Argentina e Italia dieron la sorpresa en sus respectivos torneos continentales. En la práctica, ni los transandinos ni la Azzurra figuraban como los favoritos para quedarse con la Copa América y la Eurocopa, respectivamente, más allá de que la tradición siempre obliga a situarlos como postulantes al título. Lo concreto es que las victorias sobre Brasil e Inglaterra, una en tiempo regular y la otra en penales, los puso en el sitial más alto de sus respectivas regiones y también generó un debate que tiene una parte hipotética y también una chance de llegar a concretarse: ¿Quién ganaría un duelo entre ambos?

La posibilidad de que enfrenten en el corto plazo existe. Según publica el sitio argentino Infobae, hace rato que la Conmebol y la UEFA barajan la posibilidad de disputar la Copa Euroamérica, que enfrentaría a los cambios de las respectivas confederaciones y se transformaría en el sucesor natural del trofeo Artemio Franchi, que tenía el mismo objetivo y que se jugó en 1985 y 1983. El nuevo trofeo se disputaría en junio de 2022, en la antesala del Mundial de Qatar y formaría parte del acercamiento que han experimentado ambos bloques, que se materializó en la presencia de árbitros de una región en la principal competencia de la otra.

Talento e intensidad

Un eventual choque de las escuadras de Lionel Scaloni y Roberto Mancini, dando por descontado que ambos continuarán en sus cargos en función del éxito que han conseguido, ofrecería una mezcla de talento e intensidad. El juego que ha desplegado el equipo que dirige el ex compañero de Marcelo Salas en la Lazio ha sido categorizado, de hecho, como una propuesta más latina. Vale decir, cercana al juego que se practica habitualmente en esta parte del mundo.

La nueva Italia de Mancini no practica el catenaccio, que parecía ser el sello de otras versiones de la Nazionale. Si bien mantiene la solidez defensiva, basada en la solvencia del joven Gianluigi Donnarumma y el soporte que le brindan Leonardo Bonucci y el veterano Giorgio Chiellini, en una defensa que se ordena con cuatro hombres, lo concreto es que la apuesta del estratega apunta con más decisión hacia el arco contrario. “Hubo un cambio generacional, con muchos jóvenes que podían hacer algo más. Sin embargo, quiero recordar que con su juego Italia ganó cuatro mundiales. Estamos intentando atacar mucho más pero siempre defendiendo bien. Hay que tener equilibrio en ambas fases”, ha declarado Mancini, dando cuenta de la diferencia, pero también del respeto por la tradición.

Más adelante es donde empiezan a notarse las variaciones. Jorginho es el volante que ejerce como pivote delante de la línea de cuatro defensores. La presencia del italo-brasileño, quien integra las filas del Chelsea, es clave, pues es el factor de equilibrio y el que garantiza una salida limpia, precisamente en la línea más latinoamericana, lo que marca una diferencia considerable para la concepción del fútbol en el Viejo Continente.

De ahí en más, Italia ofrece dinámica y poder de juego. La siguiente línea de cuatro hombres la integran hombres como Berardi, Barella, Locatelli e Insigne, todos los cuales llegan a respaldar el trabajo de Ciro Immobile aunque perfectamente pueden asumir la responsabilidad de definir una jugada con eficiencia.

Todos en torno a Messi

La Copa América ofreció, por fin, una versión de Argentina que aprovechó la ventaja que implica tener en sus filas al mejor jugador del mundo en el último tiempo: Lionel Messi. Lionel Scaloni fue capaz de amalgamar una combinación de jugadores que reconocieron como referencia en el campo al 10 del Barcelona y que respaldaron cada uno de sus movimientos, sin intentar robarle protagonismo y, por el contrario, intentando potenciarlo.

En ese afán, por ejemplo, Scaloni se encontró casi de improviso con la figura de Emiliano Martínez para el pórtico, quien llegó a reemplazar al contagiado Franco Armani y, luego, a una línea defensiva sólida y eficiente, con descubrimientos propios del entrenador, como Gonzalo Montiel, Cristian Romero y Marcos Acuña, además del soporte del experimentado Nicolás Otamendi. En el mediocampo, al menos para la final ante Brasil, Argentina “recuperó” al histórico, pero vapuleado Ángel Di María y encontró a un jugadorazo capaz de llenar todos los espacios: Rodrigo de Paul. El flamante fichaje del Atlético de Madrid, al que llega procedente del Udinese después de realizar una Copa América redonda no solo aporta despliegue. También es capaz de lanzar una asistencia desde larga distancia, como la que le permitió a Di María anotar el gol del histórico Maracanazo. Todas, variantes que en un momento escasearon.

En la delantera, Lautaro Martínez sigue bregando por replicar el nivel que muestra en el Inter de Milán. Detrás tiene la presión de Sergio Agüero, quien a partir de ahora contará con una ventaja considerable: será compañero (y ya es amigo) del máximo referente del equipo: Lionel Messi. Analizar a La Pulga y su importancia sería, a estas alturas, redundante.

¿Quien ganaría?

Aunque suene a lugar común, el resultado de este eventual desafío es incierto. Lo que sí está claro es que ninguno sacaría una ventaja amplia. Inicialmente, porque se trata de rivales parejos en niveles individuales y colectivos. Y luego porque ambos reconocerían virtudes en el otro que les impedirían salir a buscar un triunfo abultado desconociendo eventuales peligros defensivos.

¿Qué desequilibraría en favor de Italia? La solvencia defensiva, histórica, como plantea Mancini, y el poder de fuego que le ofrecen sus cuatro cartas de ataque. ¿Qué lo haría en favor de Argentina? La solidaridad que mostraron sus figuras para ponerse detrás de la máxima estrella del equipo, Lionel Messi, y plantear su puesta en escena en función de su jugador más notable. Y, sobre todo, el talento, que para los sudamericanos brota con naturalidad y que para los europeos suena más como una búsqueda forzada. Y, por supuesto, la presencia del astro del Barcelona, que puede desequilibrar cualquier partido, frente a cualquier rival.

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