Ese niño se queda. Y no como futbolista de compañía, sino como actor principal. Ansu Fati tiene velocidad, descaro, ingenio y recursos técnicos, superpoderes con el balón. Es una estrella que supo formar y descubrir el Barcelona, un fenómeno a quien la selección española le dejó también romper la puerta. Un debut con la camiseta azulgrana con 16 años y 298 días, donde ya suma 11 goles en 35 partidos. El récord de precocidad anotadora con el combinado nacional (intocable desde 1925), al marcar en partido oficial con 17 años y 308 días. 400 millones de euros de cláusula de rescisión, tres representantes distintos ya en su currículum (el último Jorge Mendes, el llamado dueño del fútbol europeo), y ahora con el número 22 a la espalda que dejó libre Vidal al irse al Inter.
Ayer volvió a resolverle la vida a Messi y compañía con un gol maravilloso ante el Celta, una maniobra sublime dentro del área para irse del defensa con la cintura antes de acomodarse el balón y un disparo eléctrico cuando parecía que el pie lo armaba para apoyar y no para rematar. Lo mismo y más había hecho el fin de semana en el Camp Nou. Y parecido diez días antes a los mandos de Luis Enrique en la Roja que sigue siendo roja. Koeman lo ha escogido como el emblema del renacimiento culé. El chico es de otro nivel, llamado a soportar la luz de los focos y los titulares de letras gruesas. Ahora que el sorteo de la Champions decidió reunir en el mismo grupo a Messi y Cristiano, resulta que el protagonismo ha bajado diez cursos. Ansu Fati amenaza el monopolio de las portadas. No es un espejismo, ni un ya veremos. Es real, está aquí arriba y no tiene intención ni pinta de bajarse.
Su caso es ocasional, sí, no sucede todos los días. Al talento propio hay que unirle la confianza ajena y lo propicio de la coyuntura. El atrevimiento y la determinación de todos los factores. La fuerza de la naturaleza, pero también de la intervención humana. Una mezcla triunfadora y explosiva que sirve para enfrentarla a lo que ocurre en otros lugares. En Chile, por ejemplo. ¿Ansu Fati habría sido posible en el fútbol de aquí?
El fútbol chileno vive en el otro extremo. Sus efemérides no tienen que ver con lo que cuentan jugadores nacidos en este siglo. Sus gestas las escriben los muy mayores, tipos como Paredes que registran su nombre, o casi, como el futbolista de más edad en marcar un gol en la Copa Libertadores. Y lo que queda. Chile celebra por arriba no por abajo. De Ansu Fatis sin barba no hay noticias ni se esperan.
La nómina facilitada ayer por Reinaldo Rueda para el inicio de las clasificatorias a Qatar 2022 abundó en la idea de un equipo con canas. Otro ciclo puesto sobre los de siempre, que más encima han crecido. Con algunas apariciones juveniles (dos de 21, Nico Díaz y Alarcón, y uno de 22, Dávila), eso es verdad, pero nueve futbolistas, los principales, por encima de la treintena. Hay amago de recambio, pero sensación de más de lo mismo.
Es verdad que Rueda podría haber mirado más. Que tipos como Méndez o Carlos Palacios (20 años cada uno) la están rompiendo en la sorprendente Unión Española de Ronald Fuentes, y que Saavedra (21) maneja con pericia el volante de la UC incluso por Sudamérica. Y el seleccionador ni ha puesto la voluntad de fijarse. Pero concedamos que tampoco tiene mucho más a lo que poner atención. Desde Alexis que no debuta nadie con 17 años en esta Roja que a partir del jueves pasa a ser rojiblanca.
Ansu Fati no habría jugado en Chile. La deducción alcanza grado de certeza. La discusión gravita más bien en los motivos. 1. No jugaría porque la ley de los minutos forzados le haría ser visto incluso por los compañeros como un bulto sospechoso al que acudir por obligación no como aporte. 2. No jugaría porque no le dejarían, porque ningún entrenador se habría fijado en él ni le habría permitido acercarse. 3. No jugaría porque tal es el estado general del fútbol formativo chileno, con excepciones bien visibles, que habría sido imposible crear a un jugador de esas dimensiones. 4. No jugaría porque si la casualidad le hubiera permitido superar las anteriores barreras, algún agente del corto plazo ya lo habría colocado a los 13 años en un equipo lejano de segunda división, pongamos que de la liga birmana.
Así que el Barcelona y España se han encontrado ya, lo han detectado, con el futbolista de la próxima década. Un bisauguineano nacionalizado. Chile sigue esperando al suyo, aunque ni lo busca. No lo hay o no deja que haya. El caso es que Ansu Fati no habría aparecido aquí. La sentencia da vueltas por la cabeza. Y va más allá. Da incluso para pensar si Alexis o Vidal, los últimos niños de ayer, habrían logrado surgir, y sobrevivir, de estas cenizas sobre las que juega hoy el fútbol chileno.