La amplia sonrisa con la que Eliud Kipchoge cruzó la meta se venía cultivando metros antes. Acompañado de siete de los mejores corredores del mundo, el keniata veía de lejos cómo la marca que se propuso romper hace unos años por fin se acercaba. Pasos seguros, sudor en la frente y brazos apuntando al público, dedicando su triunfo. A sus 34 años, el recordman mundial del maratón, el hombre que más rápido había completado los 42 kilómetros en la historia, estaba terminando su prueba más dura.
En las calles de Viena, Austria, en un evento hecho a su medida, el africano se convirtió en la primera persona que termina la larga carrera en menos de dos horas. Con dos golpes en su pecho, muestra de su fortaleza, y un abrazo a su familia, celebró haber parado el cronómetro en 1.59'40"2. Un hito nunca antes visto, aunque su tiempo no sea oficialmente reconocido por la IAAF, ente rector del atletismo mundial.
Kipchoge se propuso romper una de las barreras más difíciles. Solamente él había estado tan cerca de lograr el tiempo que consiguió. Ya lo había intentado en mayo del 2017, cuando su marca deportiva (Nike) organizó lo que denominó como Breaking2. Aquella vez, el Autódromo de Monza, recinto que habitualmente acoge la velocidad de la Fórmula Uno, fue el escogido para intentar, por primera vez, quebrar la marca. Un evento hecho a su medida que no terminó según lo esperado. Al keniata le sobraron 25 segundos para bajar las dos horas.
La ambición de Kipchoge no se detuvo. No lo permitiría el máximo exponente del maratón mundial. El ambicioso deportista, descrito como humilde a pesar de sus ganancias, ya triunfó en Hamburgo, Chicago, Rotterdam, Londres y Berlín. Incluso, en esta última carrera marcó el actual récord mundial de los 42 kilómetros. Al año siguiente de haber intentado el Breaking2, estableció la plusmarca de 2.01'39", que desde entonces no ha sido batida en eventos oficiales.
El keniata ha viajado por todo el mundo. Ha desparramado talento y resistencia, constancia y trabajo, para tener más de tres décadas de vida y aún así correr como si fuera un adolescente. También para ser un ganador por naturaleza. No solo los 42K los domina a la perfección, también tiene colgando de su cuello medallas doradas mundiales y olímpicas. Por eso es que se propuso, una vez más, meterse en la historia del atletismo. Así fue como se reactivó la idea y la empresa petrolera británica Ineos se ofreció para financiarla con 12,5 millones de euros. El desafío Ineos 159 ya estaba en marcha.
Viena fue la ciudad elegida para la fiesta. Todo fue hecho a la medida de Kipchoge. Desde la hora de partida, para que las condiciones climáticas sean favorables, hasta la planificación de la ruta. Un puntero láser guió al keniata por las estudiadas calles de la capital austriaca, para trotar por las mejores zonas de la calzada. Todo perfecto. Ni siquiera la sede fue al azar, ya que la empresa la escogió por el 80% de humedad que presenta, los 14 grados máximos de temperatura y una baja altitud con respecto al nivel del mar. Ahí planearon un circuito de 9,6 kilómetros al que el atleta tuvo que dar 4,4 vueltas.
No solo la línea a seguir en la calle fue puesta para el africano. Además, 41 corredores estaban a disposición para mantener el ritmo. No permitían que Kipchoge afloje y se turnaban por tramos. Los escogidos no fueron por azar, ya que participaron otros laureados atletas como Paul Chelimo (plata en 5.000 metros de Río 2016 y bronce en el Mundial de Londres 2017) y el campeón olímpico Matthew Centrowitz (5.000 metros, Río 2016), entre otros. También fue asistido por sus entrenadores, quienes le acercaban agua y energizantes en bicicleta.
La fiesta estaba armada para que el keniata se metiera, nuevamente, en la historia del atletismo. Y aquel corredor que desde que comenzó a competir en 2002 se colgó 14 oros, cuatro platas y dos bronces entre Juegos Olímpicos y mundiales, no falló. Su trote se hizo eterno y en Viena rompió las reglas preestablecidas, lo que habían dicho que un humano nunca podría lograr para transformarse en una leyenda viva, en Súper Kipchoge.