No es la primera vez, tampoco la última. Recuerdo que hace algunos años tuve la oportunidad de entrevistar a Rocío Yáñez, quien había asumido recientemente la dirección técnica de San Antonio Unido. Corría 2011 y Rocío -quien había desarrollado una carrera como futbolista en Estados Unidos y había ganado una beca de alto rendimiento que la llevó a Barcelona para conocer el trabajo de las divisiones juveniles del FC Barcelona, con el mismísimo Pep Guardiola como profesor- estaba dispuesta a hacerse un nombre en un territorio tradicionalmente machista. Y había comenzado por un equipo que militaba en la Tercera División.
El editor de turno me pidió que escribiera esa nota precisamente por lo que se consideraba una rareza. ¿Qué hacía una mujer sumergida en un mundo de hombres más acostumbrado a la sensibilidad del energúmeno que a las delicadezas del supuestamente sexo débil? Lejos de cualquier prejuicio, Rocío tenía herramientas de sobra para manejar a ese grupo de muchachos que soñaba domingo a domingo con que el club volviera al profesionalismo.
De hecho, se explayaba con una cuota de rabia respecto de una serie de ideas respecto de lo nocivo que podía ser que una mujer estuviera a la cabeza de un equipo de hombres. Ella estaba haciendo clases en la INAF y, a la par, trabajaba como ayudante técnico de Trasandino, donde realizó un campañón.
"Perdimos la posibilidad de ascender a la Primera B en el último partido. Fue cuando oí que algunos decían que no habíamos subido porque había una mujer en el cuerpo técnico y los jugadores se desconcentraban. Me da un poco de rabia ese tipo de situaciones. Me acuerdo que había algunos reporteros que comentaban que era bueno tener una mujer en el cuerpo técnico para que preparara el café. Una vez en el estadio de Iberia no querían dejarme entrar a la cancha, porque las pololas de los jugadores no podían sentarse en la banca".
Me he acordado de esta nota a propósito de las cosas que se han dicho ante la posibilidad de que Paula Navarro pueda asumir este miércoles la dirección técnica de Santiago Morning, convirtiéndose así en la primera mujer que dirige en el fútbol profesional chileno -Rocío no alcanzó a dirigir en la Primera B; luego de la experiencia en San Antonio Unido se hizo cargo de la selección nacional de fútbol femenino y actualmente es ayudante técnico en Lota-. Si bien la dirigencia del club autobusero apoya la posibilidad de que Paula Navarro se haga cargo del club hay otras voces que han manifestado su discrepancia aduciendo motivos que son más que discutibles.
Uno de ellos es el capitán de Santiago Morning, Hernán Muñoz, quien señaló su rechazo a la llegada de la entrenadora por la incomodidad que revestiría para los jugadores el tenerla dentro del camarín. No entiendo demasiado bien el argumento de Muñoz ni hasta qué punto esa incomodidad podría ser más importante que el derecho de la propia Paula Navarro de querer hacer una carrera en el fútbol profesional. Por lo demás, siento que podría ser más importante la incomodidad de la propia entrenadora, pero entendiendo que ella está dispuesta a asumir el desafío podemos concluir que la eventual incomodidad sería algo marginal.
Sinceramente, me encantaría que Santiago Morning decidiera jugársela por Paula Navarro. No sólo porque en su condición de directora técnica de la rama femenina del club ha dado muestra de sobra de su valía, también porque tras largos años de predominio absoluto de la mirada masculina en el fútbol, llegó la hora de darle una oportunidad a una mujer. Creo que nadie imagina lo que puede conseguirse con otra cabeza, con otra mirada, con otra sensibilidad para entender las cosas.