De las contadas hazañas del deporte chileno, hay una muy poco comentada. Entre marzo y abril de 1959 se celebró el Gran Torneo Internacional de Mar del Plata en Argentina. El ajedrecista René Letelier obtuvo el quinto lugar y le ganó a nada menos que al Gran Maestro Robert Fischer. Esto, sumado a la experticia que había adquirido en varios torneos internacionales, le valió que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) le confiriese el título de Maestro Internacional. De esta manera, se convirtió en el primer chileno en ganar este reconocimiento y pasó a la historia grande del deporte nacional.
Todavía faltaban 13 años para que Fischer protagonizara junto al ruso Boris Spassky el llamado “Match del Siglo”, ocasión en que la Guerra Fría se trasladó al tablero de ajedrez. En 1972, el estadounidense le arrebató el título de campeón mundial a Spassky, terminando con la racha de más de 20 años de la Unión Soviética como el país que albergaba a los máximos campeones.
Cuando se enfrentó con Letelier, Fischer era apenas un adolescente, pero ya ostentaba el título de Gran Maestro. René Letelier, de 44 años, había tenido una destacada participación en torneos nacionales e internacionales. Fue campeón en el Gran Torneo Internacional de la Federación Uruguaya, superando en esta ocasión a los Grandes Maestros, Miguel Najdorf y Ossip Bernstein. Además, había ganado el título de campeón nacional dos veces antes de jugar con Bobby Fischer.
El testimonio de Letelier sobre esa partida fue recogido por el escritor Ángelo Guiñez en el libro La vuelta al ajedrez en 90 años, que detalla la trayectoria del ajedrecista: “La primera vez yo estaba muy optimista y se puede decir que jugué con bastante entusiasmo y mucho espíritu de lucha. A ganar, de frentón a ganar. Él, con blancas, me sometió a un ataque bastante violento y yo tuve que defenderme todo el tiempo”, contó Letelier en esa oportunidad.
Cerca de la jugada 40, Letelier había logrado “emparejar” el enfrentamiento. Los jugadores se tomaron un receso antes de continuar. Mientras tanto, un periodista se acercó a Fischer para preguntarle cómo iba la partida, a lo que el estadounidense respondió: “Está ganada”. Según Letelier, está respuesta fue clave, ya que lo animó a volver a analizar la partida.
El encuentro incluso pudo terminar en Tablas -empate en el ajedrez- pero Fischer insistió en ganar. Esta decisión le jugó en contra y Letelier se convirtió en el ganador. “No tuvo ni la más mínima esperanza de empatar siquiera. Recuerdo que la partida terminó como en la jugada 60. Al terminar (Fischer), soltó varias lágrimas de coraje”, rememoró el Maestro hace casi 20 años, en una entrevista con Ángelo Guiñez.
Aunque luego reconoció que en sus encuentros siguientes no tuvo oportunidad contra Fischer: “Después, jugamos tres veces más y no pude vencerlo. La segunda vez me ganó de punta a punta, sólo me dediqué a admirar su lúcido juego”.
La Maestra FIDE y pentacampeona nacional, Damaris Abarca recuerda la partida en la que Letelier resultó ganador. “Hay un punto que es clave, que es cuando aplazan la partida. Antes se ocupaba mucho, pero ya no. Llegan a un final de alfil contra caballo. Generalmente, un alfil es mejor en un final, porque tiene largo alcance. Se mueve más rápido en un tablero que un caballo, que tiene que ocupar muchas jugadas para llegar al otro extremo del tablero”, comenta Abarca para añadir que la partida podría haber terminado en Tablas, pero Fischer se obstinó con ganar. “Eso le pasó la cuenta, era un jugador muy joven. Se confió y Letelier era muy experimentado. En el ajedrez se dice que el que fuerza la partida, pierde. Cuando una posición es tablas, no se puede forzar”, concluye Abarca, quien además fue constituyente.
Por su parte, el Gran Maestro chileno, Iván Morovic -uno de los pocos en nuestro país con el título- comenta las diferencias entre ambos ajedrecistas. “Fischer, era un fanático: entrenaba 24/7, a diferencia de don René, que como él mismo nos decía, se consideraba un jugador amateur ya que dedicaba mucho tiempo a su trabajo. Más mérito cobra este histórico triunfo de Letelier, ante quien fuera algunos años después campeón del mundo”, destaca.
