Arley Méndez: “Me vi con mucho dinero y empecé a tomar malas decisiones; hice cosas que nunca había hecho en mi vida”

Arley Mendez
Arley Méndez está sin recursos, pero con la fe intacta. Foto: Andrés Pérez

Después de su traumático retiro tras los Juegos Olímpicos de Tokio, el pesista de origen cubano, nacionalizado chileno por gracia, entrena en silencio con la selección. Su meta es volver a competir en el Mundial de septiembre y en Santiago 2023. Hoy, sin recursos, pero con la fe intacta, está de vuelta en busca de otra oportunidad.



Arley Méndez (San Cristóbal, Cuba, 31 de diciembre de 1993) está de vuelta. En silencio, entrena hace varios meses en el CEO, como parte de la selección chilena de levantamiento de pesas. Lejos de las luces que tuvo cuando se coronó campeón mundial en 2017, hoy busca darse una nueva oportunidad y lo hace desde cero, como revela en esta conversación.

¿Por qué decide volver?

Después de todo el proceso que pasó, me fui desmotivado de la competencia. Me desmotivé muchísimo. Como me faltaba la parte económica, y lo que sé hacer bien es enseñar a levantar pesas, empecé a hacer clínicas para los gimnasios de crossfit. Ahí, el Sergio (Zúñiga), que es como mi manejador, me dijo “bro, ¿por qué no empezar de nuevo? ¿Por qué no empiezas a entrenar, si todavía te queda? ¿Por qué no mostrarte un poquito más, si tienes para darle?”. Y ahí se me encendió el bombillito. Estando allá en casa, hablé con mi señora y le dije “qué tal si vuelvo”. Luego hice un video, donde decía que necesitaba el apoyo de la federación, que no querían que volviera y la hueá... Y ahora, que la 89 kilos es olímpica, como que se metieron con mi categoría, y eso me dio la chispa. “Chucha, si hice la publicación, ya tengo que darle con todo, ¿me entiende? Vamos a coger responsabilidad y vamos a empezar a darle”, pensé. Y ahí empezó la motivación para volver a entrenar.

¿Cuánto ha pasado ya de eso?

Empecé el 28 de noviembre. Un amigo mío de Machalí, Bastián, que tiene un box de crossfit, me dijo que como allá en Chiloé, donde vivo, no tenía las posibilidades de entrenar, que me fuera para allá a hacer la pretemporada y me presentara al Nacional selectivo. Y me ayudaron. Otro amigo, el Jose, me apoyó con las comidas. Me dieron alojamiento, gimnasio y me trataron súper bien. Gracias a eso pude empezar de nuevo a entrenar.

¿Qué le dijo la federación cuando usted planteó volver?

Yo al principio hice un video diciendo que no me querían apoyar, pero en el sentido de la palabra. Ahora me presenté a los nacionales, me convocaron a la selección y estoy entrenando para las competencias que se avecinan, a ver si puedo ir a alguna. Ya no depende de la federación ni de mí, sino de la internacional porque, como me retiré del levantamiento de pesas, hay un par de protocolos que tenemos que cumplir, así que estamos esperando esa confirmación para poder competir.

Usted hablaba de problemas económicos, pero en algún momento tuvo muchos recursos. ¿Tomó malas decisiones?

Yo creo que un muchacho que creció en la pobreza y que nunca tuvo nada en su vida, tanto luchaba para eso... Y yo llegué acá para eso; para tener mucho dinero, poder competir y ganar solo por el deporte. Porque yo sé que acá, si tú ganas y te esfuerzas, ganas mucho dinero. No vamos a hablar mentiras, es así. Si eres bueno y te pones las pilas, ganas. Y sucedió. Me vi con mucho dinero y empecé a tomar malas decisiones, en el sentido de comprarme autos, de gastar dinero... Hice cosas que nunca había hecho en mi vida y uno piensa que va a durar para siempre. Y no; me pasó lo de Tokio, me quitaron el Proddar… Obviamente tenía mi platica ahorrada, pero al no hacer nada, no entrenar, ni generar lucas, no tienes ingresos de nada. Y vas sacando; y gasto p’acá y gasto p’allá hasta que te encuentras con la cuenta vacía.

¿Qué fue lo más excéntrico que hizo?

