La novela del entrenador cubano estadounidense Alberto Salazar ya es un thriller. A las denuncias por incitar a consumir sustancias dopantes a sus dirigidos, ahora, una dura acusación de la atleta Mary Cain (23) ha encendido nuevamente los cuestionamientos a su trabajo. A través de una carta al New York Times, lo acusó de tener una fuerte obsesión con la talla de sus atletas, llevándolas a situaciones extremas respecto a su contextura física.
Mary Cain fue el fenómeno del atletismo en su época escolar. Ganó todo en el medio fondo mundial y su éxito la llevó a saltarse su etapa universitaria y convertirse en atleta profesional con tan solo 17 años. Fue ahí cuando llegó al ahora extinto Nike Oregon Project (NOP). Pese a su futuro prometedor de entonces, Cain hoy no figura dentro del atletismo de élite. Tampoco en el proyecto. Lo dejó tres años después de ingresar. No resistió el régimen de entrenamiento de Salazar, se dijo entonces.
Hace tres semanas, Cain volvió a las portadas para contar su calvario en Oregon. Denunció que Salazar estaba convencido de que iba a rendir mejor si bajaba de peso. Y que por eso la sometió a un extremo régimen de alimentación que le provocó graves problemas de salud. Que sufrió cinco fracturas por estrés en su tibia, además de dejar de menstruar durante los tres años que residió en Portland. Los síntomas claros del llamado síndrome de la triada de la atleta, que puede derivar en osteoporosis e infertilidad por falta de nutrientes necesarios.
En el mismo video, Cain explica que tras presentar estos síntomas y no poder rendir como el equipo planeaba, con 19 años, comenzó a padecer trastornos sicológicos de consecuencias casi suicidas: comenzó ella misma a cortarse los antebrazos. Pidió soporte en el equipo, pero Salazar ignoró sus alertas y mantuvo su método de entrenamiento, siempre privilegiando el físico y obligándola a pesarse frente al equipo para humillarla por su sobrepeso. Después de tres años, Cain renunció al NOP y volvió a casa con sus padres. Fue tras las acusaciones de dopaje en contra de Salazar que ella se decidió a sacar la voz.
Las revelaciones de Cain derivaron en un me too atlético. Varias deportistas que alguna vez estuvieron bajo la tutela de Salazar comenzaron a relatar sus experiencias y contar cómo las presionaba, casi siempre por el peso. "Estaba obsesionado con los 50kg", cuenta Amy Begley, a sus órdenes entre 2007 y 2011. En 2011, tras los Nacionales estadounidenses de ese año, Begley fue excluida del programa por estar sobre el peso exigido. "Salazar me dijo que le daba lo mismo lo que dijera la ciencia. Me estaba echando porque tenía el trasero más grande de la línea de partida. Si quieres ser deportista de elite, tienes que bajar de peso", contó la atleta al New York Times.
También se unió a los ataques Kara Goucher, quinta en el maratón de Boston de 2011, apenas seis meses después de dar a luz. Denunció que el entrenador le encaró a sus familiares, entre ellos su marido, exigiendo que bajara urgentemente de peso, pese al postnatal, si es que alguna vez quería volver a ser rápida.
La obsesión de Salazar con el peso explica de alguna manera su fomento al uso de diuréticos ilegales, por lo que enfrenta ahora una sanción de cuatro años, y otros métodos alternativos como las pastillas anticonceptivas para que sus atletas alcanzaran lo que para él era el peso ideal. Incluso alguna vez bromeaba respecto a las apendicitis o liposucciones como método aligerante.
El Oregon Project fue creado y dirigido por Salazar como un grupo de fondistas internacionales para hacerle sombra a los exitosos africanos. De hecho, los únicos campeones mundiales que no han sido africanos en las largas distancias salieron de ese proyecto, entrenado solo por hombres que no necesariamente poseían títulos universitarios o estudios en el área que encabezaban, como la nutrición y la psicología. Bastaba con ser del círculo de Salazar.
Nike, que ya suspendió el proyecto, aseguró que investigará las formas ahora denunciadas. Salazar declaró a The Oregonian, un diario local, que preocuparse por el peso es algo común en el deporte de élite y que se disculpa si es que alguna vez hizo un comentario insensible.