Bélgica superó a Inglaterra e hizo historia. Se queda con el tercer lugar del Mundial, su mejor ubicación de todos los tiempos, y cierra su participación con buenas sensaciones. El cuadro belga dejó huella en Rusia. Confirmó su madurez. Exhibió su jerarquía. Y se ratificó como uno de los más fuertes de la actualidad. En la disputa del bronce, manejó los tiempos, sometió a un rival tímido y displicente, y se va con una victoria.
Fue un partido de ritmo cansino. Amargo, por su contexto. De trámite para ambos. Bélgica apuró apenas en el inicio y con eso fue suficiente. En 4' ya estaba en ventaja. Sencillo. Como le fue luego manejar el lance.
Hazard regaló una última exhibición. El del Chelsea controló la pelota, organizó el juego y buscó el desequilibrio. Impredecible. Fue otra vez el más destacado. Protagonista de todas las acciones, no logró materializar su influencia con una ventaja mayor. Conforme avanzó el reloj, además, los Diablo Rojos retrocedieron y le regalaron la cancha al cuadro inglés que, pese a hacerse con el control del balón, careció de profundidad, contundencia y voluntad para ir por más.
El desgano parecía evidente y Bélgica se paró cerca de su área para intentar cerrarlo de contragolpe. Así transcurrió el final de la primera mitad y todo el complemento. Con el toque insípido británico y la impecable organización defensiva belga.
No se complicaron éstos. Esperaron y tuvieron premio. Empujaron hasta que Hazard entró sin marca al área. Gol y sentencia. Para confirmar la supremacía e irse sonriente.
Bélgica se despide dignamente. Dejando el recuerdo imborrable de una participación histórica, ratificando su presente e ilusionado con un futuro auspicioso. Pueden soñar. Cuatro años pasan rápido. Hazard y los suyos asombraron al mundo y dicen adiós con la frente en alto. De sorpresa a realidad.