Un 27 de julio de 1933 nació Marlene Ahrens Ostertag. Su nombre está grabado con letras doradas en la historia de Chile. ¿La razón? La oriunda de Concepción es la única mujer que ha conseguido una medalla olímpica para Chile.
Su vida está marcada por el sacrificio. Su padre, Jorge Germán Ahrens, llegó a Chile desde Alemania para hacerse cargo del Banco Internacional en 1920. Ahí conoció a Gertrudis Ostertag, con la que compartió su pasión por los caballos. Al poco tiempo se transformaron en socios del Club Hípico y fundadores del Club de Polo y Equitación San Cristóbal (1947).
Por eso no es extraño que a la atleta más destacada que ha tenido el país le gustara el deporte desde niña. No obstante, llegaría a la especialidad que le entregó su mayor alegría por mera casualidad. “Yo jugaba hockey. Todos los años íbamos a la playa. Entonces me puse a lanzar piedras hacia el mar y mi marido vio que lo hacía incluso más lejos que los hombres. Observó que ahí había una lanzadora de jabalina innata y me recomendó al entrenador del Club Manquehue. Así partió todo”, recordó en una entrevista a El Deportivo.
Sólo unas semanas después, logró el segundo lugar en el Sudamericano de Sao Paulo (1954) y, mientras esperaba a su primogénita, la periodista Karin Ebensperguer, en marzo del 55, entrenó para los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956.
“Yo me quedaba en el campo con mi hija. Así que entrenaba allá. Me busqué un lugar en el parque, que tuviera la distancia necesaria, que no me molestaran los árboles y todos los días me ponía a lanzar. Mi entrenamiento consistía en lanzar, lanzar y lanzar”, detalló.
El resto es historia. Con el número 607, Ahrens logró en su segundo intento los 50,38 metros de distancia, rompió el récord nacional y sudamericano, y se quedó con la medalla de plata. Tras ello, la organización le entregó un cuestionario: “Me preguntaban cuántas horas entrenaba al día; cómo dividía mis horas; cómo me alimentaba. Yo contesté todo, no tenía entrenador. Sólo el fin de semana. El resto de los días entrenaba sola durante una hora. No me creyeron y me mandaron a llamar para decirme que era una encuesta seria. Les dije que era la verdad. Yo entrenaba a mi manera, a la ‘brutanteca’”
Un ejemplo fuera de las pistas
Pero la gloria no impidió que la deportista fuera víctima de acoso y del machismo. Estas graves situaciones la terminaron sacando del atletismo abruptamente. “Me suspendieron por un año en víspera de Tokio 1964, por unas declaraciones que salieron en el diario El Clarín y que yo desmentí. Le pedí al periodista que fuera a la Federación para que dijera lo que señalé y lo que él reprodujo. Igual me castigaron”, detalló.
Pero esa era sólo una excusa del sistema imperante, según confiesa la atleta chilena. “El presidente del Comité Olímpico (Alberto Labra) tenía sangre en el ojo conmigo. Todo porque cuando fuimos al Panamericano de Chicago 1959, él se sobrepasó y yo lo frené. Por eso, cuando él salió elegido, se agarró de esas declaraciones y no hubo caso”, reveló la medallista.
Tras su retiro del atletismo fue campeona nacional de tenis y en 1995, con 61 años, se dio el lujo de participar en los Panamericanos de Mar del Plata, no como atleta ni tenista, sino que como equitadora. Otra muestra de su gran talento como deportista.
La misma que no dudó en enfrentarse a Marcelo Ríos en más de una oportunidad. “El abanderado de Chile en unos Juegos Olímpicos debe reunir méritos deportivos y jamás dar un mal ejemplo fuera de una cancha… ¿Se acuerda del ‘Chino’ Ríos cuando puso tantas condiciones y al final no lo fue? Bueno, de él, un muchacho muy especial, no me extraña”, lanzó.
Y luego lo volvió a nombrar cuando fue elegido como el Deportista del siglo XX. “Eligieron al ‘Chino’ que no hacía ni dos años que estaba en esto, y que fue primero sin ganar un Grand Slam. Se trataba del mejor del siglo, no de los últimos dos años. En cambio, Elías Figueroa, por más de 20 años, fue primera figura en el fútbol y reconocido por Brasil, en un deporte tan competitivo como el fútbol. ¿Yo? No. No se puede comparar el esfuerzo del fútbol con lo mío”, fue su humilde respuesta.
Actitud que siempre mostró cuando le preguntaron por sus éxitos en la jabalina, la equitación, el tenis o el hockey. “A nuestros deportistas más jóvenes, especialmente, a quienes desconocen nuestra historia, les digo que en Melbourne nos fue muy bien. Como nunca, obtuvimos cuatro podios, una marca no igualada. Además de la mía, los boxeadores Ramón Tapia, Carlos Lucas y Claudio Barrientos lograron una de plata y dos de bronce”, explicó.
Y poco antes de fallecer, a los 86 años, producto de una insuficiencia cardíaca, la gran Marlene anunció sus memorias. “Me gustaría que me recordaran como una persona a la que siempre le gustó trabajarle a la verdad. Me cargan las cosas falsas”, deseó.