El auto fue lo más excéntrico, porque eso lo disfrutaba para mí. Y el auto no era tan excéntrico. Yo después empecé a invertir en él y lo dejé más bonito. Entonces, la gente cree que viene así de fábrica. Tú lo ves de fábrica y parece cualquier cosa esa hueá. Como empecé a comprarle cosas, uno dice “¡pinga!, de alto valor”. Pero no te creas, una camioneta cuesta más que el auto que compré. Veinte o más millones me costó ese auto y lo pagué a crédito, más encima. No lo pagué al chin chin.

¿Y qué piensa su familia?

Mi familia está en Cuba. También invertí caleta de plata para traerlos antes de la pandemia. Como cinco o seis palos me gasté en trámites para traer a mi mamá y a mi hermano. Iban a llegar el 25 de marzo del 2020, cerraron las fronteras el 19 y no pudieron entrar. Llamé a la embajada de Chile en Cuba para preguntar que iba a pasar con los trámites y me dijeron que tenía que volver a hacer el proceso. Perdí visa, carta de invitación... Mi hermano tuvo que sacar papel de antecedentes, que eso en Cuba todo cuesta; legalizar título, porque él quería venir con su título de licenciado en cultura física para poder trabajar acá... No me los pude traer. Llegó la pandemia, encerrado, pasó lo de Tokio... Todo lo que me sucedió fue una cadena. La lesión... No podía entrenar como quería por la fractura de la tibia. De ahí empezó el lío de la marihuana. Poco a poco las cosas te van haciendo que tomes malas decisiones, a pesar de que no tenía a nadie que me estuviera guiando. Solo mi señora, que trata de protegerme. Pero es difícil.

Con la calma del tiempo, ¿qué cosas hubiese hecho mejor?

Yo lo he pensado. Una: no tenía que haber ido a los Juegos Olímpicos. Antes de hacer las clasificaciones, tenía que haber dicho “Arley está jodido de la tibia, necesita recuperación”, como mismico se hizo para Lima 2019, donde no se podía porque estaba lesionado. Para qué iba a esforzarme en una competencia si sabía que no iba a hacer nada. Porque yo era un atleta de alto rendimiento y tenía mis resultados, pero no tenía nadie que me avalara. Seguí entrenando y me maté.

¿Y la dos?

Fui a Tokio, me fue como me fue. Llegué asqueado del levantamiento de pesas, de la competición olímpica. El gerente de la Federación Ronald (Salinas), a quien lo llevo en el alma porque siempre me apoya en todo, me preguntó si me postulaba al Proddar y yo le dije que no. ¿Qué tenía que haber hecho, si hubiera tenido la cabeza más fría y hubiese sido más inteligente? Si postulaba al Proddar, me hubiese hecho todos los exámenes correspondientes, atendido en todas las clínicas; hubiese hecho el proceso todo bacano y no hubiese pasado las necesidades de que me faltara plata, de que me fuera todo mal y de perder todo. Todo pasa por algo, yo ahora no me juzgo por esas cuestiones. Era necesario haberme ido para refrescar mi cabeza. Este es un nuevo comienzo; estoy ahora con las mismicas ganas que cuando llegué a Chile, al no tener nada. Esto es increíble: cuando uno más mal está, es cuando más le pone. Cuando estás en peligro, tú sacas lo imposible para poder sobrevivir. Ocurre lo mismo ahora y yo sé que ya pasé por este proceso. Tú, hermano, ya tienes conciencia de lo que viene para el futuro y puedes precaver lo que viene.

Arley Mendez
Foto: Andres Perez

¿Cómo lo hace para vivir sin el Proddar?

Yo hasta ahora no tengo ningún beneficio, la federación me colabora con los pasajes para la micro y me gestionó la posibilidad de quedarme en el hotel del CAR.

¿Y entonces cómo logra mantenerse?

Tengo unos alumnos a los que les hago clases online y me apoyan. Es un dinerito que entra, pero no es suficiente. Y lo otro son las clínicas, pero llevo casi dos meses que no hago.

¿La gente lo reconoce en la micro?

No, quizás me reconozcan. Solo aquí en esta zona, los de la universidad a veces me dicen “buena, Arley” o “dale, campeón”.

¿Cuáles son sus objetivos de competencia más inmediatos?

Yo estoy entrenando con ganas para el Campeonato Mundial de septiembre y los Juegos Panamericanos. Esos son los eventos fundamentales que me he puesto en la cabeza para meterle con todo.

¿Cómo está físicamente?

