Kyle Walker y Danny Rose nacieron en el condado de Yorkshire (Inglaterra) hace hoy 28 años, con 35 días de diferencia, una habilidad innata para la carrera, una pasión compartida por el fútbol y la misma sangre en las venas; jamaicana. Crecieron codo con codo a 7.500 kilómetros del hogar de sus progenitores (en el caso de Walker, sólo el de su madre), fueron juntos al colegio y esta tarde enfrentarán juntos, con la camiseta de los Tres Leones, al combinado sueco por una plaza en semifinales.

Una historia, la del lateral derecho del City que se convirtió, durante algunos días, en el defensor más caro de la historia del fútbol (57 millones de euros en 2017); y la del roadrunner zurdo del Tottenham; sin lugar a dudas única, pero en absoluto excepcional en las filas del combinado dirigido por Southgate.

Y es que los citados defensores no son los únicos integrantes de la nómina de los Pross con ascendencia jamaicana. Otro de los hombres indicutibles en Rusia para el seleccionador -un auténtico puñal por la banda izquierda- cuenta también con ADN 100% caribeño. Se trata del volante diestro del Manchester United Ashley Young (32), compañero de equipo y de pupitre, por cierto, durante su infancia en su natal Stevenage, del campeón de Fórmula 1 Lewis Hamilton, y responsable hoy de buena parte del vértigo que la selección inglesa está imprimiendo a su juego por los costados en la cita planetaria.

Completa el selecto póker de velocistas de origen jamaicano (con innegable talento para la pelota) el único de los cuatro nacido en las denominadas Indias Occidentales Británicas, concretamente en Kingston (capital de Jamaica); el atacante del City Raheem Sterling, acompañante habitual de Kane en la punta de ataque.

Cuatro que, junto a Fabian Delph y Loftus-Cheek (de sangre guyanesa), Jesse Lingard (con raíces en San Vicente y las Granadinas) y Marcus Rashford (hijo de un matrimonio oriundo de San Cristóbal y Nieves), le han cambiado la cara (y el estilo) al cuartofinalista más temido de su lado del cuadro.