Iván Rozas llevaba prácticamente un año sin jugar un partido de Primera División. Eso hasta ayer en La Florida. De hecho, el propio Alfredo Arias ni siquiera lo tenía en cuenta para las habituales citaciones. El anterior técnico de los azules, Frank Kudelka, derechamente ni lo convocaba. Por eso a muchos sorprendió que el mediocampista entrara en el segundo tiempo en la derrota frente a Audax Italiano cuando todavía quedaban largos 20 minutos y el trámite no estaba sentenciado. Seguramente, ni siquiera el zurdo imaginó que tendría una chance de entrar en un momento tan delicado. El resultado fue previsible: el volante no entró nunca en juego, apenas lo buscaron sus compañeros y terminó naufragando como el resto de sus compañeros.

Asi está hoy la U. Inmersa en una tempestad, intentando capear el temporal con las mínimas condiciones. Sin respuestas futbolística, sin jugadores de jerarquía capaces de torcer el destino y con un camarín que mira cada vez con más recelo al técnico Arias. Si en algún momento el DT cicatrizó las heridas con el plantel por la forma en que llegó al club, mintiendo sobre su fecha de llegada a Santiago y negociando en un hotel de la capital a la misma hora que Kudelka dirigía un entrenamiento, ahora todo es desconfianza y nerviosismo. Y puede ser aún peor.

De aquel equipo atrevido en ataque, aunque con serios problemas defensivos, que generaba como mínimo seis ocasiones claras de gol, no queda nada. Pese a perder con Universidad de Concepción y Antofagasta en sus dos primeros partidos al mando, el cuadro azul invitaba a la ilusión porque parecía que los problemas de coordinación y concentración en la zaga eran corregibles en el tiempo. Con el arco de enfrente como principal objetivo, no era una locura pensar que la U recuperaría el tranco. Pero aquello duró poco.

Arias, con muchos oídos a las críticas y poco convencimiento a su modelo de juego predilecto, que incluye una línea de tres defensores, decidió cambiar de plano. Volvió a la zaga de cuatro hombres para no correr tantos riesgos por los costados, pero aquello le quitó soltura y profundidad en ataque. Se multiplicó el miedo a perder y los futbolistas perdieron creatividad. Y aunque el equipo siguió sin ganar, ahora el futuro se ve negro. Con mayúscula. Sin respuestas desde el juego ni menos desde el carácter.

El problema para el charrúa es que a los problemas futbolísticos y anímicos se les sumaron ahora los de convivencia. Todo pareció resquebrajarse definitivamente en el clásico universitario. No solo por la pobre presentación del equipo, responsabilidad compartida entre el técnico y los futbolistas, aunque únicamente el primero le puso el pecho públicamente a la situación. También por algunas actitudes de Arias que lo distanciaron fundamentalmente con los más jóvenes. El caso de Lucas Alarcón es el más evidente. Lo sacrificó al mandarlo a jugar mano a mano a Edson Puch sin una organización defensiva que lo protegiera. El juvenil no solo sufrió el partido. Para colmo lo borró de las próximas dos citaciones, exponiéndolo innecesariamente, como si la derrota hubiese pasado por su actuación.

Pero no sería el único que ese domingo frunció el ceño. Jimmy Martínez fue sustituido por el entrenador en el segundo tiempo por problemas físicos. Minutos antes de abandonar la cancha, eso sí, el entrenador se encargó de reprenderlo insistentemente, incluso con improperios, por lo que él consideraba una falta de actitud. Algunos que estaban en el banquillo miraban sorprendidos. Veían a Arias muy molesto. Por ello esperaban que apenas Gonzalo Espinoza pasara delante suyo tras ser expulsado por una agresión tomara la misma actitud que con el exHuachipato. Pero no se atrevió a decirle nada. Así de simple. Y de aquella conducta tomaron nota varios de los jugadores que estaban a su alrededor.

Los jóvenes, puestos permanentemente en tela de juicio por Arias con sus decisiones, como los exclusivos responsables del pobre rendimiento, le reprochan el trato diferente para con los más experimentados. Principalmente por el cúmulo de errores que se vienen sucediendo en los partidos con varios de los denominados referentes. Y es que si fuese por rendimiento, varios de los habituales totulares deberían salir del once inicial. Pero esa decisión radical no está en el plan del uruguayo. Al menos hasta ahora. Quizás la urgencia de los puntos lo lleve a tomar decisiones que pueden impactar puertas adentro.

Así como en algún momento todas las miradas se las llevaban los atacantes por su poca efectividad, hoy las miradas se van al fondo de la cancha. Es que ya no solo es un problema de los delanteros, porque hoy la U no se genera ni siquiera demasiadas chances de convertir. Es un tema más global, donde no se salva nadie. Ni siquiera Johnny Herrera, quien hasta hace poco era la bandera futbolística del equipo.

"Tiene un 10% de rendimiento, pero no nos sirve para tomar decisiones tan prontas"aseveró José Luis Navarrete tras la derrota del domingo ante Audax Italiano. Lo único claro, más allá del último lugar de la U, es que Arias sigue una semana más al mando del equipo. Sus números son indefendibles a la vista de cualquier espectador neutral. Y la involución del equipo desde su llegada es evidente. Sin libreto ni intérpretes, el técnico espera la sentencia final.