Adiós a George Foreman: paradigma de las epifanías, los contrastes y la superación personal

Nacido en la extrema pobreza tejana, el dos veces campeón de mundial de boxeo supo reencauzar su vida. De rufián novato a ganar una medalla de oro olímpica, de temible boxeador a carismático predicador o como un desertor del colegio para convertirse en empresario millonario.
George Foreman llevó la idea de la superación personal a extremos casi absurdos. Un personaje que a lo largo de su vida vivió en caras completamente opuestas del desarrollo personal y se pulió para transformarse por completo.
Nacido pobre y criado con hambre -recordaba haber comido pequeños bocados de una hamburguesa compartida de niño, lo que le dio origen a una obsesión por la comida que le duraría toda la vida-, murió el viernes a los 76 años siendo famoso por su riqueza y su buena alimentación. Finalmente, partió siendo conocido como el sonriente vendedor de un electrodoméstico que cocinaba esas mismas hamburguesas con las que soñaba desde pequeño.
Pero esa fue la menos irónica de sus muchas conversiones. De rufián novato a ganar una medalla de oro olímpica, de temible boxeador a un carismático predicador o como un desertor del colegio para convertirse en un empresario millonario. Un hombre rústico e indisciplinado que se convirtió en campeón de peso pesado en dos oportunidades.
Hombre de contrastes
Pero el norteamericano nunca escondió su inusual sensibilidad a las epifanías y las revelaciones. Así, tomó un camino diferente después de un hecho puntual en su vida.
“Dos años antes del oro olímpico, me encontraba debajo de una casa, escondiéndome de la policía. Salí de debajo de aquella casa, entre el barro y la suciedad, y me dije: ‘voy a hacer algo en mi vida, no soy un ladrón’ Ahí todo cambio”, dijo el boxeador en su momento.
Tras esa revelación, el tejano abandonó su empobrecida ciudad natal para mudarse a Oregon y unirse al Job Corps, la iniciativa del presidente Lyndon Johnson, que brindaba formación profesional a jóvenes estadounidenses de bajos ingresos como parte de la llamada Guerra contra la Pobreza. Entonces, descubrió el boxeo y comenzó un rápido ascenso hasta obtener una medalla de oro olímpica en México 1968.
“Cuando me escuchas decir ‘Grants Pass, Oregon’, fue como mi comienzo. Sin el Job Corps, habría muerto en tres años”, explicó en ese entonces.
La gratitud de Foreman se transformó en un patriotismo devoto y en un profundo aprecio por ser estadounidense. En los mismos Juegos Olímpicos en los que Tommy Smith y John Carlos hicieron el saludo del poder negro, el boxeador desfiló con orgullo la bandera estadounidense.
“Se trataba de identidad, de ser estadounidense, eso es lo que yo era. Agitaba la bandera tanto para mí como para el país. Les dejaba saber a todos quién yo era y al mismo tiempo diciendo que estaba orgulloso de ser estadounidense”, reconoció.
Doble campeón
Tras apenas una docena de peleas amateur, se convirtió en olímpico y medallista de oro en 1968. Entonces, alcanzó la fama y la riqueza casi instantáneamente. Cinco años después, aplastó al campeón de peso pesado Joe Frazier por el título. Esa pelea, en 1973, donde noqueó al gran favorito Frazier seis veces en dos asaltos, consolidó sus credenciales como un destructor sumamente eficiente.
Su constante ceño fruncido -había tomado muchas de sus estrategias de relaciones públicas de su compañero de cuadra Sonny Liston (quien había cumplido condena)-, se le consideraba un arma tan brutal cuando se concertó la pelea con Muhammad Ali en 1974, en Zaire, actual República Democrática del Congo.
El Rumble in the Jungle fue una pelea histórica. Ali se apoyó en las cuerdas y permitió que Foreman lo golpeara sin causarle daño. Finalmente, exhausto, Foreman se convirtió en el blanco indefenso y, probablemente más por la sorpresa que por cualquier otra cosa, simplemente cayó al suelo por primera vez en su carrera en el octavo asalto.
Una nueva vida
Aunque Foreman persistió en su carrera, su regreso se vio truncado tras una derrota ante Jimmy Young en 1977. Una caída que desencadenó una experiencia que le cambió la vida mientras yacía en el camarín después de la pelea. Sufrimiento que describió como una experiencia cercana a la muerte, Foreman buscó a Dios y, al recuperarse, se convirtió en un cristiano renacido.
Sintió la necesidad de cambiar su vida durante una vida en la que tuvo diez hijos con múltiples parejas y se casó cinco veces. Recién convertido, se ordenó ministro en su ciudad natal de Houston, comenzó a predicar y abrió un centro juvenil. Foreman sorprendió a muchos al regresar al boxeo diez años después, inicialmente para financiar su organización benéfica.
Los medios se burlaron de él por estar fuera de forma. Tenía un sobrepeso considerable para su primera pelea de regreso, pero fue adelgazando poco a poco, pelea a pelea. En el ring, se mostró lento, pero de alguna manera logró mantener la misma potencia en sus golpes.
Las victorias no tardaron en llegar y, durante una notable racha de 24 victorias consecutivas, logró recuperar el título de peso pesado de la FIB y la AMB a los 45 años. Se convirtió en el campeón de peso pesado de mayor edad de la historia al realizar una remontada notable contra Michael Moorer, que era 19 años menor.
Multimillonario
Foreman perdería el campeonato a los 48 años ante Shannon Briggs, pero ya había demostrado que su regreso estaba justificado y demostró que 40 años no es una sentencia de muerte.
Fue durante esta época en la que el atleta, conocido por los medios, se involucró en el patrocinio de marcas. Atrás quedó su imagen pública temible y distante. En su lugar apareció un gigante amable y gentil que aparecía en televisión.
Ayudó a diseñar la parrilla George Foreman, un producto para reducir la grasa y llegaría a ganar más de 200 millones de dólares gracias a ella. Fue incluido en el Salón de la Fama del Boxeo Internacional en 2003 y siguió activo como analista de boxeo ocasional hasta su muerte, a los 76 años.
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