Alfonso Garcés, el histórico formador de la UC: “Me arrepiento de haber estado tan cómodo en la Católica”

Alfonso Garces
Alfonso Garcés, siempre con el recuerdo de Universidad Católica presente. (Foto: Andrés Pérez)

Tras 23 años ligado al fútbol formativo del cuadro precordillerano, el histórico formador anuncia su retiro. Su salida pone fin a uno de los ciclos más exitosos en la captación de jugadores para la franja, que incluyó a futbolistas como Gary Medel, Mauricio Isla e Ignacio Saavedra. Aquí, de su propia voz, una historia que sólo suma reconocimiento.



La historia de Alfonso Garcés (14/06/1940) y el fútbol parte mucho antes del año 2000, cuando entró por primera vez a trabajar a San Carlos de Apoquindo. Comienza en un Santiago distinto, en donde la tecnología no era de punta y la urbanización no había transformado a la ciudad en una urbe gigantesca y saturada. En un Chile en donde había fraternidad entre vecinos y en donde el fútbol era una actividad familiar y autogestionada, muy alejada de la violencia que hoy parece tenerla secuestrada.

Vivía en Independencia, la comuna que recibió a los equipos más importantes del país cuando la liga nacional recién daba sus primeros pasos. Al norte del Mapocho, el fútbol se transformó en el deporte más popular. Garcés fue un testigo privilegiado del crecimiento del balompié.

Romper el lazo entre él y la pelota fue imposible. Estuvo presente en su etapa escolar y en los 32 años que estuvo vinculado a la Fuerza Aérea. También cuando trabajaba en Talagante y cuando finalmente se puso el buzo de la Universidad Católica para desarrollar una de las canteras más prolíficas que ha tenido el país en el Siglo XXI. De su gestión surgieron jugadores como Mauricio Isla, Ignacio Saavedra y Gary Medel. Historia viva de la UC.

Garcés aclara en todo momento que la oportunidad de estar en Universidad Católica fue gracias a una serie de eventos, algunos planificados y otros fortuitos. Algo que durante la conversación que el reclutador sostuvo con La Tercera, queda en evidencia. Con una memoria envidiable para sus 82 años, detalla los episodios claves de su formación como entrenador y apasionado por el fútbol, pasando por anécdotas que bien podrían estar en un libro. La primera se remonta a cuando aún era un niño. Con 12 años, y aunque a esa altura ya era un gran seguidor de los cruzados gracias al impacto que le generó Sergio Livingstone, se puso la camiseta de la filial que Everton tenía en Santiago, una decisión que se produjo por la influencia de un compañero de clases. “Me pagaba una suma de dinero todos los fines de semanas para que jugara por el equipo. Durante cuatro años estuve ahí y me servía para ir al teatro y no estar en la calle”, comenta sobre esa etapa ruletera.

Fue en esos años que también tuvo la suerte de toparse con leyendas del fútbol nacional. No en Everton, sino que en el Liceo de Aplicación. “Mis profesores de gimnasia eran Luis Tirado Gordillo, quien terminó siendo entrenador de la selección chilena y Gustavo Graef, que fue su ayudante durante gran parte de su carrera. En el colegio tenía a los entrenadores de la selección chilena”, exclama con orgullo, antes de comenzar a relatar otra parte importante de su vida: la milicia.

“Tomé las armas porque me iba más o menos en las clases. Entré a la Fuerza Aérea y estuve 32 años ahí. Soy tripulante de avión a reacción y me tocó muchas veces viajar al extranjero a buscar máquinas o hacer otras acciones. Recuerdo que en 1995 tenía que volar todos los días de Arica a Punta Arenas para medir con un aparato de Geiser si las partículas del lanzamiento de la bomba Mururoa en la Polinesia Francesa habían llegado al país”, menciona, antes de hacer una pausa para una afirmación: “Eso sí, nunca dejé de estar ligado al fútbol”.

Mientras avanzaba en su carrera militar, Garcés siempre buscaba la forma de seguir conectado a su gran pasión. Hizo cursos de entrenador, dirigió a un conjunto nacional en una copa internacional organizada por Coca Cola en Argentina y llevó su conocimiento a Municipal Talagante, donde impartía clases de fútbol. Ahí también hizo buenas migas con figuras del fútbol nacional como Alberto Mela, Bernardo Bello y Arturo Salah. Estos últimos, personajes fueron claves en una decisión que cambiaría para siempre la vida del histórico reclutador de la UC.