Un muchacho complicado
El escritor Ángelo Guiñez, quien además compartió con el mismo Letelier y con varios ajedrecistas de la generación, recuerda las impresiones que causó Fischer: “Cuando Bobby Fischer jugó con don René, todavía no era aquel que salió mejor jugador del mundo. Era un muchacho complicado, medio salvaje. Letelier me contó que tenía muy malos modales”.
Ese mismo año, Fischer vino a Chile en el marco del II Torneo Internacional Arturo Alessandri Palma. Para ese entonces, su excéntrico carácter se hizo notar. Guiñez recuerda que Eugenio Larraín, un ajedrecista chileno de la época, fue quien más compartió con Fischer, puesto que el chileno hablaba inglés y se llevaba por pocos años con el Gran Maestro.
“Fischer ya tenía un carácter muy complicado. Mandó a su madre a Concepción, porque decía que no podía jugar con la mamá a menos de 400 kilómetros, también juraba que los rusos le podían envenenar el café. En una ocasión pidió una langosta y cuando le retiraron el plato, ni siquiera la había tocado. Al día siguiente volvió a pedir langosta, y le sirvieron la misma todas las veces que se le ocurrió”, cuenta Guiñez.
“Don Eugenio Larraín, quien murió hace un tiempo, fue quien lo acompañó a conocer a su padre putativo, es decir no biológico, que vivía en Chile en ese tiempo”, añade Guiñez. Sobre esta última anécdota, indagó el diario Las Últimas Noticias en 2008. De acuerdo con ese medio, se trataba del alemán Hans Gerhard Fischer, quien habría sido pareja de la madre del jugador, antes de que él naciera, no su verdadero padre. “Según documentos que la CIA ha desclasificado, H.G Fischer colaboró con la URSS en plena Segunda Guerra Mundial, informándoles sobre los movimientos nazis en Chile”, reportó el diario.
El encuentro con el “Che” Guevara
Letelier se inició en el deporte-ciencia a los 12 años, motivado por el revuelo que generó el encuentro entre dos leyendas del ajedrez: el ruso -nacionalizado francés- Alexander Alekhine y el cubano José Raúl Capablanca. En el libro del escritor Ángelo Guiñez, se revela otro antecedente: el Maestro era nieto de Sandalio Letelier, ajedrecista y cofundador del Colegio Médico de Chile.
En 1929, ingresó en compañía de su hermano mayor al Club de Ajedrez Chile. “Es una de las figuras más icónicas del ajedrez nacional. Lo conocí hacia el final de sus días. Fue el primer maestro chileno de ajedrez. Empezó a jugar en el Club de Ajedrez Chile, el más antiguo de Chile, que se fundó en 1924″, rememora Adolfo Barrios, vicepresidente de la Federación Nacional de Ajedrez (AJEFECH). A su vez, José Soza, tesorero de la organización lo califica como “una leyenda”, mientras que el director Juan Fernández lo describe como “un quijote del ajedrez, sus vivencias construyeron la historia del ajedrez chileno”.
A sus 17 años logró ganarle a Mariano Castillo, quien en esa época era considerado como uno de los mejores ajedrecistas del país. Junto a Castillo y Rodrigo Flores, participó en varios torneos internacionales, en los que ganó experiencia y sumó logros a su carrera. Flores, quien hasta la fecha ostenta el título de haber ganado en más oportunidades el campeonato nacional -11 veces- calificó a Letelier como un “temible jugador”. Ambos acudieron al Gran Torneo Internacional, que se celebró en Uruguay. Si bien ninguno resultó ganador, Letelier logró ganar dos partidas rápidas -de un total de siete- al mítico campeón mundial Alexander Alekhine.
“Lo que caracterizó a Letelier fue su talento, él tiene partidas hermosas. Se enfrentó a siete campeones mundiales” cuenta el vicepresidente de la AJEFECH. Letelier también fue corresponsal y columnista en varios medios de comunicación nacionales, entre ellos La Tercera. Se dedicaba principalmente a analizar las partidas de ajedrez de las que era testigo.
“¿Fischer ama el dinero, ama el ajedrez, ama lo que él estima como principios irrenunciables? Creo que ni los que con mayor frecuencia han estado al alcance de su trato pueden dar una respuesta adecuada”, escribió Letelier en 1980, en una columna dedicada a Fischer en La Tercera.
Conoció a importantes figuras tanto nacionales como internacionales, que marcaron el siglo XX. “Fui amigo de don Arturo Alessandri, quien resultó mi mejor “hincha”. A menudo jugaba con él en La Moneda” contó Letelier para luego agregar que incluso, en una oportunidad agentes de investigaciones fueron a buscarlo a su casa, indicando que debían llevarlo por órdenes de la presidencia. “Estuve como dos horas detenido en medio de mi asombro y mi inquietud. Por fin todo se aclaró. Vinieron de La Moneda a buscarme y me llevaron hasta donde don Arturo. Se había sentido con ganas de jugar ajedrez y recurrió a lo que creyó más expedito para conseguirme”, recordó Letelier.
