Este sábado, Gary Medel recibió la peor noticia. Su madre, Marisol Soto, había fallecido. Hacía varias semanas que atravesaba complicaciones de salud. El referente de la Generación Dorada viajó desde Brasil, cuando militaba en el Vasco da Gama, para acompañarle.
El actual defensor de Boca Juniors recibió muestras transversales de apoyo. Desde la ANFP hasta su actual club, pasando por Universidad Católica, la entidad que le formó y que fue testigo de los esfuerzos familiares relacionados con su crecimiento deportivo. En el Monumental, donde Colo Colo recibió a Santa Cruz, la escuadra en que actúa su hermano Kevin, también hubo respeto y congoja: un aplauso antecedió al minuto de silencio. En el homenaje se pudo observar la emoción de Arturo Vidal, su amigo más cercano en la Selección.
Una heroína
Si la figura materna representa intrínsecamente una cualidad especial muy cercana a la heroicidad, a la de Marisol Soto se le puede asignar esa característica en propiedad. Hay que remontarse a los inicios futbolísticos de Medel, cuando ya estaba en las divisiones inferiores de la UC, pero desoía la recomendación del club cruzado para seguir defendiendo al Sabino Aguad, el club con el que se identificó toda su familia.
De esa época data una convicción que el Pitbull ha confesado públicamente: que ningún estadio en el mundo le intimidaría. Básicamente, porque vivió la experiencia de jugar en el barrio, donde varias veces vio a tipos armados, dispuestos a utilizar lo que llevaban.
En ese contexto surge, precisamente, una historia que, afortunadamente para los involucrados, terminó siendo solo una anécdota. La rescata Simplemente Gary, la biografía del excruzado escrita por el periodista Cristián Arcos. Pese a los permanentes esfuerzos de Marisol por evitar que el incipiente futbolista siguiera jugando con sus amigos, el inquieto Gary siempre se las ingenió para hacerlo: hasta creó un sistema de alerta frente a la posible presencia materna. En el dispositivo participaban sus cómplices, a punta de silbidos. La progenitora había asumido plenamente la responsabilidad de guiarle: era, también, quien oficiaba como apoderada en la UC.
Fue en el marco de esos enfrentamientos en que la defensa de la camiseta no tiene más recompensa que el orgullo, que Soto evitó una catástrofe que pudo, incluso, quitarle a Chile a uno de los futbolistas más queridos por sus hinchas.
El pistolero
El choque entre el Sabino Aguad y el Internacional, de la población Paula Jaraquemada, sacaba chispas. Era algo así como el Superclásico de la competencia. En uno de esos duelos, en la cancha coincidieron tres Medel. Luis, el padre; el primogénito del clan, del mismo nombre, y Gary, con apenas 14 años de edad. El mencionado texto consigna que de la versión anterior del enfrentamiento habían quedado cuentas pendientes y, ciertamente, había amenazas del afán de cobrarlas.
El partido fue álgido, como se preveía. Cualquier chispa podría, efectivamente, encenderlo todo. Y pasó, precisamente por actuación de Gary. “Una pelota disputada en la mitad de la cancha y Gary entra más allá de lo permitido. La reacción de los contrincantes fue inmediata. Pese a que el árbitro cobró la falta con premura, eso no era suficiente para los rivales. Un grupo de seis o siete personas invadieron el terreno para encarar a Medel por la desmedida infracción”, añade el relato.
Gary Medel reaccionó con la impulsividad que se le conoce y con la bravura que años después le generaría su inconfundible apelativo: Pitbull. Se fue enfrente de sus adversarios, sin dimensionar consecuencias ni menos advertir que uno de ellos se transformaría en una amenaza concreta para su vida: portaba un arma de fuego con el que apuntó directamente hacia quien con el tiempo se transformaría en figura de la Selección.
“Ándate de acá...”
Mientras Gary desafiaba a su agresor a que percutara el arma, Marisol entró en escena. Lo hizo a mano limpia, pero con ese poder especial que adquieren las madres en defensa de sus hijos. Se le lanzó encima y lo redujo, primero, con certeros golpes, una cachetada y un par a puño cerrado, y luego a punta de garabatos. Fue así como le obligó a salir del lugar. “Ándate de acá, cabro de mierda. Te fuiste”, le escucharon decir los testigos de la escena.
La intervención dio frutos, pues el pistolero se esfumó rápidamente. Aunque el partido se suspendió, Medel nunca más volvió a sentir temor en una cancha. “Hay más presión acá que en la Bombonera”, llegó a confesar el bicampeón de América mientras mostraba su entorno en Nacidos para Ganar, de Canal 13. “En el barrio se ve de todo. Una vez estábamos jugando y me pusieron tres pistolas en la cabeza”, recordó. Fue el día en que su madre se transformó en heroína.