Juan Carlos Loustau (72) tiene claro por qué cada 3 septiembre vuelve a ser objeto de atención. Lo que no había dimensionado el juez argentino es que han pasado 30 años del partido entre Brasil y Chile, por las Eliminatorias para Italia 90. Tres décadas del duelo que pasó a la historia como el Maracanazo rojo, por la farsa que montó Roberto Rojas. "Estuve en la cancha, sé lo que pasó, pero no me di cuenta del tiempo que pasó. Me enteré por el llamado, pero si no, qué se yo...", dice el exárbitro a La Tercera.
"En el partido previo a que se jugara en Santiago, también hubo problemas. Venía con algún tipo de riesgo. Yo no era el árbitro designado. Estaba designado otro juez. No recuerdo quién era. La designación vino y tuve que ir. Chile había jugado en Mendoza. La FIFA declaró el partido como de alto riesgo, envió veedores europeos, sudamericanos. Recuerdo que estaba (Eduardo) Rocca Coutoure. Ellos siempre estuvieron conmigo, pero nada hacía presagiar, ni el mismo partido, que podía terminar pasando lo que pasó. El mundo del fútbol es impredecible. Apareció esa bengala. Taffarael la pone en juego.La pelota la tenía Astengo cuando cae Rojas. Vi que la bengala había tomado altura, pero que no impactaba en el cuerpo de Rojas. Lo que no podía saber era si alguna esquirla lo había golpeado", parte diciendo Loustau. Establece de inmediato la sospecha que siempre tuvo: que el proyectil lanzado por Rosenery Mello, quien más tarde se transformaría en celebridad como La Fogueteira, no había golpeado al Cóndor.
¿Qué hizo entonces?
Fui hacia Rojas. Yo estaba cerca, pero no lo suficiente. Cuando llegué, los jugadores de la Selección lo estaba rodeando. Les pedí que me dejaran pasar, pero habían formado un cerco. Por arriba, porque era más alto que varios, pude ver que estaban el médico, el colaborador del médico también. La camiseta y la cara de Rojas estaban supuestamente con sangre. Yo en ese momento no puedo pensar en otra cosa. Lo que puedo ver por arriba de ellos es eso. Después, el médico y sus compañeros deciden retirarlo. Yo les dije que lo
retirara con la camilla y me dijeron que no. La autoridad en la parte médica era el médico y yo no lo iba a contradecir.
¿Siente que ese muro que arman los jugadores era para realizar el montaje?
Con el diario del lunes, seguramente, si los jugadores chilenos formaron un cerco era para impedir que me acercara. Son segundos. Uno al jugador no lo puede tocar, empujar ni correrlo. Cuando uno pide permiso, el jugador se tiene que correr. Ellos no lo hicieron. La realidad indicó que tuve que suspender. En principio no lo hice. A Rojas lo llevaron sus compañeros y colaboradores al vestuario. Después de un tiempo, mucho más prolongado que el prudente, los veedores me dijeron que los jugadores le advirtieron que no estaban en
condiciones sicológicas para continuar el juego. Uno desea que el jugador se recupere y el partido se resuelva en el campo. Eso es lo que uno pretende. Lo demás tienen que resolverlo los dirigentes. Es lo más antideportivo.
¿Qué informa a la FIFA?
Como fue una cosa tan inesperada, no podía pedir colaboración a mis jueces de línea, porque cuando los consulté, había visto más que ellos. Estaba perpendicular a la bengala. Mi percepción fue mejor que la de ellos. Cuando se decidió que el partido no continuara, el informe lo hice solo. Ellos no podían aportar cosas más significativas. Puse que una bengala cayó cerca de donde estaba el arquero Rojas y que el partido, a partir de una disposición médica de Chile, no estaba habilitado para continuar jugando. Que suspendí el partido y que para verificar la lesión, el departamento médico de la FIFA citara y verificara la supuesta lesión que tenía Rojas.
La FIFA incluso lo llama a declarar.
Me citaron, fui a FIFA. Ahí me encontré con un miembro chileno que fue a saber qué decisión se iba a tomar. Los brasileños ni los chilenos del Comité Ejecutivo participaron de las consultas. Estaban las autoridades del Comité Ejecutivo. Ratifiqué lo que había escrito: que no podía certificar si lo había golpeado la bengala o un desprendimiento. Sugerí que el comité médico de la FIFA revisara a Rojas y certificara la gravedad de la lesión. Que Rojas viajara a Suiza, pero Rojas no fue nunca. Yo fui. La FIFA me citó a las 48 horas. Me interrogaron y respondí. Rojas no fue y al no ir se basaron en la decisión del médico de no continuar. Después, los temas de reglamentación los desconozco. Chile se vio impedido de jugar mundiales. Una generación importante de jugadores jóvenes se vio impedido de jugar en eliminatorias. Varios futbolistas han sufrido, a través de esta decisión que se tomó, el perjuicio.
