El todo o nada. Así vendían los medios argentinos el partido entre la Albiceleste y Nigeria, un duelo extremadamente clave para los transandinos, porque era la ventana para seguir en la Copa del Mundo o la puerta de salida para una campaña paupérrima. Con una definición infartante, llena de dramatismo y nervios a mil, alcanzaron un lugar entre los 16 mejores. Ganaron 2-1 a Nigeria y están vivos.
San Petersburgo albergó un partido definitorio, con una tensión evidente, porque estaba en juego el futuro de uno de los candidatos. Argentina entró a la cancha con la obligación de ganar, y estar pendiente de lo que sucedía entre Islandia y Croacia. Pero lo primordial era vencer a un aguerrido cuadro africano, que en un amistoso a fines del año pasado ya había vencido a los argentinos en Krasnodar.
Luego del nefasto rendimiento mostrado ante Croacia, era imperioso un golpe de timón. Sea de Sampaoli o de los jugadores, lo cierto es que la Albiceleste presentó varios cambios en pos de cambiar una cara palidísima. Partieron en el arco. Por fin apareció Franco Armani. Uno de los mejores goleros de Sudamérica debutó en el combinado absoluto nada menos que en un Mundial, respondiendo al pedido transversal de hinchas y periodistas.
En la conferencia de prensa del lunes, Jorge Sampaoli dijo que contra Nigeria empezaba el Mundial para ellos. Y así jugaron el primer tiempo. Todo lo que no hicieron en los juegos anteriores lo mostraron durante 45'. Comandados por Messi y Banega, y amparados en un estadio teñido de celeste y blanco, el cuadro transandino impuso sus términos. Nigeria cedió la iniciativa, incluso con los 11 jugadores de frente al balón, lo cual aprovechó Argentina para mover el balón a su ritmo. En ese sentido despertó Messi, cuando tenía que hacerlo. Abrió la cuenta en los 14' con un golazo, rematando de derecha luego de un preciso pase de Banega. Toda la rabia, toda la frustración, se sacaba con el éxtasis de un gol y de una clasificación momentánea.
El 61% de posesión de balón de los argentinos muestra cómo fue el primer lapso. El problema para el equipo de Sampaoli fue que el complemento no fue similar. De la satisfacción del trabajo bien hecho pasaron al lamento, al sufrimiento, al estrés de ver de cerca la despedida del Mundial. Nigeria mejoró y encontró el empate con un penal, tras una torpe falta de Mascherano a Balogun. Victor Moses puso el 1-1 en los 51'. Los africanos subieron su nivel y desactivaron el buen cometido de su adversario.
Argentina hizo cambios, intentó atacar, pero sin la precisión necesaria. Messi no fue tan relevante, Higuaín falló una ocasión clara y Di María no fue factor, una vez más. Banega, el mejor de la cancha, seguía intentando. El reloj pasaba y la eliminación estaba cerca. Pero a cuatro del final la historia cambió, gracia al pie derecho de un héroe inesperado: Marcos Rojo. Tras un centro desde la derecha de Gabriel Mercado, empalma el envío con talento, para convertir la tristeza en algarabía. Así es el Mundial, con emociones cambiantes hasta el pitazo final. Abrazos y gritos al cielo, el sentir del deber cumplido.
Argentina consiguió el objetivo inicial, lo mínimo para un cuadro de su estirpe. Ahora enfrentará a Francia en octavos, el próximo sábado a las 10 horas de Chile en Kazán. Un partido de otro nivel, con un rival de primera línea. Empieza el Mundial de verdad.