Sudáfrica alcanzó su tercera Copa del Mundo en Yokohama. Lo hizo de manera brillante, para igualar la marca de los All Blacks, y demostró que el oficio está por sobre el favoritismo o el rendimiento de un partido específico. No llegó a Japón 2019 con las apuestas a su favor, ni siquiera al duelo final, en el que terminó imponiéndose por 32-12 ante una Inglaterra que asomaba como irrefrenable.

Lo cierto es que todo el primer tiempo una pesadilla para los ingleses, quienes simplemente se dedicaron solo a defender durante los 15 minutos iniciales.  Los sudafricanos fueron dominadores sobre la base de presión constante y una superioridad casi incontestable en los scrums.

Si una de las armas del equipo de Eddie Jones ante Nueva Zelanda fue la rapidez con que movió la ovalada a partir de las formaciones móviles, pero en esta ocasión con un rival que siempre consiguió ralentizar el juego. Con eso, más un tackle seguro, los Springboks se mantuvieron cómodos y con control casi absoluto.

Fue un partido duro, además, desde el punto de vista físico. Ya a los poco minutos, el pilar Sinckler obligó al primer cambio de los británicos, y después vendría el turno de los verde y oro, quienes en un solo tackle defensivo perdieron a dos jugadores-

En esas circunstancias, Inglaterra se vio mucho más tensionada, con George Ford sin poder establecer orden en el juego de su equipo y con varios de sus compañeros cometiendo todos los errores posible: en la recepción, en el pase, en los lines. Así, el marcador del lapso inicial se explica solo.

La segunda fracción traería la reacción inglesa, aunque siempre abajo en el tablero, que al menos trajo un aparente equilibrio en la posesión y en el terreno. Siempre, en todo caso, fue una discusión muy colectiva y con juego cerrado, sin que los pases a la mano asomaran por ningún lado.

Lo que terminó por desequilibrar la final fue no solo el try de Mapimpi, sino que la evidencia de que Inglaterra se quedó sin plan, lejos del rendimiento implacable que había exhibido ante los All Blacks. Si aquel alcanzó niveles de perfección, esta vez fue exactamente lo contrario, con demasiadas fallas para un candidato.

En el cierre, apareció la magia de Cheslin Kolbe con una pelota recuperada. El pequeño wing piso para adentro, realizó un cambio de ritmo y metió el golpe que dejó ya sin opción alguna al rival.

De esta manera, Sudáfrica, con 20 puntos de ventaja, se quedó con una corona para la que nunca asomó como candidato número uno, ni antes del inicio de la Copa del Mundo ni antes de la final de hoy. Ganó en su estilo, a la antigua, con un pack dominante yc on Faf de Klerk, un medioscrum eléctrico e inteligente como pocos.

También marca otra verdad que parece irrebatible: que el sur domina al norte. Solo hubo una excepción, 2003, cuando la Inglaterra de Wilkinson tuvo la consistencia que hoy le faltó.

Y como hecho ineludible, Siya Kolisi levantando el trofeo Webb Ellis; todo un símbolo, es el primer capitán negro en la historia de los Springboks, una selección que durante decenios fue una marca de segregación racial.

La ficha

Inglaterra 32: K. Sinckler (2', D, Cole), J. George (59', L. Cowan-Dickie), M. Vunipola (45', J. Marler); M. Itoje, C. Lawes (40', G. Kruis); T. Curry, B. Vunipola, S. Underhill (59', M. Wilson); B. Youngs (75', B. Spencer), G. Ford (49', H. Slade); O. Farrell, M. Tuilagi; A. Watson, E. Daly, J. May (69', J. Joseph). DT: Eddie Jones.

Penales: Owen Farrell (23', 35', 52', 60')

Sudáfrica 12: T. Mtawarira (43', A. Kitshoff), M. Mbonambi (21', M. Marx), F. Malherbe (43', V. Koch); E. Etzebeth (59', R. Snyman), L. de Jager (21', F. Mostert); S. Kolisi (63', F. Louw), P. du Toit, D. Vermeulen; F. de Klerk (76', H. Jantjies), H. Pollard; D. de Allede, L. Am; M. Mapimpi, W. Le Roux (67', F. Steyn), C. Kolbe. DT. R. Erasmus.

Tries: Makazole Mapimpi (66') y Cheslin Kolbe (74'). Conversiones: Handré Pollard (67' y 75'). Penales: Handré Pollard (10', 26', 39', 43', 46' y 58').

Árbitro: Jérôme Garcès (Francia).

Estadio: Yokohama.