Universidad Católica es, quizás, el único equipo del fútbol chileno que tendrá 16 rivales en vez de 15, porque uno de sus principales oponentes, para esta segunda rueda del Campeonato Nacional, será la presión. ¿Cuál? La de no fallar cuando la primera mitad del objetivo ya está en el bolsillo; también la de tener que jugar mejor y dejar de ser tan predecible, porque es un hecho que en las últimas fechas a la UC le tomaron la mano y sufrió.
Por lo mismo, el partido de esta tarde, ante Deportes Iquique, en San Carlos de Apoquindo, adquirió una importancia gigante para el conjunto que dirige Beñat San José, líder exclusivo del torneo. Puede ser el puntapié para un nuevo comienzo, auspicioso, que termine con el ansiado título 13. O, en su defecto, ser la continuidad de un final de primera rueda opaco, lleno de dudas, en el que el fútbol exhibido sembró incertidumbre sobre si a los cruzados les alcanzará para alzar la copa.
De ahí el carácter fundamental que le dan en la precordillera al duelo con los Dragones Celestes de Miguel Riffo. Ya lo advirtió Benjamín Kuscevic a mitad de esta semana. "Desde ahora son 15 finales, porque el partido del sábado (hoy) para mí es una final", confesó el defensa del cuadro de la franja.
Los estudiantiles, punteros de principio a fin el primer semestre, son los que más han tenido que aprender a convivir con la crítica. Puede parecer curioso, pero en realidad no lo es tanto: el juego pragmático y, en ocasiones, excesivamente defensivo, le ha valido azotes desde todos los rincones, incluso, desde su hinchada y hasta de su propio camarín.
"El equipo creo que bajó el nivel que venía mostrando, la solidez sobre todo, que es la que marcaba la diferencia. Este tiempo nos ha ayudado, para darnos cuenta de que como estábamos no nos alcanza. Tenemos claro que si mantenemos el nivel que teníamos al final es muy probable que no seamos campeones", analizó José Pedro Fuenzalida en radio ADN. Una cruda reflexión, pero necesaria, según entienden en la precordillera.
Si a lo anterior se suma el fracaso en la Copa Chile, donde los cruzados fueron eliminador por Cobreloa, elenco de la Primera B, la presión por cambiar la imagen es mayor. Los jugadores lo saben y lo reconocen.
"Hay cierta ansiedad, pero nada del otro mundo. La clave es saber manejarla para que no te juegue en contra", admitió Kuscevic, en la presentación de la nueva camiseta. "Se va a apretar todo y no podemos dejar puntos en San Carlos. Tenemos que ser mucho más fuertes, precisos, dinámicos, hacer más goles en casa, es el objetivo principal", anunció, por su parte, Cristián Álvarez, la voz de la experiencia en el vestuario universitario.
El único que parece más alejado del escenario que transmiten sus jugadores es el español San José. Públicamente, al menos, defiende su trabajo, estilo y juego del equipo. Internamente, entiende que no puede hacer mucho más con el plantel estrecho que tiene. Para esta rueda Cruzados sólo contrató un refuerzo: el delantero Sebastián Sáez, quien llega con la difícil misión de aumentar la producción goleadora del equipo.
"Hicimos buenos partidos. La afición tiene todo el derecho de manifestarse. Pero hemos hecho un fútbol bueno", aseveró Beñat.
La presión agobia a la UC, que se adjudicó un torneo largo con 16 equipos sólo en una de las tres veces que ganó la primera rueda.