El mejor goleador de Universidad Católica desde Milovan Mirosevic en 2010. El mejor delantero, sin dudas, desde Hugo Brizuela en 1999. Fernando Zampedri fue el estandarte de una UC implacable en ataque que no dio tregua ni descanso a ninguna defensa. Los Cruzados gritaron gol 63 veces y el argentino proveniente de Rosario Central fue clave al aportar 19 goles, casi el 30%. El tricampeonato llegó a San Carlos de Apoquindo arriba de la Zampedrineta.
En la precordillera gozaron de un ariete de estirpe que demostró sus cualidades a partir de la primera fecha. La hinchada cruzada, traumada por las decepciones que significaron Santiago Silva, Sebastián Sáez y Duvier Riascos, resistió en un principio la contratación de Zampedri por su edad (32 años) y, sobre todo, por la grave lesión en el tobillo que lo tuvo ocho meses sin jugar.
Sin embargo, pronto las dudas se disiparon.
Zampedri no necesitó tiempo de adaptación. Su primera diana la anotó en la victoria sobre Santiago Wanderers en el estreno del Torneo Nacional mediante un taco exquisito tras pase de Munder. Y jamás paró. Como todo atacante, no estuvo exento de críticas por fallar ocasiones claras de gol, pero Zampedri siempre las acalló inflando las redes.
No convirtió en la segunda fecha pero sí en la tercera. Se ausentó en la cuarta pero gritó en la quinta. Y en la sexta. Y en la décima, duodécima y trigésima. Continuó avasallando a sus rivales hasta las fecha 30, cuando anotó, quizás, su conquista más épica: el gol del empate frente a Unión Española cuando su equipo luchaba con dos hombres menos.
Su parte preferida del cuerpo para poner de rodillas a sus adversarios fue la pierna derecha: con ella convirtió 15 goles (79%). Con la izquierda apenas convirtió un gol —frente a Curicó en la derrota por 3-2— y pese a sus 185 centímetros de alto, solo convirtió tres goles de cabeza.
El mejor socio de Zampedri fue Edson Puch, que lo asistió en tres oportunidades. Si a algún hincha le preocupaba que la habilidad de sus piernas estuviera oxidada por tanto tiempo sin jugar, pronto ese temor se extinguió: en 14 goles, el transandino solo necesitó un toque para definir.
La inspiración se apoderaba de él en los segundos tiempos: convirtió 15 goles, el 79% del total, en el complemento. ¿Su momento favorito para convertir? El último cuarto de hora, con ocho dianas. Los centros fueron el tipo de jugada de la que más sacó réditos: ocho de sus goles de originaron desde la izquierda (42%) y siete desde la derecha (37%). Además, San Carlos de Apoquindo no le sentó demasiado bien, ya que en suelo precordillerano apenas festejó en siete ocasiones; de visita lo hizo en 12 (63%).
Los goles que hicieron posible el Tri
La Zampedrineta fue clave para la consecución del histórico tricampeonato cruzado. No obstante, el cuadro de Ariel Holan no podría haber llegado a este momento solo con los goles del argentino. Al final, los de la Franja convirtieron en 63 ocasiones, lo que da un promedio de dos goles por partido. Diego Buonanotte, pese a estar en la banca la mayoría del campeonato, se transformó en el máximo asistidor, con ocho.
La mayoría de los tantos cruzados tuvieron su origen por las bandas. La aportación de Gastón Lezcano y Edson Puch, además de los laterales y sus constantes subidas, llevó a que 46 goles llegaran desde los costados —25 por la izquierda y 21 por la derecha—. Solo el 22% tuvo su desarrollo por el centro del campo.
El gusto de Holan por la posesión llevó a que apenas cinco goles fueran convertidos a través de un contragolpe. Por el contrario, el 52% (33) de los festejos fueron por asociación; 11 goles, desde pelota parada; tres autogoles; y la no despreciable suma de 11 goles de penal.
Los jugadores de la UC prefirieron la pierna derecha para anotar y hacer realidad el tricampeonato: la utilizaron en 32 goles (51%), mientras que la izquierda se usó en 19 dianas (30%). Este año los cabezazos no abundaron demasiado: solo 11 goles mediante esta vía.
Influenciada seguramente por Zampedri, la UC optó por el suspenso: el 62% de los goles se convirtieron en el segundo lapso, con 18 siendo ejecutados en el último cuarto. El final del primer tiempo también fue uno de los momentos preferidos por los jugadores para convertir: 13 goles (21%).
Los penales: el punto débil de la defensa cruzada
Universidad Católica recibió 34 goles en este Torneo Nacional, lo que la convierte como la segunda mejor defensa de todo el campeonato, por detrás de Universidad de Chile. Si bien los números son espectaculares —apenas concedió 1,1 goles por partido—, fueron los penales el talón de Aquiles de la zaga cruzada durante su lucha por conseguir el Tri.
Diez goles, casi el 30% del total, llegaron a través de esta vía. Algunos clarísimos y fuera de discusión; otros, aún resuenan en el imaginario cruzado por las polémicas que los envolvieron. Un ejemplo: el sancionado ante Audax Italiano en la Fecha 26. Ante Curicó, en la Fecha 15, la UC sufrió el cobro de tres penales.
Más allá de esta preocupante situación —que de seguro Ariel Holan, de continuar en la banca, analizará e intentará resolver—, el cuadro de Las Condes rindió con creces en el apartado defensivo. Y clave en esto fue la gran actuación de Matías Dituro, para muchos el mejor arquero del campeonato. La UC completó nueve porterías imbatidas durante el torneo.
El juego asociativo fue la principal arma de los rivales para hacer caer a la defensa de la UC. 18 goles llegaron a través de esta vía; dos, mediante contragolpe; y tres, desde balón parado. Un 47% de los goles tuvieron su origen por la banda izquierda —zona a cargo de Rebolledo y Fuenzalida— y un 32% desde la la derecha —a cargo de Parot y Cornejo.
Al comienzo del segundo tiempo fue cuando la UC se mostró más frágil: nueve goles, un 26% del total, llegaron entre los 45′ y 60′ minutos. En total, Católica recibió 15 goles en el primer tiempo y 19 en el segundo.
Los jugadores más letales para la zaga cruzada fueron Federico Castro (Curicó) y Luis Jiménez (Palestino), ambos con tres conquistas.