A 30 años de la farsa, ¿cómo la definiría?
Es un hecho que jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Al árbitro no se le puede pasar nunca por la cabeza que alguien que conduce a una selección sepa que no es real lo que pasó y lo quiera hacer pasar como real dando un informe al árbitro diciendo que no podía seguir jugando, cuando Rojas después reconoce lo contrario. Chile tenía jugadores de primerísimo nivel. Rojas, sino el mejor, estaba en el podio de los mejores jugadores de Sudamérica. Astengo era un central envidiable. Puebla y Aravena, jugadores capacitados para jugar de igual a igual con cualquiera. Al sano deportista que no está inducido por un mal dirigente jamás se le hubiese ocurrido. Yo estoy seguro de que esto no nació de los jugadores. ¿Usted cree que los jugadores van a ponerse de acuerdo? Nadie sabía que iba a caer una bengala tampoco.
¿Qué otro antecedente lo lleva a concluir que hay más involucrados?
Cuando empezamos a analizar todo eso concluimos que todo se decide en minutos. ¿Eso nació de los futbolistas? Un buen dirigente los habría inducido a volver a jugar, que están representando a un país. ¿Qué es lo que normal? Si nace una decisión de ese tipo de un futbolista, el dirigente inmediatamente tiene que hacerlo reflexionar y hacerle ver la equivocación, porque la bengala no produjo lo que ustedes me dicen que produjo. ¿Quien organiza un viaje, donde se hospedan, a qué hora se sale para la cancha? ¿Los jugadores? Cuando aparece una situación atípica, es el dirigente el que tiene que hacerles entender que la sicología más sana es seguir jugando y que el resultado se debe definir en la cancha y no en el peor escenario, el escritorio. Si hay algo insalubre es que se decida ahí. Del deporte que sea, de lo que quiera. El deporte es eso, salud, y que gane el que hizo lo mejor. Y no que inventemos formas extrañas para sacar ventaja.
¿Cuándo se siente definitivamente engañado por Rojas?
Cuando Rojas no participó en la revisión de la comisión médica de la FIFA y no fue, me sentí engañado. Yo fui. Yo me debo a mi asociación, a mi confederación y a la FIFA, que es la que me designa para una competencia, como el Mundial en Chile o los Juegos Olímpicos. La FIFA tiene una comisión médica. Cuando Rojas no va, ¿por qué no va? la respuesta sale sola. Si voy yo y él no va... yo hice lo que correspondía. Quizás inducido por alguien, quien sea, hizo algo inapropiado que le costó la posibilidad de seguir jugando.
¿Qué opinión tiene acerca de Roberto Rojas?
Yo voy decirle la opinión que tenía. Era el arquero de Colo Colo y el mejor de Sudamérica. Cuando a mí me tocó dirigido, fue totalmente correcto. Inclusive en ese partido. Nada hacía presagiar esto. El partido se estaba disputando totalmente en forma normal. No se olvide que en Brasil jugaban Taffarel, Dunga, Bebeto, Branco, Careca. Era un partido de alto nivel técnico. Faltaba tiempo para que terminara el partido y usted sabe cómo es el fútbol. Aún Chile podía revertir la desventaja porque tenía los jugadores, el nivel para hacerlo.
¿Qué siente al ser un actor indirecto de una de la farsas más grandes, sino la más, de la historia del fútbol?
Para mí es un hecho en el que me veo envuelto circunstancialmente. Hay engaños y engaños. Vamos por partes. El juego del fútbol se basa en que los jugadores tratan de engañar a los rivales mediante su habilidad para avanzar en el campo. Eso es lo más sublime. Tratar de engañar al árbitro fingiendo una infracción inexistente, una lesión que no la hay, pasa a ser lo más desagradable que pueda hacer un futbolista. Lo más reprochable. La finalidad del juego no es engañar al árbitro. Y lo que hizo Rojas no entra ni siquiera en ese plano. El engaño cómplice, tratando de ganar a cualquier costo, es trampa. Supera todos los márgenes tolerables. El deporte es siempre saludable cuando el resultado pasa por lo que sucede dentro del campo de juego. Si traspasa eso, deja de ser deporte. Cuando inicié mi carrera en el fútbol, jamás hubiera pensado que me iba a ocurrir una situación de esta magnitud. Jamás se me pasó por la cabeza que un equipo se retirara del campo fingiendo una lesión que no ocurrió.