Quizá por deformación profesional, siempre he creído que la realidad visible poco tiene que ver con la verdadera realidad. La trama de la cotidianidad se articula de tal manera que a veces resulta difícil ver aquello que está ocurriendo. Los mismos medios tienen problemas para dar cuenta de la realidad y muchas veces son manipulados por quienes detentan el poder en sus más variadas formas. Sólo basta ver lo que ocurrió con la FIFA para advertir que mientras vemos una película hay otra muy distinta que se desarrolla sin que podamos advertirla.
La historia de la ex nadadora campeona del mundo Ariana Kukors (28) refuerza lo dicho. La norteamericana acaba de revelar en una carta que habría sido abusada por su entrenador: Sean Hutchinson. Hutchinson se hizo cargo de ella cuando tenía 13 años. En palabras de la propia Ariana, era un entrenador "agradable, querido, carismático y un líder increíblemente convincente. Nos aferramos a cada palabra que dijo. Haríamos cualquier cosa por él y lo sabía".
En esos días, Ariana estaba a pasos de llegar a la selección. El trabajo con Hutchinson fue clave. "Él me hizo sentir especial; la elegida de alguna manera, tanto dentro como fuera del agua. Yo nadaba mejor que nunca", escribe la norteamericana.
Sin embargo, cuando ella tenía 15 años ocurrió algo que cambió el orden de las cosas. Estaban ambos arriba de un auto cuando Hutchinson le preguntó si llevaba puesta ropa interior. "Le contesté que no. Nunca olvidaré la expresión de su rostro. Desde ese momento, todo fue diferente". Ese episodio marcó el inicio de "una relación abusiva y manipuladora". Hutchinson estaba a su lado siempre, parecía el entrenador ideal, pero Ariana describe abrazos posteriores a las carreras que duraban demasiado, constantes mensajes de texto, besos en los ascensores y tocaciones.
"Una vez me puso un anillo de papel en el dedo anular en el que se podía leer 'mi bella Ari', y me dijo que quería pasar su vida conmigo. Tenía 34 años, yo 16", detalla.
La relación se convirtió en sexual antes de que ella cumpliera los 18 años. Los éxitos en la piscina aumentaron el apego a su entrenador y él la convenció de que sólo junto a él podía mejorar sus marcas. Recién en 2009, luego de ganar el Oro para su país en los 200 metros libres del Mundial de Italia, pudo tomar algo de distancia. Las sospechas de la misma Federación sobre una relación impropia de Hutchinson con una nadadora forzaron la salida de este del equipo nacional, aun cuando la investigación que impulsó desestimó las denuncias rotulándolas como mentiras maliciosas.
Las actitudes abusivas en contra de la deportista se habrían extendido hasta los 24 años. Mientras ella participaba en los Juegos Olímpicos de Londres (2012), Hutchinson le escribía pidiéndole fotos desnuda. A su regreso, la encerró en su departamento -sin acceso a llaves-, dejándola salir sólo cuando él quería. Meses más tarde, la deportista decidió terminar cualquier vínculo con su ex entrenador, quien ha desmentido las acusaciones, asegurando que la relación que tuvo con ella no sólo fue consentida sino que fue cuando Ariana era "lo suficientemente mayor como para tomar esas decisiones por sí misma".
Como fuere, la historia de Ariana es un llamado de atención para todos aquellos padres que confían el cuidado de sus hijos a otra persona (sea entrenador, profesor, tutor o simplemente un amigo o familiar). El abuso, en sus diferentes formas, es parte de esa realidad invisible, por lo tanto debemos estar alertas a cualquier señal que evite que nuestros hijos sean víctimas de esos monstruos que andan sueltos y que no vemos con la claridad que quisiéramos.