Ante Corea del Sur, Gabriel Arias disputó su tercer partido en el arco de la Selección. Empieza a familiarizarse con el puesto y a consolidarse como el reemplazante de Claudio Bravo, quien recién comienza la rehabilitación en Barcelona después de la rotura que sufrió en el tendón de Aquiles izquierdo. En función de la actuación de su potencial sustituto, quien fue figura en el amistoso frente a Corea del Sur, la presencia del arquero del Manchester City en la próxima Copa América parece una incógnita ya menos inquietante.
En Suwon, el arquero de Racing brilló. Realizó tapadas que explican que el marcador terminara igualado en blanco. Intervenciones que ratificaron el buen nivel que había mostrado en su paso por Unión La Calera y que confirma en sus primeros encuentros por uno de los grandes de Argentina. La faena de Arias fue sólida en todo el encuentro. Al margen de algunos controles de balones sin riesgo para su portería, su primera actuación destacable fue un achique que realizó en los 21' para ganarle una disputa a Hwang Ui-Jo. Al término de la primera etapa, Son Heung-min, la figura de Corea y del Tottenham, se le acercó para reconocerlo.
Arias se guardó lo mejor para el final. En los 78', arriesgó su físico para interrumpir una carga de Ji Dong-Won que pudo terminar en gol. Y, en los 83', contuvo de gran forma un disparo de media distancia de Ki Sung-Yueng.
La correcta actuación del guardameta frente a Corea del Sur la completan dos elementos vitales en los arqueros actuales: el liderazgo para mantener a su defensa en orden y un atinado juego con los pies.
El rendimiento de ayer transforma a Arias en uno de los ganadores de la accidentada gira por Asia. Ni siquiera necesitó de la excusa. Poco le importó el estado que lució su ojo izquierdo, visiblemente enrojecido, ni la sutura que debieron aplicarle para cerrar la herida que sufrió en un partido por la competencia transandina. Demostró el aplomo y la valentía que, sin Bravo, el arco de la Roja requiere.