo a la comunidad. “Yo veía clientes y no pacientes”.
Por eso decidió regalarle el tratamiento de microblading a mujeres con cáncer de mama que habían perdido las cejas producto de la quimioterapia. Luego, cuando se especializó en otros procedimientos, empezó a realizar -de forma gratuita- tatuaje reconstructivo a las mujeres que debido a la mastectomía habían perdido su areola mamaria y pezón. Así lleva casi un año.
“Trato de ayudar de una a dos (pacientes) mensuales, y siempre digo que su sonrisa es mi pago porque es muy emotivo. Cuando le paso el espejo a la paciente y se mira por primera vez, no hay ninguna paciente que no se emocione, porque es volver a verse como era antes”, relata Antonia.
Cuando partió con este proyecto, nunca pensó en hacerlo sola, sino que su objetivo era crear una red de profesionales para así garantizar este servicio a cualquier mujer del país que lo pueda necesitar. Por eso, creó la Fundación Juntas Nos Cuidamos, y realiza cursos para capacitar a otras funcionarias de la salud.
La enfermera cuenta que una de las razones por las que partió este servicio fue por la falta de oportunidades: “Sentí que como feminista y como mujer que faltaban espacios para visualizar la otra parte que no se ve, que no es solo la enfermedad, sino que es la sexualidad, la autopercepción y la autoestima de una mujer, faltaban instancias para recuperar eso”.
Una de sus pacientes es Paola Pezoa (50), quien fue diagnosticada con cáncer de mama bilateral de forma tardía. Cuando se enteró ya estaba en etapa cuatro. “Lo único que quedaba por hacer era extirpar ambas mamas y eso me costó digerirlo”, cuenta la asistente legal.
Paola relata que el proceso que vino después de la operación fue de las etapas más duras que enfrentó: “Tuve que mirarme al espejo y verme como una mujer mutilada, porque eso era lo que sentía”.
Aunque optó por la reconstrucción, esta incomodidad se extendió por años, hasta que conoció a Antonia, quien se acercó a la agrupación Fortalecemos Araucanía, la cual reúne mujeres supervivientes al cáncer de mama y donde Paola participa. Ahí, la enfermera les ofreció tatuarse a todas el pezón y la aureola.
Así, después de varios años, Paola completó su proceso en diciembre de 2021: “Cuando me miraba al espejo me miraba dos masas y eso afectaba la autoestima. La llegada de Antonia fue maravilloso. Yo no cabía de felicidad cuando terminé el tratamiento. Además, fue en diciembre y yo sentía que era un regalo de Navidad. Ahora me veo en el espejo y me siento completa”.
El ciclo se cierra con la reconstrucción
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada 12 mujeres tendrá cáncer de mama. De hecho, es la patología más frecuente de su categoría en el mundo. De acuerdo a datos de Globocan -proyecto de la International Agency for Research on Cancer, IARC- en Chile durante 2020 se diagnosticaron 55 cánceres de mama por cada 100 mil mujeres y murieron en el año 17,3 por cada 100 mil.
La mastectomía es una manera de tratar el cáncer de seno, y aunque es un tratamiento efectivo, el ciclo no cierra hasta la reconstrucción. Ese también fue el caso de Victoria Cancino.
Un día mientras se palpaba, sintió un bulto, por lo que inmediatamente recurrió a hacerse los exámenes de rutina. Con los resultados en mano, los médicos le dijeron que era un quiste de líquido y que tenía que monitorearlo periódicamente, pero cuando volvió -seis meses después- ya no era quiste, era cáncer de mamas.
Antes de la mastectomía, pasó por tres cirugías y varias sesiones de quimioterapia, pero en junio de 2021 se extirpó una de sus mamas.
“Al principio para mí no significo nada, lo importante era terminar con el cáncer y si era necesario sacar esa mama, para mí no era problema, porque yo quería sanarme”, relata Victoria.
Sin embargo, con el pasar de los meses, no pensaba lo mismo: “Cuando llegó el verano me empecé a acomplejar y me bajó la autoestima. Las mamas son una parte muy importante del cuerpo que a una mujer le hace sentirse femenina”.
Por esta razón, decidió optar por la reconstrucción. Se operó este año y ahora, con el proceso terminado, Victoria relata que “se siente perfecto, porque te vuelves a sentir femenina y bonita, te vuelves a sentir completa”.
En ese contexto, la médica Carolina Salisbury -cirujana plástica de Clínica Universidad de los Andes- explica que es fundamental la reconstrucción, aunque desde el punto de vista médico no sea necesario: “Tiene una importancia del punto de vista psicológico. Es muy difícil que las pacientes se reconozcan al mirarse al espejo, pues cuando se miran y no tienen las mamas, se van a sentir mutiladas y por eso no se reconocen”.
Salisbury agrega que “cuando a una mujer le hacen una mastectomia y no le hacen una reconstrucción mamaria, queda siempre dependiendo de prótesis externas y muchas veces esas prótesis les dan calor o les irritan la piel o se les mueve. Cuando uno le hace una reconstrucción mamaria a una paciente es muy bonito vivir la etapa, pues uno acompaña a la mujer a recuperar su femineidad y que se puedan vestir con confianza”.