Día jueves. Termina el entrenamiento de Chile en el complejo deportivo del Sao Paulo. Reinaldo Rueda acaba de hacer sonar su silbato y los seleccionados se disponen a entrenar penales, igual que en la jornada anterior. Urra está al arco. Aránguiz, Vargas, Vidal, Pulgar, Maripán, Beausejour y Fuenzalida prueban al arquero. Están casi todos los titulares, menos Alexis Sánchez. Su confianza es tal que no necesita ensayarlos. El delantero está alejado del resto. Corre solo por la cancha. Los piques que realiza son exigentes, a gran velocidad, suficientes para dejar agotado a cualquiera. Sonríe, disfruta, está feliz. Un jugador nuevo.
El mismo jugador triste y decaído de hace un mes que incluso dudaba acudir a la Copa. El mismo que hace dos semanas notaba que el tobillo derecho no le respondía, que pisaba raro, tras una infección por un ampolla. El mismo del que su propio entrenador no se atrevía a asegurar su participación. Y hoy ese futbolista es otro. Recuperado tanto física como sicológicamente. Ni rastro del jugador deprimido, suplente y lesionado reincidente, que vive en Manchester. La cara como espejo.
Y también los goles (dos) y las asistencias (una) que suma en esta Copa América. Aparte del penal decisivo en la tanda ante Colombia. El Niño Maravilla está de vuelta. Ha sido clave en el rendimiento de la Roja.
¿Una transformación casualidad? En la Roja aseguran que no, que es fruto de un trabajo que comenzó hace varias semanas en el complejo Juan Pinto Durán. Allí, el jugador mejor pagado de la historia de la Premier inició un proceso de rehabilitación física, que consistió en limpiar la zona afectada del tobillo para luego fortalecerla con ejercicios. Una rutina que lentamente dio resultados.
Rueda dispuso que Alexis no disputara el amistoso ante Haití, en La Serena. En vez de viajar y despedirse del público local como sus compañeros, Alexis se quedó en Santiago, trabajando junto al kinesiólogo Pedro Oñate. Ganó mucho en el aspecto físico.
Pero Alexis notaba que pisaba raro. Y Rueda insistía en que no estaba listo. Para el caleño, la recuperación total de Sánchez significaba también mejorar sicológicamente. Recuperar el aspecto mental, muy a mal traer luego de un año marcado por las críticas.
El primero en hablarle para hacerle cambiar el chip, fue el propio seleccionador, que se caracteriza por ser muy conversador con sus jugadores. También Orlando Caicedo, el sanador pránico del equipo con sus cosas de la energía y todo eso. Mientras, el preparador físico, Carlos Velasco, estaba encima de su tobillo.
El ánimo le volvió a Alexis también gracias a los compañeros más cercanos, como Mauricio Isla, con quien comparte habitación dentro de la concentración. La idea era hacerlo sentir bien, a gusto, querido. En el fondo, que recuperara su confianza.
"El trabajo que se ha realizado con Alexis, el afecto, el cariño que le ha dado el equipo ha servido para que se brinde así. Es un joven con una calidad humana especia, todo el grupo lo quiere", sostuvo Rueda tras el 2-1 ante Ecuador.
La fase final para resucitar al Niño Maravilla se realizó en Itu. Allí, en las afueras de Sao Paulo, donde la Roja concentraba aislada antes de se debut ante Japón, el cuerpo técnico y médico terminó de fortalecer al delantero.
Físicamente estaba listo, pero faltaba la cabeza. Necesitaba pruebas de que ya estaba bien. Convencerse. Desde el búnker de la Roja aseguran que su gol y asistencia frente a los nipones en el Morumbí fue clave, porque le devolvieron toda la confianza. De alguna forma, mató la mufa a la primera oportunidad. Borró de un plumazo lo malo de los últimos meses.
En Brasil suma dos goles, los mismos que en toda la temporada con los Diablos Rojos. Ayer, en la cancha del estadio SESC de Porto Alegre, fue el primero en salir a la cancha. Sonriente, feliz y hasta mascando chicle. Resucitado.