Este sábado, en Yokohama, los All Blacks sufrieron una de las derrotas más duras de su historia, más allá de que se tratara de una semifinal en la Copa del Mundo. Perdieron por 12 puntos de diferencia (19-7), pero en rigor tendrían que haber terminado sin anotar. Inglaterra los superó de principio a fin y no es una frase tópica, porque que ya antes de que se extinguiera el segundo minuto de juego, los de la Rosa anotaban el primer try, en un comienzo frenético, moviendo la pelota de un costado al otro de la cancha y volviendo para apoyar junto a los palos, con Manu Tuilagi concluyendo el magnífico trabajo colectivo.
Los británicos impusieron un ritmo apabullante, sacando la ovalada desde los rucks con una rapidez que impidió constantemente el reordenamiento de la defensa negra. Y cuando ya las energías no daban para semejante vorágine, recordó su ADN de manejo conservador, de jugar muchas fases
Por eso, el primer tiempo se cerró con el marcador en blanco para los oceánicos, estadística casi inédita para ellos en los mundiales y que solo vivieron en 1991, precisamente en una semifinal (cayeron 16-6 ante Australia). Y en el recuento reciente, pero en test-match, solo les había sucedido en 2012, justamente ante los ingleses.
Los de blanco mostraron perfección en todo: ganaron en los rucks, en los lines y en el juego suelto, con un bajísimo porcentaje de fallas en el tackle, lo que se reflejó en ocho pérdidas de los de negro en los 40 minutos iniciales.
La esperable reacción de los neozelandeses en la segunda parte nunca llegó, porque siempre fueron doblegados en el conctacto, con los ingleses brillando casi sin errores. Nombres sobran para destacar, como el del segunda línea Maro Itoje, que fue una auténtica pesadilla para sus antagonistas; robó balones en los agrupamientos y los lines, ganó metros como portador y enlenteció los intentos de apurar el juego de los All Blacks en cada ruck.}
El recuento es tan aplastante a favor de los británicos que bien pudieron haber registrado dos tries adicionales (de Underhill y Youngs), pero no fueron convalidados solo por las sutilezas del TMO-
Así, era un milagro que los dirigidos de Steve Hansen se mantuvieran a tiro en el marcador y que pudieran estrecharlo al minuto 57, cuando un mal line-out de Jamie George terminó en el try del tercera línea Ardie Savea (el más rescatable de su escuadra junto al wing Sevu Reece). Fue, desde un análisis estricto, la única ocasión de anotar que tuvieron y surgió de una desconcentración individual del rival.
Para el resumen queda también el segundo try de Tuilagi y la precisión del apertura George Ford en las patadas, quienes pusieron las cifras que su equipo mereció como mínimo premio por un rendimiento memorable.
El encuentro, además, fue dirigido con criterio por el magnífico galés Nigel Owens, secundado por los franceses Romain Poite y Pascal Gauzere, un trío arbitral a la altura de los contendientes.
El resultado, adicionalmente, cubre de gloria al coach Jones, quien ya en 2003 eliminó a los de negro dirigiendo a Australia, torneo que sería ganado por los ingleses y los pies mágicos de Jonny Wilkinson. El entrenador es el primer extranjero en la banca de la Rosa y llegó para superar el trauma del Mundial pasado, cuando Inglaterra no pudo superar la fase de grupos en su propio mundial. Ahora, más relajados que nunca y sin la presión de aquel mal recuerdo, esperan al ganador de Gales vs Sudáfrica, que se disputa este domingo.
Espionaje inútil
Durante la semana, el coach asistente John Mitchell denunció en conferencia de prensa que habían sido espiados en una práctica. Jones dijo que vio desde el inicio a alguien grabando el trabajo de su escuadra desde un departamento cercano al campo de entrenamiento. Si fue cierto o no, poco importa ya. Inglaterra es finalista, eliminó al ganador de las últimas dos ediciones y parece altamente improbable que no se lleve a casa el trofeo William Webb Ellis, que recuerda a un chico que en el colegio de Rugby -dice la dudosa leyenda- tomó por primera vez el balón con la mano. Y era inglés.