Bastante bien. No voy a decir que cien por ciento, pero me siento bastante bien.

¿La gente se puede ilusionar con volver a ver al Arley que fue campeón del mundo?

Yo tengo fe. No prometo nada, prometo darlo todo en el entrenamiento y llegar con buena base. Cada semana me voy confiando cada vez más. Por ejemplo, hoy toqué kilos que no había tocado. Estoy bajo de peso, estoy saliendo de una microlesión del pasado, y estoy tocando los 205, fallé 210 un poquito adelante dos veces, he llegado a 165 en arranque y he fallado en 170… No estoy tan lejos de mis máximos. Me siento bastante bien, no me cuestiono la edad. Yo solo escucho mi cuerpo y me siento fuerte.

Usted hablaba de protocolos. ¿Cómo pretende solucionar ese tema?

Cuando uno se retira del levantamiento de pesas, sale de todo el Sistema Adams y del registro de doping. Y para ser un atleta elegible y competir internacionalmente, tienes que estar regido a una agencia antidopaje. Como el levantamiento de pesas tiene harto seguimiento, tienes que estar registrado seis meses antes de una competencia internacional. Entonces, me registré en febrero en el Sistema Adams y ellos vienen a hacerme doping cuando ellos quieran en la dirección que yo les entregué.

Se lo pregunto porque usted en un momento no quiso controlarse porque avisó que se iba a retirar. ¿Resolvió eso?

Se está conversando con la internacional. Depende de ellos, para que me den el permiso, pero tengo la fe en que todo va a salir bien porque ya me han ido a hacer doping, me hicieron exámenes libres. Como atleta de alto rendimiento, la WADA me pidió un examen y tuve que mandar el certificado.

¿Y por qué se fue para Chiloé?

Llevo un año. Mi pareja (Antonieta Galleguillos) es de Antofagasta y siempre vivimos en Santiago, y Chiloé fue porque es lo más lejos que se encontraba para el sur. Queríamos ir para allá, para una isla aparte del mundo.

¿Quería olvidarse del mundo?

Hay gente que no le gusta, que vive del consumismo. Pero a mí me encanta. Allá voy a un muelle a pescar, en el patio tengo mis animales, tengo unos perros; y mis cabros van a estar en un lugar más tranquilo. Tengo dos hijos y una niña recién nacida. Mi señora, además, fue campeona de judo…

Eso, imagino, le ayuda...

Lo bueno, y por eso hemos durado mucho y tenemos mucha confianza en la relación, es que ella fue deportista y aparte es más vieja que yo en el sentido de que lleva más años aperrando aquí. Me sabe guiar, me aguanta... Llevo dos meses y tanto sin ir a la casa, sin verlos. Ella es la que ha estado conmigo siempre.

¿Tiene algún pasatiempo?

En mis tiempos libres me gusta pescar, ir de caza, aunque solo una o dos veces. Hubo una semana que me envicié pescando, iba todos los días. Hace tiempito que no lo hago.

¿Qué hace en Santiago?

No me interesa a hacer más. Estoy en lo mío: entrenamiento, comer, descanso y chao. No me interesa ir a ver a nadie.

¿Alguna vez se le subieron los humos a la cabeza?

Nada, la gente no sabe nada de lo que hacía. No subía nada en mis redes sociales, a diferencia de otra gente que sube fotos de paseo o mostrando el auto.

Pero tal vez la gente lo pudo mirar distinto.

¿Sabes lo que pasa? Que, a la vez que tú recibes, te empiezas a vestir mejor, te ves más bonito. ¡Mentira! Eres la misma persona, pero te ven de otra perspectiva. Yo ya estoy curado de esas cosas. Lo que hablen de mí, me da igual. No me llena esa hueá.

¿Se ha alejado mucha gente de usted en comparación a su época de campeón?

Yo siempre he sido selectivo. Nunca he tenido amigos aquí, solamente compañeros de equipo. Siempre he andado solo. Los atletas te miran y dicen “qué hace aquí este hueón”. Uno cacha.

¿Y los demás pesistas cómo lo han recibido?

Aquí los muchachos me aman, en el sentido de que me ven entrenar y se motivan más. Hay algunos cabritos que hasta me preguntan cómo hacer tal cosa.

¿Le gustaría agregar algo?

Solamente agradecer el estar de nuevo en las pistas y rezar para que todo salga bien. Todo lo otro, lo pongo yo.

Sigue en El Deportivo

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.