Desde la irrupción del astro brasileño Edson Arantes do Nascimento, Pelé, en la Copa del Mundo Suecia 1958, cada vez que en el fútbol chileno apareció un delantero moreno con aptitudes naturales fue bautizado "Pelé". Así surgieron Pedro Pérez, en Deportes La Serena 1959, Domingo Araneda, en Unión Española 1963, Obdulio Durán en Ferrobadminton 1963, Luis Pino en O'Higgins 1966, José Luis Álvarez en Deportes La Serena 1979 y Luis Araya en Deportes Concepción 1980. Todos llevaban el 10 en la espalda; Durán y Araya eran zurdos.
Domingo Segundo Araneda Rivera nació el 1 de mayo de 1940 en Rancagua y falleció hace 10 días, el 6 de julio de 2018 en Santiago (tenía 78 años). Medía 1,74 metros y pesaba 67 kilos. Del fútbol aficionado en los clubes Alianza, de Rancagua, y Chiprodal, de Graneros, saltó al profesionalismo en Unión Española (1963 a 1968). También jugó en Magallanes (1969).
A la tienda de Santa Laura llegó luego de su actuación en el Panamericano amateur de Sao Paulo 1963, donde Chile obtuvo la medalla de bronce después de enfrentar a Brasil, Uruguay, Argentina y Estados Unidos. El entrenador fue Raúl Pino y de ese plantel también jugaron en primera división Raúl Angulo (Palestino), Juan Carlos Esquivel (Santiago Morning) y Haroldo Peña (Deportes Concepción).
De la media docena de Pelé criollos, ninguno cristalizó una carrera como insinuaban sus condiciones, su chispa, la finta, el dribbling. Las expectativas que despertaba el apelativo terminaron por transformarse en una mochila de plomo para jóvenes que eran inconscientes del talento que la madre naturaleza les había regalado.
Pedro Pérez tuvo su tarde más contundente en el partido Deportes La Serena 4- Audax Italiano 3, cuando le anotó tres goles a Francisco Valencia en el estadio La Portada (febrero de 1963). En 1967, una camioneta embistió su motoneta, permaneció 45 días sin recobrar el conocimiento y siete meses postrado.
El gol más aplaudido de Luis Pino ocurrió en el arco norte del estadio El Teniente, de Rancagua. En el encuentro O'Higgins 3- Huachipato 3, Pino le hizo una finta al temible zaguero paraguayo Víctor Figueredo y batió al arquero Luis Mendy (abril de 1967). Esa manera de quebrar la cintura se vería después en los brasileños Romario y Ronaldo, el Fenómeno.
Pérez y Pino ya no se hallan entre nosotros.
Araneda no era goleador como Honorino Landa y dejó su puesto al hispano Clemente Iriarte. Tuvo que acomodarse con el 8 en el mediocampo cuando no estaban Félix Landa o Moisés Silva, o con el 11 en la punta izquierda si faltaban el argentino Osvaldo Cruz o Freddy Molina.
Leonardo Véliz, mundialista en Alemania Federal 1974 y compañero en Unión Española, recordó que "en los entrenamientos, Araneda era Pelé por su técnica individual con la pelota en los pies. En los partidos era distinto, porque desaparecía al no tener el balón, no marcaba y no luchaba". Mario Soto, mundialista en España 1982 y compañero en Magallanes, señaló que el amague de Araneda era parecido al del serenense Juan Koscina y del brasileño Neymar.
Al carecer de disciplina y de perseverancia, pronto Araneda tocó techo en el fútbol pese a la popularidad que le daba su apodo. Nunca aprendió a leer ni escribir, trabajó de recolector de basura en los camiones de la Municipalidad de Las Condes y allí se jubiló. Casado durante 57 años, tuvo cuatro hijas y un hijo. En los últimos cinco años padeció Alzheimer.