Así no

CATOLICA
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Las caras de tristeza y bronca eran generalizadas en la Universidad Católica. Desde el cuerpo técnico hasta los jugadores de la UC coincidían sin siquiera hablar. Los pensamientos volvían al penal del primer tiempo y la remontada del segundo lapso, pasando por los dos goles marcados.

Y no era para menos. Porque en los restantes 45 minutos, la UC pudo cristalizar todo lo que no hizo en la primera parte. El fútbol abúlico, predecible y de escasa inventiva había quedado en el camarín durante el entretiempo. Solo en la segunda parte el equipo de Beñat San José sacó a relucir su mejor facha. Se salió del carril lógico y empezó a apostar por movimientos mucho más audaces y hasta menos reflexivos, me atrevería a decir.

Justamente en esa épica empieza a sentir mayor comodidad y control del partido. Aued oficiando de director de orquesta y una línea de volantes que se convirtió en la primera línea defensiva. Rebolledo desbordando con valentía y formando una dupla impredecible junto al Chapa Fuenzalida. Defensivamente, salvo Sáez, todo el mediocampo se consolidaba como un bloque macizo con pocas brechas. Ni Abán ni Barbieri pudieron encontrar grietas que aprovechar. Tampoco lo lograron los cambios de Rodríguez o Monreal.

El único momento de duda fue quizás el cambio de Carreño por un eficiente y silencioso Saavedra. Cumplidor este último. Algo más desordenado su reemplazo.

En resumen Católica entendió, en ese segundo tiempo, que había desperdiciado el primero.

Un equipo que quiere campeonar se puede equivocar (y muchos lo hacen), puede, incluso, darse el lujo de desechar un tiempo completo, pero en temas de concentración y aplicación, que son más individuales, es donde no se puede caer.

Es cierto que le cobraron un penal inexistente. Pero un equipo que domina con amplitud de cancha todo el segundo tiempo no puede caerse en algo tan básico como soltar una marca en un tiro de esquina. Totalmente fuera de libreto.

Católica no solo perdió una gran oportunidad de despegarse de la Universidad de Concepción, además sentó dudas sobre su momento anímico, sustento esencial para que lo que queda de torneo.

El segundo tiempo era para ganar y cerrar. Pero no, un detalle, un mísero detalle lo condena a vivir una semana con los rivales a tiro de cañón.

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