Nicolás Jarry libra una dura lucha ante Tommy Paul, pero sus expresiones no cambian demasiado. Recién sobre el final, empuña la mano en señal de celebración o grita un punto cuando logra superar la trama que le terminó planteando el norteamericano. Con el resultado en la mano, ya se permite cierto margen para el festejo. Mira hacia las tribunas, donde están sus principales afectos. Una de esas presencias es la de su abuelo, Jaime Fillol. También hay otros miembros del grupo familiar. Están su esposa y sus hijos. Los pequeños se han transformado en protagonistas paralelos del tour de la ATP.
Durante el partido ante el estadounidense, pese a que enfrentó dificultades, nunca perdió el foco. No fue demasiado expresivo durante los momentos más cómodos ni autoflagelante cuando la situación se le puso puesta arriba. Su expresión corporal tampoco varió demasiado. La definición parece el resumen de la forma en que la principal raqueta nacional enfrentó un momento que a cualquier otro lo había liquidado: hace cuatro años, en abril de 2020, fue sancionado por dopaje, se quedó sin ranking y tuvo, literalmente, que partir de nuevo. Conocer el sótano del tenis mundial fue una cruda realidad, pese a que siempre alegó inocencia. Desde ahí, tuvo que reconstruirse.
La virtud
El esquema se repitió en la final ante Alexander Zverev, en el que las emociones vinieron a fluir recién después del partido, en la premiación, cuando la primera raqueta nacional agradecía el respaldo de su núcleo familiar. En el desarrollo de los partidos de Jarry no hay muchos gritos, reclamos ni se quiebran raquetas, como pasa en el de otros exponentes del deporte blanco. Su rostro tampoco cambia demasiado, como si no quisiera ofrecerle pistas al rival de eventuales debilidades. De paso, el chileno muestra esa capacidad de recuperación que, cuando menos, le da para pelear hasta el final por los partidos. En sicología, le llaman resiliencia al proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o a fuentes de tensión significativas. Jarry, según han definido especialistas en el área, lo desarrolla a la perfección. El suyo, por lo que vive y por lo que le ha tocado superar, es un caso digno de estudio. Hay pocos que han logrado volver a ver la luz después de haber conocido la oscuridad absoluta.
Jarry tiene otra capacidad que explica por qué reacciona de gran forma en momentos que para cualquiera significaría un alto apremio. Eugenio Lizama, experto en neurociencia, quien ha asesorado directamente al principal singlista del país en la actualidad, la define a El Deportivo como ‘apagar la cabeza’.
¿Qué es ‘apagar la cabeza’, si no existe interruptor alguno para realizar la operación? Lo explica Lizama: “Apagar la cabeza es alejar los ruidos para hacer algo. Es como ponerse al escenario a bailar y dejarse llevarse llevar solo por la música, sin importar que la pista esté llena de gente. Es bajar los juicios que tiene cerca o en sí mismo y meterse de lleno en lo que está haciendo”, describe el especialista, quien ha trabajado con otros deportistas de alto nivel, como Joaquín Niemann y hasta pilotos de la Fórmula Uno, en otras disciplinas que requieren concentración extrema. También asesoró a la U, en tiempos en que los laicos no vivían temporadas cómodas.
“Eso es muy importante en el tenis, porque los tiempos de reacción cambian. Los ojos y el cerebro discriminan y los brazos y los pies actúan más rápido, en un cuarto de segundo”, profundiza, con el afán de que la definición se entienda de la forma más didáctica posible.
Modo ‘piloto automático’
Lizama explica que el comportamiento es propio de los deportistas de alto rendimiento. “Ellos hablan del ‘piloto automático’: dejarse llevar, casi como si fuera un automatismo”, grafica el profesional.
Lizama no le asigna una importancia crucial a la gestualidad, que es uno de los patrones en los que más suelen fijarse quienes pretenden explicar el comportamiento de un deportista, más si se trata de uno individual, como el tenis. “Las investigaciones respecto del lenguaje corporal son contradictorias”, establece. De lo que no tiene dudas es respecto de otras señales que sí considera decidoras. “Algo que noto en él es que no cambia cuando está arriba o abajo. Lo vi en el Miami Open y en puntos en que fallaba uno mismo se calentaba más uno que él. Es como que no cambia. Lo noto muy estable en sus modos. Eso, sin dudas, es una ventaja”, amplía.
Esa consideración tampoco es casual. “Cuando nos emocionamos en exceso estamos haciendo gasto de energía. A veces es mejor performar alto con un bajo costo neurofisiológico”, expone, desde su conocimiento más específico. Luego, aporta un dato: “El cerebro ocupa el 30 por ciento de lo que como, lo que bebo lo que consumo”.
De hecho, ese es uno de los objetivos que persigue en el desarrollo de su disciplina profesional. “Tratamos de entrenar a los deportistas para que no tengan un exceso de emociones. Eso es lo que se encuentra en los deportistas top. Que logran hacerlo muy bien a un bajo costo neurofisiológico”, sentencia. Jarry es la mejor muestra de ese trabajo.
Un apoyo crucial
Durante su participación en Roma, Jarry le asignó una valoración clave al trabajo sicológico. “Es importante. Busco maneras de ser más fuerte, de ser más feliz, de disfrutar más. Los últimos partidos los he disfrutado mucho. Eso tiene que ver con el rendimiento. Estoy contento por eso y espero continuar de esta manera”, graficó, después de vencer al griego Stefanos Tsitsipas. Una sicóloga estadounidense ha resultado vital en ese trabajo.
También se refirió a lo estimulante que resulta actuar en uno de los torneos más tradicionales que ofrece el circuito. “La verdad es que estar aquí, en Roma, en este estadio, es increíble. La energía es única”, puntualizó.
El año pasado, Jarry confesó que desarrolló una técnica para mantener la concentración en el nivel más alto posible. “Yo tengo mi rutinita que trato de hacer entre cada punto para preparar lo mejor posible el siguiente punto”, le explicó a LUN. El rito es amplio. “Trabajo entre puntos, en los 25 segundos que tengo de recuperación y tengo un trabajo en lo que es cada punto. Trato de estar enfocado en eso, para estar en el presente y mantener la mente ocupada para que no piense suposiciones. Para que no se vaya al futuro o entre a mis miedos del pasado. Así me mantengo en un flujo constante positivo”, expuso. Mirar a su esposa y a su entrenador cada vez que celebra un punto o realizar ejercicios de respiración con un mantra en cada descanso, comer un plátano e ingerir un gel energético forman parte de esa estrategia. “Me he trabajado desde diferentes ángulos con mi sicólogo, tratando de analizarme más”, detallaba.
Incluso los trabajos de recuperación física apuntan en el mismo sentido. “Voy a la bici (estática) y suelto un poco ahí porque no hay impacto. Luego viene un baño de agua fría, masajes, elongación y una buena comida. Y después, tratar de estar lo más relajado, fuera del teléfono. Trato de hacer alguna lectura para relajar la cabeza y me acuesto temprano para tener horas de recuperación”, describía.