El cubano-estadopunidense Alberto Salazar, entrenador de atletismo, con siete atletas en competencia en Doha, fue sancionado ayer por "organización e incitación a una conducta dopante prohibida". Estará fuera de las pistas cuatro años.

Uno de sus pupilos es Donovan Brazier, campeón en los 800 metros con récord del campeonato. El sábado se había coronado en los 10.000 metros otra atleta suya: la holandesa nacida en Etiopía Sifan Hassan. Otros insignes entrenados por Salazar son el británico Mo Farah y Galen Rupp, ausente en Doha.

El foco mediático y las dudas se posan ahora sobre ellos y, además, salpica a Nike, la marca que financia al grupo de atletas de élite de Alberto Salazar, bajo el Oregon Project.

La decisión completa de la Agencia Antidopaje Estadounidense (USADA) revela que el presidente de la compañía, Mark Parker, estaba al tanto de los experimentos de Salazar. Llegó incluso a probar un gel de testosterona sobre sus propios hijos en el año 2009.

Por eso, ayer la marca deportiva respaldó a Salazar en su recurso contra la sanción: "La decisión no tiene nada que ver con la administración de sustancias prohibidas a un atleta del Oregon Project".

El caso adquiere especial connotación, pues, los próximos Mundiales, de 2021, se disputarán precisamente en Eugene (Oregon, Estados Unidos), la casa de Nike.

Tras la suspensión, la Federación Estadounidense de Atletismo (USATF) solicitó que se retirara la acreditación del Mundial a Salazar, a lo que la IAAF accedió.

Alberto Salazar, que en los ochenta ganó tres veces seguidas el maratón de Nueva York, fue castigado por tráfico de testosterona, inyecciones a sus atletas de un complemento (L-Carnitina) por encima de la dosis autorizada e intento de entorpecer el trabajo de la USADA en su búsqueda de información. Junto a él, también se suspendió por cuatro años a Jeffrey Brown, un endocrino de Texas que trabajó puntualmente con el entrenador. La actualidad de los Mundiales se vio empañada por una noticia de dopaje.