Alfonso Garces
Alfonso Garcés en el patio de su casa en El Bosque. Foto: Andrés Pérez

“Ellos me piden que integre Juventud 2000, un proyecto de Colo Colo del que salieron muchos jugadores y en donde se hizo una gran labor deportiva-social, que transformó al club en algo mucho más grande de lo que ya era. Fue una etapa muy buena, donde yo tomé la escuela de Talagante y de Maipú. De hecho de ahí salieron Gonzalo Fierro y Cristóbal Jorquera”, rememora sobre esa apuesta que se implementó en el club popular entre 1995 y 2001.

Pero el plan no terminó de la mejor manera para él. Garcés admite que Colo Colo tenía situaciones administrativas confusas y que en un momento se la jugaron por innovar el proyecto y dejar a los preparadores físicos como jefes de las escuelas, privilegiando más el desarrollo corporal que la técnica y el fútbol. “Yo ya estaba cansado y cuando pasa eso decido renunciar”, agrega.

Esa determinación le terminó dando la posibilidad de ir a Universidad Católica. Antes, experimentó otro evento fortuito, como muchos de los que marcaron su vida, y que le permitieron ir escribiendo una historia única.

La UC, su gran amor

Sólo había pasado un par de días desde su renuncia, cuando su hijo Alfonso (que compartía equipo en los cadetes de la UC con Luka Tudor, Rodrigo Barrera y Raimundo Tupper) se topó con el presidente de Católica, Juan Carlos Benítez. En medio de un banco de la capital, ambos hablan de ‘don Alfonso’ y de su sorpresiva salida de Colo Colo. El dirigente no lo dudó y le avisó que llamaría a su padre para ofrecerle un puesto en la precordillera.

“Me encontré con que conocían mi historia y me dijeron que sí yo traía un solo se jugador se pagaba todo. No les hice caso y traje muchos más”, comienza diciendo sobre la que define como la etapa más importante de su vida.

Recuerda, también, los primeros pasos que dio una vez que comenzó a trabajar en Camino Las Flores. “Buscábamos comunas en donde estuviese la Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA), mirábamos campeonatos regionales, comunales, nacionales. También observábamos los de Chiledeportes e íbamos a provincias donde no estaba la oportunidad de llegar a Católica, a Puerto Montt, Arica, Copiapó o Valdivia, a hacer pruebas. Luchamos con la situación de lejanía, porque hay jugadores buenos en todas partes. Rompí unos tres autos entre todos los viajes”, agrega.

Ahí sale a flote una de las mejores anécdotas de su paso por la UC. “Seleccionamos dos chicos de Punta Arenas y no teníamos cómo traerlos. Ocupé mis contactos con la Fuerza Aérea y el comandante de la Base accedió a traerlos en un Hércules, un avión de paracaidistas que no tiene ni siquiera asientos. Llegaron con las orejas como elefantes porque el ruido era tremendo”, recuerda entre risas.

Esa etapa, que duró desde el año 2000 hasta hace poco menos de un mes, la recuerda con total felicidad y orgullo. No titubea al decir que Católica es, por mucho, la mejor institución en el fútbol chileno, “Ahí las cosas se hacen de frente y siempre pensando en las categorías inferiores”, establece.

Incluso, su único pesar tiene que ver con eso. “Me arrepiento de haber estado tan cómodo en Católica y no haber sido más audaz. Si hubiésemos hecho esto a nivel nacional, hoy estaríamos con una sonrisa porque jugadores de calidad hay en todo Chile y de todas las edades”, admite antes de agregar que para dedicarse a esta profesión hay que sacrificarse y dejar de todo de lado. Incluso a la familia y a las enfermedades.

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Entrevista a Alfonso Garcés, descubridor de talentos del club Universidad Católica. Foto: Andrés Pérez

Insiste, también, en que debería volver a existir un apoyo constante a la realización de torneos de menores. En que los clubes deberían aportar de su bolsillo para que se lleven a cabo estos campeonatos que permiten abrir el abanico de posibilidades. Tal como ellos hicieron en el equipo cruzado durante la década de los 2000.

Finalmente, al conversar sobre todos los jugadores que pasaron por su informes y por sus ojos, se detiene en uno en especial. “Gary Medel era excepcional. A los nueve años jugaba como juega hoy. Era el de mejor rechazo, el mejor en lo técnico, agresivo, veía bien el fútbol. Tácticamente era tremendo. Se daba cuenta de inmediato de las jugadas. Ojalá pueda volver, en un periodo corto y a buen nivel, por todo lo que significa para el equipo”, responde.

Es la palabra final de un referente en las divisiones menores del fútbol chileno. Un personaje que cambió y mejoró una cantera que ha marcado diferencias en los últimos años. La experiencia y el aprendizaje de una persona que vivió todas las etapas del balompié nacional. Una historia que partió en la futbolizada Independencia y que se cierra, con broche de oro, en lo más alto de la capital.

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