Nació en Cuba, pero ha bañado de oro al equipo nacional de levantamiento de pesas desde que eligió Chile para hacer una nueva vida, en 2013.
Arley Méndez abandonó la concentración de la selección de su país de origen durante un campeonato en Santiago. Lejos de su tierra y sin contactos, al principio estuvo lejos de su deporte; cuando en la Federación supieron que vivía, clandestino, en la capital, lo dejaron usar las instalaciones del CEO.
Méndez estuvo dispuesto a dejar pasar los 24 meses que se exigen para defender una nueva bandera. Y a fines del año pasado recibió la nacionalización.
Una vez pasado ese plazo y recibida la carta, demostró que no tiene rivales en el país ni en Sudamérica y pocos en el resto del continente y el mundo.
En el Mundial de 2017, en Anaheim, el pinareño ganó las tres medallas de oro: las de arranque, envión y total olímpico. Las primeras doradas para Chile en la historia.
No se detuvo. En los Juegos Sudamericanos en Cochabamba, este año, volvió a arrasar, sin mayor dificultad, con todas las preseas de oro. Y en el reciente Mundial de Turkmenistán redujo su cosecha y se vino con un solo primer puesto.
En medio de la decisión respecto del peso en el que buscará la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Méndez espera la llegada de su familia para los próximas semanas. Su hermano, de hecho, hará clases de béisbol.
El mismo Arley supervisará talleres de levantamiento de pesas, porque su idea es dejar un legado también a la tierra que le abrió los brazos.