Educación

Pensar, adaptarse, aprender: las 10 habilidades que definirán el futuro laboral

Preparar hoy a quienes deberán enfrentar problemas que aún no existen y usar tecnologías que todavía no han sido inventadas es, más que nunca, el gran desafío de la educación, según expertos.

No se trata de anticipar cuál será la próxima gran profesión o de adivinar qué herramientas dominarán el mercado. El verdadero desafío es otro: desarrollar en las personas la capacidad de pensar críticamente, imaginar soluciones nuevas, avanzar pese a la incertidumbre y seguir aprendiendo cuando las certezas se desmoronan.

El informe Future of Jobs Report 2025 del Foro Económico Mundial identifica diez habilidades esenciales para 2030, agrupadas en cinco grandes categorías: cognitivas, autoeficacia, trabajo con otros, tecnológicas y gestión. No son materias, sino capacidades que permiten moverse en la complejidad, adaptarse al cambio y continuar aprendiendo a lo largo de la vida.

Estas habilidades incluyen la alfabetización tecnológica, la inteligencia artificial y el análisis de big data, la ciberseguridad, el pensamiento analítico, la creatividad, la resiliencia, la flexibilidad y el aprendizaje continuo, junto con el liderazgo, la gestión de personas y la responsabilidad ambiental. Más que un diagnóstico sobre el futuro, el informe refleja las expectativas de quienes hoy definen las estrategias de contratación en las principales industrias del mundo.

Si bien estas diez competencias forman parte de un mismo listado, no todas tienen el mismo peso en cada sector. Las habilidades tecnológicas, como la inteligencia artificial, el big data y la ciberseguridad, concentran la demanda en industrias como la tecnología, las telecomunicaciones y los servicios financieros. En cambio, el liderazgo, la gestión de personas, la resiliencia y el aprendizaje continuo adquieren mayor relevancia en áreas como la salud, la educación y los servicios profesionales. El pensamiento analítico y la creatividad, por su parte, atraviesan todos los sectores y se consolidan como capacidades clave para enfrentar la complejidad.

Entre este conjunto de competencias, hay dos que funcionan como ejes transversales y sostienen la posibilidad de desplegar las demás: el pensamiento analítico y creativo, y la autoeficacia, que integra habilidades como la resiliencia, la flexibilidad, la motivación y la disposición a seguir aprendiendo. La primera permite enfrentarse a la complejidad con preguntas, reflexión y creatividad. La segunda, mantenerse en el camino, resistir la frustración, reconocer los propios límites y seguir aprendiendo.

Leer el mercado

El pensamiento analítico y la creatividad no se enseñan como una lista de contenidos. Se ejercitan en la medida en que la formación abre espacio para la pregunta, la reflexión y la conexión entre disciplinas. Niels Rivas, decano de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, advierte que no se trata de asignar una clase de pensamiento crítico, sino de crear las condiciones para el ejercicio constante de la reflexión, la pregunta y la conexión entre disciplinas.

“La velocidad con que crece la información y la magnitud de los cambios que continuamente afectan nuestra comprensión de la realidad exigen el desarrollo de una inteligencia creativa, capaz de lidiar no con lo conocido, sino con lo desconocido. La creatividad —y no la mera acumulación de conocimientos— es lo que nos permite enfrentar satisfactoriamente lo inédito, los problemas y desafíos radicalmente nuevos que plantea la realidad actual”, plantea Rivas.

El modelo de Artes Liberales trabaja sobre esa premisa. La estrategia no es ofrecer respuestas, sino estimular la curiosidad y la autonomía intelectual de los estudiantes, condiciones centrales para el desarrollo del pensamiento analítico y la creatividad. En lugar de un listado de contenidos, el trabajo se centra en el análisis de obras que han marcado el desarrollo cultural e intelectual, desde Platón hasta Borges. El objetivo es formar personas capaces de hacerse preguntas y de no abandonar esas preguntas frente a lo complejo y lo incierto.

Resiliencia y aprendizaje continuo

Si el cambio es la única certeza, mantener la motivación, la curiosidad y la capacidad de aprender es una habilidad esencial. Es lo que el Foro Económico Mundial define como autoeficacia: la confianza en la propia capacidad para adaptarse, enfrentar desafíos y seguir aprendiendo.

Teresita Serrano, decana de Psicología de la Universidad del Desarrollo, afirma que la autoeficacia es mucho más que hacer las cosas bien: es la percepción de que se cuenta con las competencias necesarias para abordar escenarios complejos, reconocer las propias brechas y disponerse a aprender lo que aún no se sabe. “La educación debe incorporar espacios que permitan trabajar la salud mental, la automotivación, la curiosidad. Sin eso, es difícil sostener el aprendizaje continuo que hoy se exige”, advierte.

Esa disposición, añade, es la que permite reconocer límites, salir de la zona de confort, aceptar el error y convertirlo en parte del proceso formativo. “Lo que importa es crear escenarios donde los estudiantes se vean desafiados a desarrollar nuevas competencias, a mirarse, a reconocer lo que no pueden hacer todavía y, al mismo tiempo, contar con el andamiaje necesario para avanzar”, explica. Desde esa lógica, el aprendizaje no es solo adquisición de conocimientos, sino también la construcción de la propia capacidad de aprender.

Aprender a aprender

Hoy la discusión sobre la formación no pasa solo por qué se enseña, sino por cómo las personas son capaces de aplicar lo que aprenden en entornos cambiantes, complejos y muchas veces inciertos. Más que habilidades técnicas, lo que se exige es la capacidad de leer los contextos, de entender las reglas del juego en cada escenario y de ajustarse a ellas sin perder la pregunta.

Como advierte Teresita Serrano, ya no basta con adquirir competencias técnicas. La pregunta no es solo qué se aprende, sino cómo cada persona logra reconocer las claves del contexto para poner en juego lo aprendido. “Lo que tú apliques ya no es simplemente poner un martillo y un clavo. Tiene mucho más que ver con comprender el contexto en el que estás, con quién estás, cuál es la cultura de ese lugar, su historia, su expectativa. Para contribuir de verdad, primero hay que saber leer ese ambiente”.

Quizás la enseñanza más importante no sea acumular respuestas, sino aprender a mirar, a escuchar y a adaptarse antes de actuar.

Más allá de la especialización: las competencias que todos necesitan

Liderar procesos, trabajar en equipos diversos, integrar tecnologías y tomar decisiones en escenarios cambiantes son hoy habilidades transversales.

“En un entorno laboral dinámico y cada vez más complejo, las competencias técnicas no son suficientes si no se acompañan de la capacidad de colaborar, de gestionar personas, de leer el contexto y de actuar con flexibilidad y sentido crítico”, plantea Alejandra Torrejón, vicerrectora Académica de la Universidad de La Serena.

“El desafío es formar personas que puedan desenvolverse en equipos interdisciplinarios, gestionar el talento humano y aportar valor más allá de su campo específico.”

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