Felipe Barrientos no para. A sus 36 años, defiende el arco de la selección chilena de balonmano en el Mundial de Egipto (ayer con atajadas extraordinarias), jugaba en el Zamora español hasta marzo de 2020, lleva años ejerciendo de entrenador en categorías menores y se ha convertido en el nuevo seleccionador nacional femenino. El portero entrenador. El pluriempleado de Chile.
“Me preguntaron si estaba preparado y dije que sí”, explica sobre un nombramiento que no se esperaba. Estudió en la escuela de entrenadores de España y en 2019 sacó el cuarto nivel, el máximo, que sólo puede conceder la federación europea y lo acredita como Master Coach. “La gracia es que esta titulación se va actualizando cada dos años”, advierte; “o sea que tengo que volver a sacar la licencia en 2022. Soy el único chileno que tiene esta titulación. Y solo cuatro tienen el tercer nivel”.
“Es un hito tremendo”, presume. “Con mi contratación se rompió el mito de que los entrenadores de las selecciones son extranjeros, como pasa en la mayoría de las federaciones. Espero que esto les abra el camino a otros para llegar a lo más alto, la selección”.
¿Se puede compaginar ser seleccionador con la práctica del balonmano como jugador profesional? “Hace varios torneos estamos trabajando en mi retiro para hacerlo algo progresivo. Está contemplado que sea después del Preolímpico, excepto si pasamos a los Juegos. Dejé mi club en España durante la pandemia. Mi prioridad es la función de entrenador. Vengo preparándome para estos dos procesos, el retiro y entrar como entrenador”, dice.
De todas formas, en España ya compaginó ambas funciones: “Es súper demandante, eso sí. En el Zamora jugábamos tres partidos por semana, 30 semanas. Era durísimo el tema de nuestros seguidores y de la prensa cuando perdíamos tres partidos al hilo. Pero cuando pasaba lo contrario, se disfrutaba. El nivel era ultracompetitivo. Y además entrenaba a la selección femenina del club, con la misión de ascender. El primer año quedamos segundas y en 2019 volvimos a llegar a la fase de ascenso, pero no se pudo hacer el cuadrangular final debido al coronavirus. Nos ofrecieron ascender por secretaría, pero no se pudo concretar por temas económicos del club. Y aparte dirigía un equipo cadete”.
No ve Barrientos grandes diferencias entre el balonmano femenino y el masculino: “El deporte en sí es el mismo. El factor técnico-táctico es más relevante en el femenino, sobre todo ofensivamente. En el masculino es más importante la fuerza y el desarrollo individual del jugador. Para hacer un gol, tenemos que hacer una jugada con al menos tres jugadoras. En cambio, un hombre puede ir corriendo contra todos y anotar”.
Barrientos entiende que su trayectoria es una ventaja y los Panamericanos, su obsesión: “Hay algunas jugadoras que ayudé a formar a los 13-14 años, y que ya están en los 20; no tendremos que enseñar cosas nuevas, sabemos cómo tenemos que jugar, rápido. Vamos a llegar con un equipo de 23-24 años a Santiago 2023. Serán jóvenes pero expertas. Hay que saber jugar y hacerlo en Chile, con la presión de estar en casa, la gente, los medios. Daré todo para que el balonmano esté donde se merece y siempre con el foco puesto en los Panamericanos. Es el evento más grande”.
Con la cabeza ya muy metida en su labor de estratega, pero con el cuerpo jugando la cita mayor en Egipto: “Es un mal Mundial a nivel de resultado, pero a futuro es muy productivo, principalmente de cara al Preolímpico. Es una pena no haber logrado el objetivo. Pero fuimos competitivos y le dimos pelea a los top 10”, dice, sabiendo que los partidos de la Copa Presidente, tras quedar últimos de la fase de grupos, son mera consolación. “El mensaje de Garralda fue y es el mismo que el nuestro: aquí lo importante son los Juegos Olímpicos y la clasificación. Nos iremos con la tranquilidad de haber dado todo”, cierra Barrientos, el pluriempleado.