En una era donde las redes sociales, la inmediatez y la efimeridad dominan la realidad de Chile; nunca estar detenerse en aquellos comunicadores que fueron esculpiendo la tradición nacional.
Precisamente, el sugerente título de Prohibido Olvidar pretende desentrañar las raíces de Julio Martínez Prádanos, uno de los grandes íconos de las comunicaciones en el siglo XX que, incluso, heredó su nombre al estadio Nacional.
Justo en el día del centenario del natalicio del eximio periodista se presenta la última obra que precisa desentrañar la historia de este temuquense. “Mi idea es llegar al interior de JM, su perfil sicológico para analizarlo y entenderlo desde su niñez. Recurro a sociólogos para dimensionar su impacto social”, dice el autor del libro Enrique Corvetto.
Asimismo, el escritor narra la inquietud que lo llevó a centrarse en uno de los personajes centrales de la actividad periodística chilena en el siglo XX. “Esto surge a propósito del libro que hice del Mundial 62. Julio Martínez había tenido un papel importante como depositario simbólico defendiendo del Mundial. La tesis del libro es su presencia en la memoria colectiva”, explica el valdiviano.
Una obra diferente y mucho más ambiciosa que otras que se escribieron sobre el comunicado. Justicia Divina, de Patricio Gutiérrez, más biográfico; y La selección de Julio Martínez, una recopilación de las mejores columnas del fallecido comentarista, compiladas por Edgardo Marín.
“Mi intención es reconocer su impronta, su personalidad. Es uno de los personajes principales del ámbito cultural-deportivo de nuestro país. Una de las personalidades más fascinantes por todo lo que conlleva de Chile, un tradicionalista, pero que le gustaba la tertulia y la noche. Imagínate que nunca se quiso casar para no abandonar a la mamá”, explica el autor.
Asimismo, reconoce que “es un personaje con un sello histórico, lo contextualizo en diferentes momentos del país, desde el primer presidente de la República que vio como Arturo Alessandri, el León de Tarapacá. Cómo se incorpora a los medios de comunicación, a la realidad de los momentos. Ese es un primer estadio. Luego, es interesante cómo se involucra en la política sin ser político, en la cultura con otros periodistas como Renato González, Juan Facuse, entre otros. Todo para entender al personaje en sí”.
Un canto al amor
Porque Martínez no solo fue el comentarista histórico de Canal 13, el excelso narrador de la revista Estadio o la reconocida voz de la desaparecida radio Minería. A través de su juicio y sus apreciaciones, el comunicado logró un lugar en la historia de Chile.
“JM entró en la memoria colectiva, es recordado como el protagonista de los momentos más importantes de la industria cultural chilena. Es el depositario simbólico de todo lo que fue el Mundial de Chile ‘62. Ese llamado de unidad surgido del Mundial 62, el hecho de ser una fiesta universal, se hace protagonista con ese relato, el mismo fue un creador, con verborrea, metáforas, un lenguaje de construcción de héroes. Ayudó a construir la identidad nacional del mito del ‘62, que es una especie de épica. Lo fue defendiendo en el transcurso de los años”, confirma Corvetto.
Además, recuerda que “fue protagonista de uno de los momentos más importantes de la TV chilena, en la Teletón de 1978, como un personaje de la unidad nacional, quien podría dudar que es el más chileno de los chilenos”.
Sobre este último evento, el autor agrega que “la frase ‘Un canto a la vida, un canto al amor’, también tiene mucho que ver con su niñez, como un chico maltratado, a quien le hicieron mucho bullying. Entonces se posiciona como ese niño que encuentra esa emoción, una manera de entusiasmar a la sociedad… Hay cosas bien interesantes en este libro. Por ejemplo, el lugar donde nació, un lugar muy céntrico en Temuco. Muchos desconocen que nació ahí. Nos conseguimos el acta de nacimiento. Y, a través de los sicólogos nos damos cuenta de que la frase Justicia Divina, por ejemplo, tiene que ver con su formación como niño en el colegio San Pedro Nolasco obedece a su formación como niño”.
Así, por ejemplo, se retrata en el capítulo Llegar al alma de la identidad nacional, donde se analiza el poder de su discurso en un evento tan importante como la primera campaña de la Teletón.
