Barty atrapa “su” Grand Slam y le pone fin a la sequía local en el Abierto de Australia

Ashleigh consigue en casa el que es el tercer grande de su carrera, logrando así ser la primera "aussie" en levantar el trofeo en 44 años. Una marca histórica, que agranda la leyenda de la número uno del mundo. Amarró el título tras vencer por 6-3 y 7-6(2) a Danielle Collins.



Ashleigh Barty lo consiguió. Con su juego demoledor y personalidad única, la número uno del mundo le puso fin a la maldición australiana en la Rod Laver Arena y se transformó en la primera local en ser campeona en 44 años. Fin a una sequía que afectó a grandes tenistas de la historia de la isla y que parecía no tener fin. Alzó el trofeo tras vencer a Danielle Collins por 6-3 y 7-6(2), logrando así su tercer Grand Slam. Sin duda el más importante. Lo que hizo, quedará para siempre en los libros del tenis mundial.

Era la gran favorita en esta final, de eso no hay dudas. No solo ser la número uno (casi de forma continua durante los últimos tres años) le daba autoridad en Melbourne Park, sino que era imposible no asombrarse por el camino que firmó Barty para llegar a su primera final del Open de Australia. No había cedido sets, y apenas había perdido 21 games en los seis partidos previos. Una barbaridad.

Por eso las expectativas eran totales. Australia entera estaba atenta la aparición de la mujer que a los 18 decidió retirarse por las presiones del circuito y que tres años después volvió al tenis profesional para penetrar de forma explosiva en la disciplina. En la isla de Oceanía esperaron 42 años para volver a tener una representante local en el partido decisivo. 44 para volver a ver a un “aussie” con el trofeo entre los brazos.

Y aquello hizo que Barty entrara con nervios. El inicio del partido no mostraba a esa jugadora dominante que despachó a sus rivales con un servicio y un revés cortado indescifrable. La tensión se notaba en cada espacio de la cancha principal del recinto de Melbourne. Incluso sufrió en el dos iguales, cuando Collins amenazó su juego de saque. Pero desde ese sufrimiento, encontró la claridad. De casi ser quebrada, a quebrarle a su rival en el juego siguiente. Y tras eso, 4-2 sin casi disputar los puntos.

Una distancia que le trajo tranquilidad a Ash y que la ayudó a encontrar la claridad para cerrar el primer parcial. Un 6-3 que desató la locura en las gradas. A solo un set de conseguir lo que había alcanzado Chris O’Neil en 1978. A un solo un set de lograr lo que ni Sam Stosur, Lleyton Hewitt, Patrick Rafter ni Pat Cash, pudieron hacer.

Pero en toda historia, debe haber un antagonista. Y Danielle Collins luchó para aquello. Pese al golpe de perder la primera manga, la estadounidense no se desanimó. En un momento en que muchas pueden desistir, ella decidió pelear. Estaba jugando el mejor tenis de su carrera y no iba a irse de la Rod Laver sin dejarlo todo. Por eso el quiebre tempranero que consiguió en el segundo parcial, fue un estimulo clave. El grito que lanzó al concretarlo, una señal para que su cuerpo se soltara. Aquello hizo que el nivel que le permitió dejar en el camino a Elise Mertens, Alize Cornet y a la polaca Iga Swiatek, volviese a salir por su poros.

Ese cambio en el guión, descolocó a Barty. En un abrir y cerrar de ojos, el set se le escapó y quedó 1-5. El salto de la 27 del mundo, hundió a la uno del orbe y la tensión volvió a apoderarse de la cancha central del Open. Pero Ashleigh es un hueso duro de roer. Si no aprovechas la oportunidad, ella buscará dejarte en claro, que no habrá otra.

Del 1-5, pasó al 5-5 con entrega y lucha. Una remontada épica, para un partido histórico. Y como si a esas alturas, el dramatismo no fuese suficiente, el set terminó definiéndose en el tiebreak. Uno donde la dominadora del tenis femenino, volvió a aparecer.

No dio espacio para dudas. Ya no. El momento de sufrimiento había pasado y ahora solo tocaba festejar. Un 7-2 inapelable, que terminó con la oriunda de Queensland gritando en medio de la Rod Laver Arena. Es un desahogo de todo un país. La historia se reescribe gracias a Barty. La primera australiana en festejar en casa, luego de cuatro décadas de sequía.

Así el tercer grande ya posa en su recamara. Al Roland Garros de 2019 y al Wimbledon de 2021, se suma este Open de Australia. 2022 comienza de forma soñada para ella y es que continúa con su invicto de 11 partidos en la temporada, con dos trofeos ya conquistados. La número uno hizo justicia a su tenis. Fue la favorita durante todas estas semanas y hoy demostró por qué. Con el marcador a favor fue fulminante. Con el marcador en contra, serena y aguerrida. La marca más pura de una super campeona.

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