Asimismo, en los viajes que hizo a los torneos realizados en Cuba, conoció a Fidel Castro y a Ernesto “Che” Guevara, con quien logró conversar en más de una ocasión durante su primera visita a Cuba.
“Recuerdo que se paró frente a mí y me dijo: —Usted no me conoce pero yo lo conozco mucho a usted. Creí que me estaba haciendo una broma. Me convidó a tomar el té y ahí me confesó que él me había visto jugar en varios torneos en Mar del Plata en los años que él era estudiante en Argentina”, contó Letelier en el libro que repasa su trayectoria.
Luego añadió: “Así, siguió diciéndome: —Yo a usted lo respeto mucho. Yo, siendo un muchacho, siempre le pedía a diversos maestros que me explicaran sus técnicas después de las partidas y el único que me dedicaba más atención era usted. Por eso le estaré siempre muy agradecido”. Imagínese qué impresión más magnífica me llevé. El “Che” siempre estuvo preocupado por mí. A menudo, me llevaba puros de regalo a la habitación. Era todo un caballero y ni decir como lo quería la gente”.
“La magia de Don René”
La carrera de Letelier no estuvo exenta de dificultades. A menudo tuvo que ausentarse de los trabajos que desempeñó -sin goce de sueldo- para poder asistir a los torneos en el extranjero. Incluso en una ocasión, quedó varado en Europa junto a seis jugadores chilenos, dado que no contaban con los pasajes de regreso. La federación demoró cinco meses en enviar los pasajes.
El Gran Maestro chileno Iván Morovic lamenta la falta de recursos que enfrenta el desarrollo del deporte-ciencia en nuestro país. “Chile ha tenido jugadores de muchas condiciones y talento, pero esto no alcanza para estar en la alta competencia. Se requiere competir y entrenar asiduamente, en torneos dentro del país y en el extranjero”, indica. Para incentivar la práctica del ajedrez, cuenta Morovic, durante el mes de marzo inauguró un “Chess Center”, destinado a ser un espacio de charlas y talleres orientadas a niños y también para adultos mayores. “El ajedrez tiene un montón de beneficios cognitivos, ayuda mucho a la toma de decisiones”, reflexiona.
Asimismo, la Maestra FIDE Damaris Abarca relata lo identificada que se siente con las dificultades que enfrentó Letelier: “En una entrevista, le preguntaron a Letelier por qué no hay jugadores chilenos que alcancen el nivel internacional y él respondió que la ayuda estatal para el desarrollo del arte ajedrecístico en Chile es nula, que ser campeón nacional de ajedrez es heroico. Este año gané el campeonato nacional y actualmente no cuento con los fondos para ir al Torneo Continental Femenino en Cuba”, cuenta Abarca. La pentacampeona se encuentra esperando la resolución del Ministerio del Deporte y de la federación, que están buscando apoyarla en dicho torneo.
Pese a las dificultades, Letelier dejó una huella no solo en la historia del ajedrez nacional, sino que en quienes lo conocieron. El Maestro FIDE Marcelo Llorens, cuenta una de sus anécdotas: “Una vez me contó que Miguel Najdorf llegó indignado al torneo de Mar del Plata reclamando que tenían que subir el premio al primer lugar porque era muy bajo. Cabe destacar que Najdorf era el favorito del torneo. Al final el premio lo ganó don René y lo primero que hizo fue agradecer a Najdorf por haber aumentado el premio”, dice Llorens.
Ángelo Guiñez resume lo que hizo especial a Letelier: “La magia de René es que él hizo un trabajo de maestro. Aunque en el ajedrez todos se llaman maestros, él realmente ejerció la maestría, tuvo muchos discípulos. Un discípulo de él se puede reconocer en lo extra ajedrecístico, en su calidad humana, él era muy paternal. Alguna vez increpó a una señora en la calle porque ella iba retando a un niño, y don René le dijo “estas no son maneras” y eso que él andaba apenas con el bastón”, recuerda Guiñez, aludiendo a la faceta humana del Maestro.
Los restos de “Don René” reposan en el Cementerio General. Entre las flores secas y la tierra, alguien dejó recientemente una pieza olvidada de ajedrez: un rey.