“Para el sociólogo Darío Quiroga, su discurso en la Teletón es un momento clave, indiferente si la obra en su fondo asociada a la solidaridad pueda ser o no cuestionable. ‘El discurso lo hace cuando la dictadura llevaba cinco años, y en cierta forma, la Teletón era un espacio de normalidad dentro de la anormalidad reinante. Para que eso cuaje, se necesita una figura, más allá de la simplicidad de sus palabras, que otorgue emotividad en un espacio ajeno a la coyuntura de la dictadura, donde cada uno protegía su metro cuadrado’”, se lee en el libro.
Constructor de realidades
Y es que Martínez pertenece a otro tiempo, muy lejano para la realidad actual. Una era del comunicador era un testigo privilegiado del acontecer, el descripto exclusivo de los sucesos. Con el carisma de JM, quien no solo se quedó en el mero ámbito deportivo.
“Mezcla muchos episodios de la industria cultural, es un libro que no es solo para los deportistas. Es un libro para los amantes de la historia, de los medios, tiene mucho de sociología, de ciencia política, cómo se posiciona como representante de la clase media, como alguien popular. Es un personaje que hoy ya lo quisieran de la clase política actual. Tratar de ir descubriendo esas facetas del pasado”, asevera el autor de Prohibido Olvidar.
En ese sentido, reafirma que “fue un aporte a la chilenidad es un discurso que va reforzando continuamente en los medios en que trabajaba, en momento en los que la TV tenía más tiempo para darle, para explicar más cosas, sus comentarios eran bastante escuchados. En el campo, por ejemplo, la gente quería oír el comentario de Navidad de Julio Martínez”.
Y agrega que “es un constructor de realidades. Fue reforzando esos mensajes día a día en la casa de los chilenos. Pasó la barrera de lo estrictamente deportivo, hablaba de la ciudadanía en general, se enojaba con los baches de la calle, con la subida del pan…”.
Un profesional que protagonizó cada uno de los medios de comunicación, a los que llegó casi como casualidad, tal como se lee en el capítulo Su mejor amiga, la radio.
“El hombre que administraba los controles miró a Martínez y le preguntó si podía hablar de deportes, mientras los comentaristas titulares llegaban. El joven respondió afirmativamente. Julio se sentó frente al micrófono y describió lo ocurrido en el partido de tenis entre Morea y Taverne. Este desplante le sirvió para que el día siguiente fuera llamado por el mismo director del programa, Carlos Cariola, una eminencia del periodismo de deportes en la época. Cariola lo invitó a ser parte del espacio de manera constante, oferta que Martínez aceptó. Su debut oficial como panelista estable fue el 22 de septiembre de 1945. Desde ese momento, el joven vendedor de calcetines comenzó a erigir su historia. O su leyenda, como dirán algunos”, reza el último libro sobre JM.
Incluso, a comienzos del Siglo XXI, cuando oficio como columnista de uno de los primeros sitios webs de noticias de Chile.
“JM es de un tiempo en el que desarrollar un análisis era re importante. Pertenece a esa escuela, donde la subjetividad vale más que la información rigurosa. En sus inicios no había fuentes donde enterarse de las cosas de manera inmediata. Cuando valía más una frase con retórica. Tiene una gracia y esa virtud, pese a seguir escribiendo en su Underwood. Y lo fue reflejando de manera constante en las plataformas, tenía la radio, la TV, la prensa como columnista de LUN… Se las ingenió, incluso, para seguir en los medios digitales como cuando escribió en Terra. Estuvo en todas las áreas”, advierte Corvetto.
Producto de esa prolífica actividad, el autor recuerda que “Martínez recibió muchos reconocimientos, recibió el Premio Nacional de Periodismo, algo que fue cuestionado porque nunca ingresó a la universidad. Se levantó un poco de polvareda en 1995, en desmedró de quienes sí tuvieron preparación académica. Todo por el peso de su trayectoria de 62 años como comunicador. Entonces no había mucha vuelta que darle. Pero es un personaje extremadamente transversal. Su deceso lo sintieron todos, desde la izquierda a la derecha, de la Colo hasta la U”.