A propósito de Unión
En otro momento, tal vez, el mamarracho de Unión Española en la Copa Sudamericana pasaba de largo. Se analizaba una vez terminado el partido contra Huancayo, pero hacia el mediodía siguiente, en la discusión futbolera del Café Haití, no estaba en la tabla. ¿Qué lo hace tan distinto? Que el cuadro de Palermo vino a ratificar que, en las copas internacionales, los equipos chilenos pierden contra cualquiera. No son competitivos. La caída ha sido paulatina y, por momentos, imperceptible. Lo que antes se consideraba como el piso, ganarle a los peruanos, bolivianos o venezolanos, hoy se asume como una tarea complicada, casi imposible. Y luego, cuando se gana algún partido por ahí o allá, esto se plantea casi como una hazaña. Si el noveno de la liga venezolana es mejor que Everton, uno de los equipos llamados "interesantes" de nuestro campeonato, algo anda muy mal.
¿Por qué ocurre esto? Se dan muchas recetas y diagnósticos. Algunos extremadamente complejos, llenos de jerga sacada de la INAF. Pero el fútbol es algo más simple: porque nuestros equipos son peores que los de afuera. Así nomás. Acá se corre mucho, hay partidos realmente entretenidos, tenemos campeonatos con definiciones emocionantes, hasta el público ha subido en los estadios. Pero es un espejismo. Nuestro torneo resulta atractivo porque sobra con ser hábil o correr, no tienen por qué ir juntos, para marcar la diferencia. Pero basta que el rival se pare con aplicación, achique los espacios y anule al generador del rival, para que esos equipos que lucen tan competitivos e "interesantes", se desdibujen completamente.
El éxito de esta opaca Universidad Católica, como lo señalé en la columna de la semana pasada, es un buen ejemplo. Hace varios años en nuestro campeonato se dejó de marcar de manera constante y aplicadamente. Los equipos se sueltan muy fácil y los partidos, casi sin proponérselo, se vuelven de ida y vuelta. Buen ejemplo de esto lo vimos hace algunos días en el Monumental: Huachipato le hizo pressing a Colo Colo, le cerró todos los caminos, le tapó las bandas, le anuló a Valdivia, le creó tres ocasiones claras y le hizo un gol. Pero le duró 22 minutos. Desde ahí, el equipo de Larcamón aflojó las marcas, se confundió, dejó de encimar y todo se simplificó para los albos. A tal punto, que Zaldivia pudo meter un pase gol filtrado a ras de piso a Paredes, cuando había 50 metros entre él y el delantero. ¿Ustedes creen que eso se puede hacer en la Copa Libertadores?
Lo mismo ocurrió con la U y San Luis. Lucieron mucho Soteldo, Pinilla, Guerra y sobre todo Beausejour, que desbordó toda la noche. El tema es que el equipo de Miguel Ramírez dejó hacer y resolver. No marcaba nadie en el cuadro quillotano.
Digo, o empezamos a preocuparnos de pelear más el balón, de presionar y de marcar aplicadamente, pero los 90 minutos, no sólo un ratito, o los ridículos internacionales van a seguir. A menos que nos conformemos con lo de casa y seamos todos los felices.
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