El pasado 14 de noviembre, los trabajadores de Corea del Sur comenzaron su jornada una hora más tarde de lo habitual. ¿La razón? Evitar congestionar calles y transporte público para que más de medio millón de jóvenes llegaran puntuales a los centros donde se rindió el College Scholastic Ability Test (CSAT), más conocido como Suneung. Este ritual anual, que tiene lugar cada segundo jueves de noviembre, es un evento sagrado en la sociedad coreana. Similiar a la PAES en Chile, desde las 8:10 hasta las 17:45 horas, los estudiantes enfrentan una de las pruebas de selección universitaria más exigentes del mundo, para la cual suelen prepararse desde la educación primaria.

El Suneung evalúa áreas como lengua coreana, matemáticas, inglés, ciencias sociales y naturales, además de un segundo idioma extranjero. Durante la franja horaria de 13:05 a 13:45, cuando se realiza la evaluación de comprensión auditiva en inglés, el país entero se detiene: las obras de construcción se suspenden, los aviones permanecen en tierra, y 156 vuelos esperan a 10 mil pies de altura para no interferir con la concentración de los estudiantes. Mientras tanto, muchos padres pasan el día en templos budistas, orando por el éxito de sus hijos.

En Corea del Sur, donde la educación es sinónimo de éxito social y económico, las familias no escatiman esfuerzos ni recursos para asegurar que sus hijos logren ingresar a las mejores universidades. Soonbae Kim, director del Magíster de Estudios Coreanos de la U. Central, explica que, después de las clases regulares —de 8:00 a 17:00 horas—, muchos estudiantes asisten a los Hagwon, institutos privados que ofrecen cursos intensivos para aventajar a los demás. Estas lecciones, especialmente en inglés y ciencias, cuestan entre 300 y 400 dólares mensuales, representando un importante porcentaje del ingreso familiar. En Seúl, por ejemplo, una familia de clase media tiene un ingreso de 6 mil dólares, de los cuales destina cerca de mil dólares, por cada hijo, a su educación.

El objetivo principal de estas familias es que sus hijos sean admitidos en alguna de las universidades del prestigioso grupo SKY: la Seoul National University, Korea University y Yonsei University. Los graduados de estas instituciones no solo acceden a una excelente red profesional, sino que también son considerados los mejores prospectos para el matrimonio.

En China, la competencia no es menos intensa. El Gaokao, la abreviatura del Examen Nacional de Ingreso a la Educación Superior, es otro de los exámenes más demandantes del mundo, tanto por su dificultad como por el impacto que tiene en la vida de los estudiantes. Cada año, millones de jóvenes chinos se presentan esta prueba, conscientes de que un alto puntaje es la llave para ingresar a las universidades de élite y garantizar mejores oportunidades laborales y un mayor estatus social.

La preparación para el Gaokao comienza años antes, y muchas familias se mudan a ciudades con mejores escuelas o invierten en tutores privados para maximizar las posibilidades de éxito de sus hijos. Hongmei Chen, profesora del Instituto Confucio de la Universidad Católica de Chile, explica que, dado que China carece de recursos naturales, su principal inversión es en capital humano avanzado.

El énfasis cultural en la educación ha convertido al Gaokao en un fenómeno social que moviliza comunidades enteras. Durante los dos días que dura la prueba, las ciudades implementan estrictas medidas para reducir el tráfico y las actividades que puedan distraer a los estudiantes.

Aunque se les compara con otros exámenes de ingreso como el SAT en Estados Unidos, el Suneung y el Gaokao tienen un alcance e implicaciones sociales y culturales únicas. Ambos reflejan una tradición profundamente arraigada de exámenes estandarizados como medio de movilidad social y selección meritocrática.

En Corea del Sur y China, estos exámenes no solo son un filtro académico, sino también una representación tangible de las esperanzas de dos sociedades que ven en la educación el motor principal de su crecimiento y prosperidad.